/ viernes 11 de junio de 2021

Con café y a media luz | Y las Redes… ¿Benditas?

“¡Benditas redes sociales!”, exclamó el tabasqueño cuando estuvo en campaña durante tantos años a lo largo y ancho de la república mexicana. Esa frase –como muchas otras emergidas de su ingenio– se acuñó como parte de una carga semiótica proselitista que fue bien aprovechada por el entonces abanderado de Morena y por todos los demás candidatos que, sin dudarlo, se montaron en la ola que, a la postre, los llevó a un triunfo indiscutible en las urnas electorales.

“¡Benditas redes sociales!”, dijo aquella vez sin empacho pues nunca una figura pública de tanto arraigo popular había encontrado eco de manera unísona al pregonar sus protestas y sus promesas; su ideología y su fantasía y la ensoñación de un México mejor al que le solucionaría todos los problemas habidos y por haber, por recoger, de primera mano, las solicitudes de un pueblo cansado de la trampa, la decepción, la corrupción y el engaño y que, exigía, con sobrada razón, un cambio radical e inmediato.

El que deseaba ser escuchado fue, además, visto y leído a lo largo del orbe gracias a ese maravilloso invento de la tecnología digital. Los mundos virtuales eran el medio de comunicación idóneo para divulgar en Chihuahua, las promesas hechas en Chiapas o para que se escuchara en Veracruz el ataque contundente pechado en la sierra alta de Guerrero.

¡Benditas redes sociales! ¡Tan atractivas como gratuitas! ¡Tan deleitantes como inclusivas! ¡Tan cercanas como masificadoras! ¡Benditas redes sociales!

Sin embargo, los abuelos decían –y con fundamentos– que nada que sea atractivo es gratis; lo placentero era codiciado y manoseado por muchos; lo inclusivo no era privado y aquello que uniera a la masa, jamás sería lejano. Las redes sociales, entonces, no pueden ser tan benditas, como se escuchó en aquel pregón del hombre originario de Macuspana cuando aún no ocupaba la silla presidencial, ni era investido con la banda tricolor que lo hacía responsable del destino de una nación entera.

Pues las mismas redes sociales, tan plagadas de virtudes, están llenas de pecaminosos y tentadores defectos. Son atemporales, indiscretas, traicioneras, irrestrictas y, por todo lo anterior, son el mejor ejemplo de lo que sería un pilar distópico en una sociedad cansada de sí misma en cuya evolución ha encontrado la gloria y la condena, dependiendo –claro– de quién sea el usuario en turno.

En los últimos tres años de mandato del presidente López no ha habido condena, sanción, reproche, error, omisión o problemática no resuelta que las mismas redes sociales no le recriminen al mandatario y evidencien, severamente y sin cortapisas, que “prometer no empobrece, cumplir es lo que aniquila” o que no es lo mismo “decir que hacer” o que, como escribió Tito Guízar en las coplas de retache, “No todos somos iguales andando en la quemadera”.

Lo que dijo o lo que calló; lo que hizo o lo que ordenó que no se hiciera; los zapatos mal lustrados; el traje sucio; el fracaso de la política económica o la ausencia del sistema de salud de Suiza para el segundo año de mandato; la prima Felipa o el hermano Pío; el préstamo que no solicitaría y que al final resultó mero trámite; la selva talada de la que “no se tocaría ni un árbol”, los contratos de Pemex o las propiedades de sus allegados que aún le son fieles a él o a lo que él representa en estos momentos. ¡Nada se les ha escapado a las redes sociales!

Las contradicciones en las que, en los últimos años, ha caído. Algunas por olvido, otras por distracción; unas cuantas por conveniencia y las últimas por una mala asesoría, se han venido como “bola de nieve” pues lo dicho en 18 años en las redes quedó guardado en una memoria digital que se desempolva a conveniencia de todos aquellos que aseguran, desde su perspectiva y a manera de un mal chiste, que “estábamos mejor cuando estábamos peor”.

Compañeros fieles en la batalla electorera hoy se han hecho a un lado y, en contrasentido, aquellos enemigos envueltos en las suaves telas de la corrupción se han convertido en colaboradores que, de la noche a la mañana, son respetables burócratas cuyo pasado, ahora, es inexistente.

Hombres que fueron calificados como funcionarios ejemplares han preferido separarse de esta senda que ya no es la misma que transitaron en la campaña. El caballero de las aduanas; el de hacienda, el del seguro social, medio ambiente y más han preferido no continuar en esta gesta transformadora. En cambio, se ha sumado a ella quien fuera condenado en las redes y en los libros por el tabasqueño y a quien se le responsabiliza del fraude del 88; la pareja académica que, con sus posesiones contradice fehacientemente el discurso de la “austeridad republicana” y otros tantos. Todo eso ha sido recordado por los protestantes de las redes sociales.

Las redes sociales que tanto beneficiaron al candidato y a las que consideró sus mejores aliadas porque, gracias a ellas, estaba “cercano al pueblo”, hoy se han convertido en el peor enemigo del funcionario electo pues no perdonan error alguno y lo hacen público a los ojos del mundo entero. Las redes sociales, otrora "benditas”, plagadas de integrados, ahora son consideradas como “paganas” por estar plenas de apocalípticos de esta 4T.

¿Qué ocurrirá en la segunda etapa del mandato del presidente López? No se preocupe, seguramente, lo dirán las redes.

¡Y hasta aquí!, pues como decía cierto periodista: “El tiempo apremia y el espacio se agota”.

