/ miércoles 20 de mayo de 2020

Con café y a media luz | En lo oscuro de la nueva normalidad

En una entrega reciente comenté con usted, gentil amigo lector, el tema del decreto oficial que le atribuía a las fuerzas armadas la facultad para intervenir en asuntos relativos al control del fenómeno delincuencial. En este tenor señalamos que AMLO, antes de ser el presidente López, criticó duramente esta estrategia que tuvo su origen en el sexenio calderonista cuando se declaró la guerra frontal al crimen organizado y hoy, en un discurso contrario al de campaña, el ejecutivo federal la presentaba como la solución velada ante un insuficiente proyecto “al vapor” llamado “Guardia Nacional”.

En esa ocasión usé una frase que, debo reconocerlo, nunca pensé que me ampararía a su cobijo: “En lo oscurito”. Así lo dije al referirme en la fecha y en la forma en cómo, literalmente hablando, de la noche a la mañana, apareció esta publicación en la edición digital vespertina del Diario Oficial de la Federación, un par de días antes de presentar a “los municipios de la esperanza” dentro del marco de la llamada “nueva normalidad”.

Me llamó la atención que, después de la citada publicación, el mandatario esgrimió de manera hábil, fiel a su costumbre, dos pretextos para contestar los cuestionamientos de la prensa ansiosa que buscaba el motivo de la decisión tomada. “Mañana”, dijo el primer día en el que la conferencia matutina duró media hora menos de lo acostumbrado y prosiguió resolviendo las preguntas relativas a otras temáticas.

Llegó ese “mañana” y le dedicaron el espacio al levantamiento de la cuarentena. El tema era obvio y por demás prioritario. Los representantes de la prensa aguardaron a que llegara la ronda de preguntas y respuestas para tocar el tema de seguridad y, para su sorpresa, esta nunca sucedió. El presidente López dio la instrucción de que la exposición de ese día se replicara de manera permanente a través de los medios digitales. Él y su equipo de trabajo cogieron sus arreos y se retiraron del salón Tesorería dejando tras de sí a los sorprendidos reporteros.

Para el tercer día, la información había perdido vigencia, como se dice en el argot periodístico, y ya había otros asuntos de mayor relevancia para la vida nacional que debían ser atendidos.

La estrategia de “lo oscurito” en el episodio titulado “El regreso a la nueva normalidad” ocurrió nuevamente el fin de semana pasado con la sorpresiva nacionalización de la industria eléctrica poniéndola de manera íntegra a quien, quizá, es la figura más señalada de esta cuarta transformación: Manuel Bartlett.

El asunto no es cuestionable por su origen pues el tabasqueño lo había anunciado desde que estuvo en campaña. Ni siquiera pudiera ser censurable por los argumentos sostenidos. ¡Es más, pudiera sublevarse el sentimiento nacionalista y de protección al recurso nacional y aplaudir la decisión al ejecutivo!

Empero, aparecen las preguntas inevitables que sacuden la más morena de las conciencias. ¿Se cuenta con el capital económico en las arcas nacionales que antes se obtenía de la inversión extranjera para continuar con el ritmo de producción, almacenamiento y distribución de la energía eléctrica?, ¿Está la estructura interna de la CFE y sus oficinas derivadas en la mejor de las condiciones para continuar con la explotación tradicional de los recursos para la obtención de la electricidad?, ¿Cómo quedará México ante el mundo por este “manotazo” administrativo?, ¿Fue el mejor momento en la vida política de la 4T para tomar esta decisión?

Llama la atención la forma en que se hizo el movimiento. En noche de viernes, fiel a la costumbre del PRI setentero cuando los “sabadazos” legaloides y gubernamentales ocurrían un fin de semana sí y otro, también.

Y ya que hablamos de “lo oscurito” en el levantamiento de la pandemia, debemos señalar un par de “respuestas oscuras” hechas por el Presidente, ajenas al “vivaracho” discurso de austeridad y rechazo a las clases acomodadas al que estamos acostumbrados. Ambas contestaciones parcas son relativas a un tema que, pareciera, no existe en este sexenio: la delincuencia organizada.

