/ viernes 9 de octubre de 2020

Con café y a media luz | El mal gusto del extremismo

Para algunos expertos, la desaparición de los 109 fideicomisos en materia de remediación de las consecuencias de los desastres naturales, la promoción y divulgación de la ciencia y la tecnología y la creación y difusión de las expresiones artísticas y deportivas en México, entre muchos otros, ha sido uno de los errores más graves cometidos por el actual gobierno federal. La razón principal es la naturaleza de origen del concepto “fideicomiso”.

Bajo el argumento de una administración centralista del recurso económico para impulsar los programas clientelares que caracterizan al proyecto de gobierno denominado “La cuarta transformación”, diputados, periodistas, investigadores y activistas han sostenido “lo indebido” del movimiento concretado en el Congreso de la Unión y lo han etiquetado como “capricho presidencial”.

Para otro sector de la población, la estrategia lanzada desde la oficina de la presidencia es parte del proceso de limpieza y erradicación de la corrupción que, hasta el momento, prevalecía al interior de las instituciones como el Conacyt, este último señalado como ejemplo por el propio Ejecutivo federal Andrés Manuel López Obrador.

El mandatario ha sostenido que la eliminación de estas figuras administradoras del efectivo en bien de deportistas, artistas, cineastas, investigadores, científicos y para protección de la población víctima de los embates de la naturaleza, es parte de la transparencia prometida al pueblo de México que confió en él y en su visión de gobierno.

Estas posturas encontradas son naturales en un Estado sostenido en la democracia, la tolerancia y la libertad de pensamiento. ¡Es más! ¡La ausencia de esta diversidad de opiniones pudiera ser considerada como un entorno de inflexión aberrante para la propia naturaleza sociológica del hombre contemporáneo! ¡Qué bueno que haya estas ideologías que se oponen y se toleran!

Incluso se puede aplaudir al grupo de críticos que han lanzado comentarios desde sus respectivas trincheras en las que cuestionan el poco o nulo seguimiento judicial o fiscal a las figuras de la 4T que aparentemente fallaron en las encomiendas fundamentales de “No robar”, “no mentir”, y “no traicionar al pueblo”, así como a la máxima que ha pregonado en los últimos dos años el jefe del Estado mexicano: “No puede haber gobierno rico con pueblo pobre”.

Este grupo ha puesto a la luz pública su inquietud sobre la situación que guarda Darío León y la indagatoria sobre su conducta; si Pío López Obrador ya declaró ante la autoridad correspondiente por los videos en los que recibe dinero para la campaña; también han expresado su sentir sobre la aceptación hecha por AMLO sobre los malos manejos en las aduanas y qué ha ocurrido con el morenista Ricardo Ahued que debía solucionar estas anomalías o si se procedió de alguna manera con las denuncias hechas en su carta de renuncia por el extitular del INDEP, Jaime Cárdenas, sobre las mutilaciones de joyas y las subastas “a modo” para beneficiar a personajes específicos.

Y estos temas son puestos a dispensa de la sociedad mexicana a través de medios alternativos porque en las conferencias matutinas que se emiten diariamente desde el salón “Tesorería” de Palacio Nacional, no se dice “ni media palabra” al respecto.

Lo que sí es reprobable, sin importar la perspectiva desde la cuál se vea, es la promoción e invitación –directa o indirectamente– al odio, la violencia y la agresión, como la que recientemente un personaje intelectual de renombre realizó y es relativa al linchamiento de aquellos que profesaran una ideología morenista.

“Quemarlos en el zócalo”, dijo el historiador que pública y abiertamente ha señalado su postura “antilopezobradorista” desde que inició el presente mandato y, aunque indicó que su dicho era metafórico, no puede sacudirle el halo de violencia que envuelve a estas palabras.

Quizá no esté de acuerdo conmigo, gentil amigo lector, y no tiene la obligación de estarlo, empero, considero que no es posible que en una “sociedad civilizada” como la nuestra, pensadores e investigadores se atrevan a proponer analogías tan extremas que nos remitan a los procederes de la “santa inquisición” cuando se instaló el tribunal en 1571 en la Nueva España bajo el pretexto de “buscar la unidad de pensamiento religioso en las tierras de la corona”.

Estas posturas extremas, a la larga, no son, de ninguna manera, positivas.

La radicalización de las ideas obstaculiza la concreción de nuevas propuestas y sustentos y paraliza la evolución y, sobre todo, cae en la involución, el antagonismo agresivo, violento y hasta ramplón cuando se llama al crimen en cualquiera de sus expresiones sin importar si es literal o metafórico.

Sí, es verdad que el escritor ya ofreció disculpas y reconoció que nunca debió lanzar ese comentario y, mucho menos, hacerlo a través de los medios de comunicación personales que nos ofrecen las nuevas tecnologías y los masivos que divulgan con seriedad las noticias, porque, no debemos olvidar que todo lo dicho por la boca es pensado antes por el cerebro y, con ese tipo de ideas, no se está en condiciones de señalar si un individuo en el poder tiene o no la razón o si actúa conforme a derecho, pues todo el criterio y la imparcialidad que se pudo presumir, simple y llanamente, termina por el suelo.

¡Y hasta aquí!, pues como decía cierto periodista: “El tiempo apremia y el espacio se agota”

Escríbame a: licajimenezmcc@hotmail.com

Y recuerde, será un gran día.