Escríbame a: licajimenezmcc@hotmail.com

Y recuerde, será un gran día.



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“¡Benditas redes sociales!”, exclamó el tabasqueño cuando estuvo en campaña durante tantos años a lo largo y ancho de la república mexicana. Esa frase –como muchas otras emergidas de su ingenio– se acuñó como parte de una carga semiótica proselitista que fue bien aprovechada por el entonces abanderado de Morena y por todos los demás candidatos que, sin dudarlo, se montaron en la ola que, a la postre, los llevó a un triunfo indiscutible en las urnas electorales.

“¡Benditas redes sociales!”, dijo aquella vez sin empacho pues nunca una figura pública de tanto arraigo popular había encontrado eco de manera unísona al pregonar sus protestas y sus promesas; su ideología y su fantasía y la ensoñación de un México mejor al que le solucionaría todos los problemas habidos y por haber, por recoger, de primera mano, las solicitudes de un pueblo cansado de la trampa, la decepción, la corrupción y el engaño y que, exigía, con sobrada razón, un cambio radical e inmediato.

El que deseaba ser escuchado fue, además, visto y leído a lo largo del orbe gracias a ese maravilloso invento de la tecnología digital. Los mundos virtuales eran el medio de comunicación idóneo para divulgar en Chihuahua, las promesas hechas en Chiapas o para que se escuchara en Veracruz el ataque contundente pechado en la sierra alta de Guerrero.

¡Benditas redes sociales! ¡Tan atractivas como gratuitas! ¡Tan deleitantes como inclusivas! ¡Tan cercanas como masificadoras! ¡Benditas redes sociales!

Sin embargo, los abuelos decían –y con fundamentos– que nada que sea atractivo es gratis; lo placentero era codiciado y manoseado por muchos; lo inclusivo no era privado y aquello que uniera a la masa, jamás sería lejano. Las redes sociales, entonces, no pueden ser tan benditas, como se escuchó en aquel pregón del hombre originario de Macuspana cuando aún no ocupaba la silla presidencial, ni era investido con la banda tricolor que lo hacía responsable del destino de una nación entera.

Pues las mismas redes sociales, tan plagadas de virtudes, están llenas de pecaminosos y tentadores defectos. Son atemporales, indiscretas, traicioneras, irrestrictas y, por todo lo anterior, son el mejor ejemplo de lo que sería un pilar distópico en una sociedad cansada de sí misma en cuya evolución ha encontrado la gloria y la condena, dependiendo –claro– de quién sea el usuario en turno.

En los últimos tres años de mandato del presidente López no ha habido condena, sanción, reproche, error, omisión o problemática no resuelta que las mismas redes sociales no le recriminen al mandatario y evidencien, severamente y sin cortapisas, que “prometer no empobrece, cumplir es lo que aniquila” o que no es lo mismo “decir que hacer” o que, como escribió Tito Guízar en las coplas de retache, “No todos somos iguales andando en la quemadera”.

Lo que dijo o lo que calló; lo que hizo o lo que ordenó que no se hiciera; los zapatos mal lustrados; el traje sucio; el fracaso de la política económica o la ausencia del sistema de salud de Suiza para el segundo año de mandato; la prima Felipa o el hermano Pío; el préstamo que no solicitaría y que al final resultó mero trámite; la selva talada de la que “no se tocaría ni un árbol”, los contratos de Pemex o las propiedades de sus allegados que aún le son fieles a él o a lo que él representa en estos momentos. ¡Nada se les ha escapado a las redes sociales!

Las contradicciones en las que, en los últimos años, ha caído. Algunas por olvido, otras por distracción; unas cuantas por conveniencia y las últimas por una mala asesoría, se han venido como “bola de nieve” pues lo dicho en 18 años en las redes quedó guardado en una memoria digital que se desempolva a conveniencia de todos aquellos que aseguran, desde su perspectiva y a manera de un mal chiste, que “estábamos mejor cuando estábamos peor”.

Compañeros fieles en la batalla electorera hoy se han hecho a un lado y, en contrasentido, aquellos enemigos envueltos en las suaves telas de la corrupción se han convertido en colaboradores que, de la noche a la mañana, son respetables burócratas cuyo pasado, ahora, es inexistente.

Hombres que fueron calificados como funcionarios ejemplares han preferido separarse de esta senda que ya no es la misma que transitaron en la campaña. El caballero de las aduanas; el de hacienda, el del seguro social, medio ambiente y más han preferido no continuar en esta gesta transformadora. En cambio, se ha sumado a ella quien fuera condenado en las redes y en los libros por el tabasqueño y a quien se le responsabiliza del fraude del 88; la pareja académica que, con sus posesiones contradice fehacientemente el discurso de la “austeridad republicana” y otros tantos. Todo eso ha sido recordado por los protestantes de las redes sociales.

Las redes sociales que tanto beneficiaron al candidato y a las que consideró sus mejores aliadas porque, gracias a ellas, estaba “cercano al pueblo”, hoy se han convertido en el peor enemigo del funcionario electo pues no perdonan error alguno y lo hacen público a los ojos del mundo entero. Las redes sociales, otrora "benditas”, plagadas de integrados, ahora son consideradas como “paganas” por estar plenas de apocalípticos de esta 4T.

¿Qué ocurrirá en la segunda etapa del mandato del presidente López? No se preocupe, seguramente, lo dirán las redes.

¡Y hasta aquí!, pues como decía cierto periodista: “El tiempo apremia y el espacio se agota”.

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Y recuerde, será un gran día.



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