/ miércoles 12 de mayo de 2021

Con café y a media luz | De la Juventud en la Postpandemia

A mitad de los años cincuenta, cuando el Sida, el Ébola y el Covid eran cuestiones inimaginables en la conciencia de la sociedad mundial, la perspectiva de la juventud de aquel entonces estaba enmarcada por sueños promisorios de trabajo, bienestar y disciplina. El mero título de “bachiller” era suficiente para tener respeto y admiración; si el destino era favorable y se alcanzaba el título profesional de abogado o de médico, la estabilidad económica estaba garantizada por el resto de la existencia.

Así, la meta de cualquier “chamaco” de mitad del siglo pasado era estudiar pues, los papás le habían enseñado dos cosas: La primera era que todo se puede alcanzar con esfuerzo y dedicación y, la segunda, que por la economía que se tenía en la mayoría de las familias de la época, no todos los mozalbetes alcanzarían el privilegio de la educación superior.

Algo similar transcurrió durante los sesenta y setenta, hasta que llegó el consumo de la información proveniente de otras naciones y otras culturas en las que “la sociedad libre” y “el amor sin condiciones”, amparados en “la evolución musical” y la “moda” de la psicodelia, generaron un cambio en la conducta del joven mexicano, por imitación. Perdone el uso de tantas comillas en el presente párrafo.

Incluso en los ochenta y noventa, cuando se presumió que, para la etapa final del siglo XX, la juventud mexicana había encontrado su propia identidad y, con ella, saldría a enfrentarse al mundo, los muchachos seguían pensando que, el mejor camino para encontrar un futuro estable era a través del estudio formal de alguna profesión u oficio, siempre que se llevara con tesón y perseverancia.

Hoy, las cosas han cambiado por los factores económicos que ya conocemos y se han recrudecido por el “sin quehacer” por el que está transitando buena parte de los jóvenes de hoy quienes, ante la desaceleración social y el confinamiento generados por la pandemia, aprovecharon el tiempo para canalizar sus inquietudes a través de otro tipo de conductas, actitudes e información.

Trataré de ser breve para explicar a lo que me refiero.

Por las cuestiones económicas que cito renglones arriba, referiré, únicamente y como ejemplo, a la situación particular de algunos médicos de la nueva generación cuyo acomodo en las instituciones públicas y privadas ha sido un verdadero galimatías. La consulta por su cuenta es un grave error por la competencia que ahora viven a causa de las farmacias que tienen su propio facultativo y, cuyo costo de atención, es simbólico. A la postre, para muchos de ellos, lo mejor es volverse parte de ese movimiento de doctores de una farmacia de medicamentos genéricos que, si bien es cierto, es una actividad honrosa y plena de decoro, también es verdad que ya no es el reflejo del futuro de ensueño que se tenía antes cuando se conseguía el título profesional.

Del siguiente punto – el de canalizar las inquietudes a través de otras actividades en el entorno del “sin quehacer” – comentaré algo que me llenó de horror y que sirve de ejemplo para detallar las aspiraciones de los “mexicanos del mañana” que poco a poco han salido del confinamiento.

Ayer, después de caminar un rato por el malecón del “Carpintero”, me senté en una de las bancas que allí se encuentran para leer un pequeño libro y, minutos más tarde se acomodaron en la gradilla continua un grupo de jóvenes que charlaban animosamente de cómo hacerse de dinero de la forma más rápida posible. Aunque de momento sentí un poco de temor cuando tocaron el tema de “darle bajilla a alguien”; me tranquilizaron las sonoras carcajadas de todos ante tal propuesta, con lo que pude entender de que se trataba de un mal chascarrillo.

Estaba a punto de retirarme cuando escuché algo que me obligó a quedarme un rato más simulando que leía el texto aquel. Uno de los muchachos confesó que su novia se encontraba embarazada y estaba pensando, seriamente, en convertirse en “youtuber” o “tiktoker” – o como se escriba – para hacerse de dinero rápido y poder mantener a su próxima familia, el único problema era que no sabía de qué cosas hablar para conseguir seguidores.