Para algunos expertos, la desaparición de los 109 fideicomisos en materia de remediación de las consecuencias de los desastres naturales, la promoción y divulgación de la ciencia y la tecnología y la creación y difusión de las expresiones artísticas y deportivas en México, entre muchos otros, ha sido uno de los errores más graves cometidos por el actual gobierno federal. La razón principal es la naturaleza de origen del concepto “fideicomiso”.

Bajo el argumento de una administración centralista del recurso económico para impulsar los programas clientelares que caracterizan al proyecto de gobierno denominado “La cuarta transformación”, diputados, periodistas, investigadores y activistas han sostenido “lo indebido” del movimiento concretado en el Congreso de la Unión y lo han etiquetado como “capricho presidencial”.

Para otro sector de la población, la estrategia lanzada desde la oficina de la presidencia es parte del proceso de limpieza y erradicación de la corrupción que, hasta el momento, prevalecía al interior de las instituciones como el Conacyt, este último señalado como ejemplo por el propio Ejecutivo federal Andrés Manuel López Obrador.

El mandatario ha sostenido que la eliminación de estas figuras administradoras del efectivo en bien de deportistas, artistas, cineastas, investigadores, científicos y para protección de la población víctima de los embates de la naturaleza, es parte de la transparencia prometida al pueblo de México que confió en él y en su visión de gobierno.

Estas posturas encontradas son naturales en un Estado sostenido en la democracia, la tolerancia y la libertad de pensamiento. ¡Es más! ¡La ausencia de esta diversidad de opiniones pudiera ser considerada como un entorno de inflexión aberrante para la propia naturaleza sociológica del hombre contemporáneo! ¡Qué bueno que haya estas ideologías que se oponen y se toleran!

Incluso se puede aplaudir al grupo de críticos que han lanzado comentarios desde sus respectivas trincheras en las que cuestionan el poco o nulo seguimiento judicial o fiscal a las figuras de la 4T que aparentemente fallaron en las encomiendas fundamentales de “No robar”, “no mentir”, y “no traicionar al pueblo”, así como a la máxima que ha pregonado en los últimos dos años el jefe del Estado mexicano: “No puede haber gobierno rico con pueblo pobre”.

Este grupo ha puesto a la luz pública su inquietud sobre la situación que guarda Darío León y la indagatoria sobre su conducta; si Pío López Obrador ya declaró ante la autoridad correspondiente por los videos en los que recibe dinero para la campaña; también han expresado su sentir sobre la aceptación hecha por AMLO sobre los malos manejos en las aduanas y qué ha ocurrido con el morenista Ricardo Ahued que debía solucionar estas anomalías o si se procedió de alguna manera con las denuncias hechas en su carta de renuncia por el extitular del INDEP, Jaime Cárdenas, sobre las mutilaciones de joyas y las subastas “a modo” para beneficiar a personajes específicos.

Y estos temas son puestos a dispensa de la sociedad mexicana a través de medios alternativos porque en las conferencias matutinas que se emiten diariamente desde el salón “Tesorería” de Palacio Nacional, no se dice “ni media palabra” al respecto.

Lo que sí es reprobable, sin importar la perspectiva desde la cuál se vea, es la promoción e invitación –directa o indirectamente– al odio, la violencia y la agresión, como la que recientemente un personaje intelectual de renombre realizó y es relativa al linchamiento de aquellos que profesaran una ideología morenista.

“Quemarlos en el zócalo”, dijo el historiador que pública y abiertamente ha señalado su postura “antilopezobradorista” desde que inició el presente mandato y, aunque indicó que su dicho era metafórico, no puede sacudirle el halo de violencia que envuelve a estas palabras.

Quizá no esté de acuerdo conmigo, gentil amigo lector, y no tiene la obligación de estarlo, empero, considero que no es posible que en una “sociedad civilizada” como la nuestra, pensadores e investigadores se atrevan a proponer analogías tan extremas que nos remitan a los procederes de la “santa inquisición” cuando se instaló el tribunal en 1571 en la Nueva España bajo el pretexto de “buscar la unidad de pensamiento religioso en las tierras de la corona”.

Estas posturas extremas, a la larga, no son, de ninguna manera, positivas.

La radicalización de las ideas obstaculiza la concreción de nuevas propuestas y sustentos y paraliza la evolución y, sobre todo, cae en la involución, el antagonismo agresivo, violento y hasta ramplón cuando se llama al crimen en cualquiera de sus expresiones sin importar si es literal o metafórico.

Sí, es verdad que el escritor ya ofreció disculpas y reconoció que nunca debió lanzar ese comentario y, mucho menos, hacerlo a través de los medios de comunicación personales que nos ofrecen las nuevas tecnologías y los masivos que divulgan con seriedad las noticias, porque, no debemos olvidar que todo lo dicho por la boca es pensado antes por el cerebro y, con ese tipo de ideas, no se está en condiciones de señalar si un individuo en el poder tiene o no la razón o si actúa conforme a derecho, pues todo el criterio y la imparcialidad que se pudo presumir, simple y llanamente, termina por el suelo.

¡Y hasta aquí!, pues como decía cierto periodista: “El tiempo apremia y el espacio se agota”

Escríbame a: licajimenezmcc@hotmail.com

Y recuerde, será un gran día.