La primera de ellas sucedió cuando un reportero señaló la aparición de un nuevo grupo delincuencial en el occidente nacional y que, en su presentación, le mandaban “saludos” al jefe del Estado mexicano, al ser cuestionado sobre su postura al respecto, el originario de Macuspana respondió de manera desencajada: “Prefiero no tocar ese tipo de temas”.

Al día siguiente ocurrió algo similar. En lugar de preguntarle sobre temas que domina a la perfección como el Tren Maya, el aeropuerto “Felipe Ángeles” o la refinería de Dos Bocas, un periodista independiente le cuestionó sobre las acciones concretas que está realizando México ante la problemática de los narcotúneles que hay en la frontera, en específico al recientemente descubierto de Tijuana a San Diego sobre el que el mandatario estadounidense, Donald Trump, responsabilizó a México.

AMLO atinó a contestar que: “En efecto, se descubrió un túnel de Tijuana a San Diego, lo que dijo el presidente Trump es cierto y estamos cooperando”, dejando con poca luz a la duda del reportero.

Y, para concluir la entrega de hoy referida a “las oscuridades” de la nueva normalidad, la relación que existe entre el Gobierno del Estado y el Gobierno federal está, quizá, transitando su etapa más oscura ante la discordancia de opiniones en torno al levantamiento de la pandemia, después de las declaraciones hechas por el mandatario estatal en las que señala de confusa a la información federal y sostiene que “serán los estados, con base en sus circunstancias, quienes determinen cuándo y cuáles serán las áreas que se abrirán…”

Con una crisis económica encima, una más de orden sanitario, la llegada de nuevas células delincuenciales, una nacionalización energética que puede derivar en demandas multimillonarias a la federación, con la fractura en la relación con varios gobiernos de los estados y la aparición de contratos como el de la familia Bartlett, podemos decir que el episodio del gobierno “lopezobradorista” está pasando por una etapa llena de “oscuritos” del que, de alguna manera u otra, deberemos salir bien librados.

Y hasta aquí pues, como decía cierto periodista, “El tiempo apremia y el espacio se agota”.

¡Hasta la próxima!

En una entrega reciente comenté con usted, gentil amigo lector, el tema del decreto oficial que le atribuía a las fuerzas armadas la facultad para intervenir en asuntos relativos al control del fenómeno delincuencial. En este tenor señalamos que AMLO, antes de ser el presidente López, criticó duramente esta estrategia que tuvo su origen en el sexenio calderonista cuando se declaró la guerra frontal al crimen organizado y hoy, en un discurso contrario al de campaña, el ejecutivo federal la presentaba como la solución velada ante un insuficiente proyecto “al vapor” llamado “Guardia Nacional”.

En esa ocasión usé una frase que, debo reconocerlo, nunca pensé que me ampararía a su cobijo: “En lo oscurito”. Así lo dije al referirme en la fecha y en la forma en cómo, literalmente hablando, de la noche a la mañana, apareció esta publicación en la edición digital vespertina del Diario Oficial de la Federación, un par de días antes de presentar a “los municipios de la esperanza” dentro del marco de la llamada “nueva normalidad”.

Me llamó la atención que, después de la citada publicación, el mandatario esgrimió de manera hábil, fiel a su costumbre, dos pretextos para contestar los cuestionamientos de la prensa ansiosa que buscaba el motivo de la decisión tomada. “Mañana”, dijo el primer día en el que la conferencia matutina duró media hora menos de lo acostumbrado y prosiguió resolviendo las preguntas relativas a otras temáticas.

Llegó ese “mañana” y le dedicaron el espacio al levantamiento de la cuarentena. El tema era obvio y por demás prioritario. Los representantes de la prensa aguardaron a que llegara la ronda de preguntas y respuestas para tocar el tema de seguridad y, para su sorpresa, esta nunca sucedió. El presidente López dio la instrucción de que la exposición de ese día se replicara de manera permanente a través de los medios digitales. Él y su equipo de trabajo cogieron sus arreos y se retiraron del salón Tesorería dejando tras de sí a los sorprendidos reporteros.