Fue entonces cuando uno de ellos que tenía un celular en la mano, de un salto se incorporó y le dijo muy al estilo de la juventud de ahora que, por razones obvias, no puedo reproducir literalmente en este espacio: “Mira, fulano. Este tipo consiguió dos mil seguidores en una tarde por lamer una aguamala. ¡Vamos a la playa a ver si encontramos alguna y yo te grabo!”.

Honestamente, pensé que había entendido mal. Saqué mi teléfono y busqué tal hecho, que instantes más tarde, confirmé como cierto. Un individuo pensó que había encontrado una medusa varada en la playa, la tomó y, mientras le hablaba a la cámara, la lamió. Después descubrió que se trataba de una “Carabela portuguesa” – lo que usted y yo, desde niños conocemos como “aguas malas” y en lugar de haberse preocupado o acudir al médico, el chamaco presumió su hombría, valentía y resistencia al indicar “miren sigo vivo”.

Lo mismo, según me explicaron después, ocurre con un sinfín de plataformas en las que los muchachos declaran, censuran, actúan, se exhiben, explican videojuegos y más, a cambio de depósitos en efectivo que hacen sus seguidores o por pagos de la misma empresa digital debido al número de reproducciones de su contenido, obteniendo, algunos, ganancias exorbitantes, razón por la que esta tendencia de obtener dinero fácil está creciendo a pasos agigantados.

¿Es preocupante? ¡Claro que lo es! Pues de continuar así muy pronto estaremos sobrepoblados de productores de contenido para las redes sociales y habrá un déficit de médicos, ingenieros, licenciados y arquitectos.

¡Y hasta aquí!, pues como decía cierto periodista: “El tiempo apremia y el espacio se agota”.

Escríbame y recuerde, será un gran día.

Correo: licajimenezmcc@hotmail.com

A mitad de los años cincuenta, cuando el Sida, el Ébola y el Covid eran cuestiones inimaginables en la conciencia de la sociedad mundial, la perspectiva de la juventud de aquel entonces estaba enmarcada por sueños promisorios de trabajo, bienestar y disciplina. El mero título de “bachiller” era suficiente para tener respeto y admiración; si el destino era favorable y se alcanzaba el título profesional de abogado o de médico, la estabilidad económica estaba garantizada por el resto de la existencia.

Así, la meta de cualquier “chamaco” de mitad del siglo pasado era estudiar pues, los papás le habían enseñado dos cosas: La primera era que todo se puede alcanzar con esfuerzo y dedicación y, la segunda, que por la economía que se tenía en la mayoría de las familias de la época, no todos los mozalbetes alcanzarían el privilegio de la educación superior.

Algo similar transcurrió durante los sesenta y setenta, hasta que llegó el consumo de la información proveniente de otras naciones y otras culturas en las que “la sociedad libre” y “el amor sin condiciones”, amparados en “la evolución musical” y la “moda” de la psicodelia, generaron un cambio en la conducta del joven mexicano, por imitación. Perdone el uso de tantas comillas en el presente párrafo.

Incluso en los ochenta y noventa, cuando se presumió que, para la etapa final del siglo XX, la juventud mexicana había encontrado su propia identidad y, con ella, saldría a enfrentarse al mundo, los muchachos seguían pensando que, el mejor camino para encontrar un futuro estable era a través del estudio formal de alguna profesión u oficio, siempre que se llevara con tesón y perseverancia.

Hoy, las cosas han cambiado por los factores económicos que ya conocemos y se han recrudecido por el “sin quehacer” por el que está transitando buena parte de los jóvenes de hoy quienes, ante la desaceleración social y el confinamiento generados por la pandemia, aprovecharon el tiempo para canalizar sus inquietudes a través de otro tipo de conductas, actitudes e información.

