/ miércoles 14 de abril de 2021

Con café y a media luz | ¡Monaguillo no te canses..!

Cuando usted tenga este escrito en sus manos, gentil amigo lector, habrá transcurrido el segundo día de la jornada de vacunación contra el Covid-19 en los municipios de Tampico y Ciudad Madero, espero, sinceramente, que para este momento, los contratiempos, las fallas en la logística, la insuficiencia del personal encomendado y la poca empatía de algunos de ellos para con las personas de la tercera edad, hayan sido cosas que se manifestaron solo en el pasado lunes 12 de abril, fecha sobre la cual, se construye la opinión que hoy pongo a sus amables juicio y dispensa.

El 14 de abril de 1949 se estrenaba en México la cinta “Dicen que soy mujeriego”, dirigida por Roberto Rodríguez en la que, el ídolo del pueblo, Pedro Infante, nuevamente compartía créditos con Sara García. Le acompañaban, además, Silvia Derbez, Fernando Soto, Ma. Eugenia Llamas y Rodolfo Landa. Al inicio del filme se atestigua la boda entre un hombre maduro y una adolescente, costumbre muy propia del México de mitad del siglo pasado y que, incluso, sigue sucediendo en nuestros días. Al salir de la iglesia y después de que la pareja aborda una calandria, se escucha un trío de huapangueros que, entusiasmado, le canta al novio la siguiente estrofa: “Monaguillo no te canses, sigue encendiendo tu luz. ¡No puedes con los siriales! ¿Vas a poder con la cruz?”

Esa pequeña escena vino a mi memoria después de atestiguar las condiciones en las que arrancó la aplicación de las vacunas en tres de los cuatro sitios designados por las autoridades. Al final de la columna, si usted me lo permite explicaré la relación entre el son del filme y esta etapa de inoculación, recientemente vivida.

Por principio de cuentas, recorrí el bulevar Perimetral y el Adolfo López Mateos en los que, para las 10 de la mañana los conductores se habían visto obligados a realizar una doble fila alrededor del vaso lacustre pues el tramo señalado resultó insuficiente. A muchos de ellos, les costó 10 horas llegar al módulo de vacunación a pesar de que habían hecho fila desde muy temprano. Al conversar con uno de los automovilistas me confirmó que, a pesar de haber arribado a la línea desde las cinco, el lugar que encontró fue frente a la Unidad Deportiva de Tampico.

Me sorprende que, sobre las acciones sucedidas en este punto, hubo medios “tradicionales” y “de nueva generación” que se dedicaron a ignorar la aglomeración en la entrada a los terrenos de la ExpoTampico y a lo largo de las arterias arriba citadas y solo aplaudieron que, en su interior –desde donde hicieron las transmisiones en vivo– todo se llevaba en orden y completa calma.

Posteriormente me trasladé a la avenida Ejército Mexicano para observar cómo se llevaba la jornada en el Instituto Tecnológico de Ciudad Madero. Una fila interminable de carros que se había construido desde temprana hora se mostraba inamovible y, según me comentaron varios de los conductores, la responsabilidad de tal situación recaía en uno de los agentes de tránsito de la urbe maderense que, ignorando a aquellos que se habían formado temprano, organizó otra línea por cuenta propia y les estaba dando el pase. Fue hasta las once de la mañana, aproximadamente, cuando el uniformado escuchó los reclamos de los conductores detenidos y empezó a incorporar las unidades pendientes.

Cabe hacer mención que después de 14 horas de espera una de las personas que accedió a ser entrevistada por este servidor, me confirmó por un mensaje a mis redes sociales que, por fin, había podido inocular a sus padres. Asimismo, me pidió que se reconociera públicamente la labor de los elementos de las Fuerzas Armadas, quienes fueron los que atendieron con total amabilidad a sus progenitores y, según me confirmó, fue el personal del Ejército el que concluyó la jornada de ese día en la casa de estudios tecnológicos.