Para el tercer día, la información había perdido vigencia, como se dice en el argot periodístico, y ya había otros asuntos de mayor relevancia para la vida nacional que debían ser atendidos.

La estrategia de “lo oscurito” en el episodio titulado “El regreso a la nueva normalidad” ocurrió nuevamente el fin de semana pasado con la sorpresiva nacionalización de la industria eléctrica poniéndola de manera íntegra a quien, quizá, es la figura más señalada de esta cuarta transformación: Manuel Bartlett.

El asunto no es cuestionable por su origen pues el tabasqueño lo había anunciado desde que estuvo en campaña. Ni siquiera pudiera ser censurable por los argumentos sostenidos. ¡Es más, pudiera sublevarse el sentimiento nacionalista y de protección al recurso nacional y aplaudir la decisión al ejecutivo!

Empero, aparecen las preguntas inevitables que sacuden la más morena de las conciencias. ¿Se cuenta con el capital económico en las arcas nacionales que antes se obtenía de la inversión extranjera para continuar con el ritmo de producción, almacenamiento y distribución de la energía eléctrica?, ¿Está la estructura interna de la CFE y sus oficinas derivadas en la mejor de las condiciones para continuar con la explotación tradicional de los recursos para la obtención de la electricidad?, ¿Cómo quedará México ante el mundo por este “manotazo” administrativo?, ¿Fue el mejor momento en la vida política de la 4T para tomar esta decisión?

Llama la atención la forma en que se hizo el movimiento. En noche de viernes, fiel a la costumbre del PRI setentero cuando los “sabadazos” legaloides y gubernamentales ocurrían un fin de semana sí y otro, también.

Y ya que hablamos de “lo oscurito” en el levantamiento de la pandemia, debemos señalar un par de “respuestas oscuras” hechas por el Presidente, ajenas al “vivaracho” discurso de austeridad y rechazo a las clases acomodadas al que estamos acostumbrados. Ambas contestaciones parcas son relativas a un tema que, pareciera, no existe en este sexenio: la delincuencia organizada.

La primera de ellas sucedió cuando un reportero señaló la aparición de un nuevo grupo delincuencial en el occidente nacional y que, en su presentación, le mandaban “saludos” al jefe del Estado mexicano, al ser cuestionado sobre su postura al respecto, el originario de Macuspana respondió de manera desencajada: “Prefiero no tocar ese tipo de temas”.

Al día siguiente ocurrió algo similar. En lugar de preguntarle sobre temas que domina a la perfección como el Tren Maya, el aeropuerto “Felipe Ángeles” o la refinería de Dos Bocas, un periodista independiente le cuestionó sobre las acciones concretas que está realizando México ante la problemática de los narcotúneles que hay en la frontera, en específico al recientemente descubierto de Tijuana a San Diego sobre el que el mandatario estadounidense, Donald Trump, responsabilizó a México.

AMLO atinó a contestar que: “En efecto, se descubrió un túnel de Tijuana a San Diego, lo que dijo el presidente Trump es cierto y estamos cooperando”, dejando con poca luz a la duda del reportero.

Y, para concluir la entrega de hoy referida a “las oscuridades” de la nueva normalidad, la relación que existe entre el Gobierno del Estado y el Gobierno federal está, quizá, transitando su etapa más oscura ante la discordancia de opiniones en torno al levantamiento de la pandemia, después de las declaraciones hechas por el mandatario estatal en las que señala de confusa a la información federal y sostiene que “serán los estados, con base en sus circunstancias, quienes determinen cuándo y cuáles serán las áreas que se abrirán…”

Con una crisis económica encima, una más de orden sanitario, la llegada de nuevas células delincuenciales, una nacionalización energética que puede derivar en demandas multimillonarias a la federación, con la fractura en la relación con varios gobiernos de los estados y la aparición de contratos como el de la familia Bartlett, podemos decir que el episodio del gobierno “lopezobradorista” está pasando por una etapa llena de “oscuritos” del que, de alguna manera u otra, deberemos salir bien librados.

Y hasta aquí pues, como decía cierto periodista, “El tiempo apremia y el espacio se agota”.

¡Hasta la próxima!