Trataré de ser breve para explicar a lo que me refiero.

Por las cuestiones económicas que cito renglones arriba, referiré, únicamente y como ejemplo, a la situación particular de algunos médicos de la nueva generación cuyo acomodo en las instituciones públicas y privadas ha sido un verdadero galimatías. La consulta por su cuenta es un grave error por la competencia que ahora viven a causa de las farmacias que tienen su propio facultativo y, cuyo costo de atención, es simbólico. A la postre, para muchos de ellos, lo mejor es volverse parte de ese movimiento de doctores de una farmacia de medicamentos genéricos que, si bien es cierto, es una actividad honrosa y plena de decoro, también es verdad que ya no es el reflejo del futuro de ensueño que se tenía antes cuando se conseguía el título profesional.

Del siguiente punto – el de canalizar las inquietudes a través de otras actividades en el entorno del “sin quehacer” – comentaré algo que me llenó de horror y que sirve de ejemplo para detallar las aspiraciones de los “mexicanos del mañana” que poco a poco han salido del confinamiento.

Ayer, después de caminar un rato por el malecón del “Carpintero”, me senté en una de las bancas que allí se encuentran para leer un pequeño libro y, minutos más tarde se acomodaron en la gradilla continua un grupo de jóvenes que charlaban animosamente de cómo hacerse de dinero de la forma más rápida posible. Aunque de momento sentí un poco de temor cuando tocaron el tema de “darle bajilla a alguien”; me tranquilizaron las sonoras carcajadas de todos ante tal propuesta, con lo que pude entender de que se trataba de un mal chascarrillo.

Estaba a punto de retirarme cuando escuché algo que me obligó a quedarme un rato más simulando que leía el texto aquel. Uno de los muchachos confesó que su novia se encontraba embarazada y estaba pensando, seriamente, en convertirse en “youtuber” o “tiktoker” – o como se escriba – para hacerse de dinero rápido y poder mantener a su próxima familia, el único problema era que no sabía de qué cosas hablar para conseguir seguidores.

Fue entonces cuando uno de ellos que tenía un celular en la mano, de un salto se incorporó y le dijo muy al estilo de la juventud de ahora que, por razones obvias, no puedo reproducir literalmente en este espacio: “Mira, fulano. Este tipo consiguió dos mil seguidores en una tarde por lamer una aguamala. ¡Vamos a la playa a ver si encontramos alguna y yo te grabo!”.

Honestamente, pensé que había entendido mal. Saqué mi teléfono y busqué tal hecho, que instantes más tarde, confirmé como cierto. Un individuo pensó que había encontrado una medusa varada en la playa, la tomó y, mientras le hablaba a la cámara, la lamió. Después descubrió que se trataba de una “Carabela portuguesa” – lo que usted y yo, desde niños conocemos como “aguas malas” y en lugar de haberse preocupado o acudir al médico, el chamaco presumió su hombría, valentía y resistencia al indicar “miren sigo vivo”.

Lo mismo, según me explicaron después, ocurre con un sinfín de plataformas en las que los muchachos declaran, censuran, actúan, se exhiben, explican videojuegos y más, a cambio de depósitos en efectivo que hacen sus seguidores o por pagos de la misma empresa digital debido al número de reproducciones de su contenido, obteniendo, algunos, ganancias exorbitantes, razón por la que esta tendencia de obtener dinero fácil está creciendo a pasos agigantados.

¿Es preocupante? ¡Claro que lo es! Pues de continuar así muy pronto estaremos sobrepoblados de productores de contenido para las redes sociales y habrá un déficit de médicos, ingenieros, licenciados y arquitectos.

¡Y hasta aquí!, pues como decía cierto periodista: “El tiempo apremia y el espacio se agota”.

Escríbame y recuerde, será un gran día.

Correo: licajimenezmcc@hotmail.com