A mediodía me correspondió llegar al gimnasio de la UAT. En ese punto, lamentablemente atestigüé, no sólo la falta de comunicación entre las figuras incidentes, sino la carente empatía de una de las “servidoras de la nación” ante la necesidad planteada por uno de los abuelitos que había hecho fila desde la mañana cuando entró por el acceso de la Facultad de Derecho y, después de varias horas, al llegar a la puerta del recinto deportivo se había enterado de que en la entrada principal habían entregado “fichas” para llevar un orden. Al explicarle eso a la funcionaria, esta sólo le contestó que “… De eso no sé nada. Los de la UAT sí sabían que había fichas. Vaya a que le den una en aquella puerta y vuélvase a formar”. Considero que no es necesario describir la molestia de aquel hombre.

Fue allí cuando una amable mujer me recordó que, el presidente López, declaró que a partir del día 20 de este mes, también se vacunaría a los maestros de manera simultaáea en una jornada paralela a la que se dio a conocer desde el mes de diciembre. Lo anterior, ante la urgencia de que docentes y alumnos vuelvan a las aulas lo más pronto posible.

“¿Se imagina el caos que va a ser eso?”, me dijo la dama que se secaba el sudor que le escurría por el rostro y, mientras resoplaba por el bochorno, remató asegurando que “¡…Si no pueden con esto, ¿Usted cree que van a poder vacunar a maestros y resto de población al mismo tiempo? ¡Claro que no!”

Durante estos días, gentil amigo lector, nos dimos cuenta de algo que quizá ya sabíamos –y no me refiero a un solo nivel de gobierno, sino a los tres– las autoridades y las dependencias en las que se constituyen están, francamente, rebasadas por el problema de atención y por la demanda de la población a la que se desea beneficiar.

Y, aunque el “hubiera” no existe, es mi deseo compartirle la opinión que tengo al respecto: Quizá, lo más prudente, hubiera sido concluir en su totalidad la jornada de vacunación a toda la población, con tranquilidad, sin aglomeraciones, en jornadas bien organizadas y, hasta después, anunciar que el país está en semáforo verde, azul o del color que se quisiera, pues como pudimos constatar “Si no pueden con los siriales, ¿Van a poder con la cruz?”

¡Y hasta aquí!, pues como decía cierto periodista: “El tiempo apremia y el espacio se agota”

Escríbame a: licajimenezmcc@hotmail.com

Y recuerde, será un gran día.

Cuando usted tenga este escrito en sus manos, gentil amigo lector, habrá transcurrido el segundo día de la jornada de vacunación contra el Covid-19 en los municipios de Tampico y Ciudad Madero, espero, sinceramente, que para este momento, los contratiempos, las fallas en la logística, la insuficiencia del personal encomendado y la poca empatía de algunos de ellos para con las personas de la tercera edad, hayan sido cosas que se manifestaron solo en el pasado lunes 12 de abril, fecha sobre la cual, se construye la opinión que hoy pongo a sus amables juicio y dispensa.

El 14 de abril de 1949 se estrenaba en México la cinta “Dicen que soy mujeriego”, dirigida por Roberto Rodríguez en la que, el ídolo del pueblo, Pedro Infante, nuevamente compartía créditos con Sara García. Le acompañaban, además, Silvia Derbez, Fernando Soto, Ma. Eugenia Llamas y Rodolfo Landa. Al inicio del filme se atestigua la boda entre un hombre maduro y una adolescente, costumbre muy propia del México de mitad del siglo pasado y que, incluso, sigue sucediendo en nuestros días. Al salir de la iglesia y después de que la pareja aborda una calandria, se escucha un trío de huapangueros que, entusiasmado, le canta al novio la siguiente estrofa: “Monaguillo no te canses, sigue encendiendo tu luz. ¡No puedes con los siriales! ¿Vas a poder con la cruz?”

Esa pequeña escena vino a mi memoria después de atestiguar las condiciones en las que arrancó la aplicación de las vacunas en tres de los cuatro sitios designados por las autoridades. Al final de la columna, si usted me lo permite explicaré la relación entre el son del filme y esta etapa de inoculación, recientemente vivida.

Por principio de cuentas, recorrí el bulevar Perimetral y el Adolfo López Mateos en los que, para las 10 de la mañana los conductores se habían visto obligados a realizar una doble fila alrededor del vaso lacustre pues el tramo señalado resultó insuficiente. A muchos de ellos, les costó 10 horas llegar al módulo de vacunación a pesar de que habían hecho fila desde muy temprano. Al conversar con uno de los automovilistas me confirmó que, a pesar de haber arribado a la línea desde las cinco, el lugar que encontró fue frente a la Unidad Deportiva de Tampico.

Me sorprende que, sobre las acciones sucedidas en este punto, hubo medios “tradicionales” y “de nueva generación” que se dedicaron a ignorar la aglomeración en la entrada a los terrenos de la ExpoTampico y a lo largo de las arterias arriba citadas y solo aplaudieron que, en su interior –desde donde hicieron las transmisiones en vivo– todo se llevaba en orden y completa calma.

Posteriormente me trasladé a la avenida Ejército Mexicano para observar cómo se llevaba la jornada en el Instituto Tecnológico de Ciudad Madero. Una fila interminable de carros que se había construido desde temprana hora se mostraba inamovible y, según me comentaron varios de los conductores, la responsabilidad de tal situación recaía en uno de los agentes de tránsito de la urbe maderense que, ignorando a aquellos que se habían formado temprano, organizó otra línea por cuenta propia y les estaba dando el pase. Fue hasta las once de la mañana, aproximadamente, cuando el uniformado escuchó los reclamos de los conductores detenidos y empezó a incorporar las unidades pendientes.

Cabe hacer mención que después de 14 horas de espera una de las personas que accedió a ser entrevistada por este servidor, me confirmó por un mensaje a mis redes sociales que, por fin, había podido inocular a sus padres. Asimismo, me pidió que se reconociera públicamente la labor de los elementos de las Fuerzas Armadas, quienes fueron los que atendieron con total amabilidad a sus progenitores y, según me confirmó, fue el personal del Ejército el que concluyó la jornada de ese día en la casa de estudios tecnológicos.

A mediodía me correspondió llegar al gimnasio de la UAT. En ese punto, lamentablemente atestigüé, no sólo la falta de comunicación entre las figuras incidentes, sino la carente empatía de una de las “servidoras de la nación” ante la necesidad planteada por uno de los abuelitos que había hecho fila desde la mañana cuando entró por el acceso de la Facultad de Derecho y, después de varias horas, al llegar a la puerta del recinto deportivo se había enterado de que en la entrada principal habían entregado “fichas” para llevar un orden. Al explicarle eso a la funcionaria, esta sólo le contestó que “… De eso no sé nada. Los de la UAT sí sabían que había fichas. Vaya a que le den una en aquella puerta y vuélvase a formar”. Considero que no es necesario describir la molestia de aquel hombre.

Fue allí cuando una amable mujer me recordó que, el presidente López, declaró que a partir del día 20 de este mes, también se vacunaría a los maestros de manera simultaáea en una jornada paralela a la que se dio a conocer desde el mes de diciembre. Lo anterior, ante la urgencia de que docentes y alumnos vuelvan a las aulas lo más pronto posible.

“¿Se imagina el caos que va a ser eso?”, me dijo la dama que se secaba el sudor que le escurría por el rostro y, mientras resoplaba por el bochorno, remató asegurando que “¡…Si no pueden con esto, ¿Usted cree que van a poder vacunar a maestros y resto de población al mismo tiempo? ¡Claro que no!”

Durante estos días, gentil amigo lector, nos dimos cuenta de algo que quizá ya sabíamos –y no me refiero a un solo nivel de gobierno, sino a los tres– las autoridades y las dependencias en las que se constituyen están, francamente, rebasadas por el problema de atención y por la demanda de la población a la que se desea beneficiar.

Y, aunque el “hubiera” no existe, es mi deseo compartirle la opinión que tengo al respecto: Quizá, lo más prudente, hubiera sido concluir en su totalidad la jornada de vacunación a toda la población, con tranquilidad, sin aglomeraciones, en jornadas bien organizadas y, hasta después, anunciar que el país está en semáforo verde, azul o del color que se quisiera, pues como pudimos constatar “Si no pueden con los siriales, ¿Van a poder con la cruz?”

¡Y hasta aquí!, pues como decía cierto periodista: “El tiempo apremia y el espacio se agota”

Escríbame a: licajimenezmcc@hotmail.com

Y recuerde, será un gran día.