/ lunes 9 de octubre de 2023

El Telar | En la memoria

El pasado 2 de octubre, una vez más quedó claro que hay heridas abiertas que continúan sangrando; no se olvida ese fatídico día de 1968, como tampoco escapan al recuerdo otros cruentos acontecimientos que han marcado el alma de México.

La matanza de Tlatelolco, San Salvador Atenco, Acteal, Aguas Blancas, las muertas de Juárez, la guerra sucia, la masacre de San Fernando y Ayotzinapa son sólo algunos casos emblemáticos que pintan de cuerpo entero nuestro pasado. El Estado fallido, corrupto, autoritario y criminal sí existe, no es sólo un calificativo político, es una realidad lacerante que costó vidas, causó dolor y sembró la desesperanza.

La tarea incesante de las familias que han buscado por décadas a sus personas queridas, las viudas y los huérfanos que piden justicia y los jóvenes que tuvieron como único destino la cárcel recorren con sus historias las calles de Tamaulipas y de todo el país.

Durante la denominada guerra contra el narcotráfico, tan sólo de 2007 a 2012 hubo un saldo de 25 mil 967 homicidios, en este periodo las muertes aumentaron 192 por ciento y el terror resultó incalculable. Nunca más la sociedad volvió a ser la misma, las casas dejaron de ser un lugar seguro y la impunidad reinó en cada barrio.

De 1965 a 2005 hubo mil 990 personas desaparecidas, pero, de 2006 a 2018, hubo más de 139 mil, lo que significó un incremento de 7 mil por ciento en 12 años con relación a las últimas 4 décadas.

Si la lectura de estas cifras es avasalladora, recordemos cómo fue la realidad de las víctimas y de sus familiares y no olvidemos cómo fue en ese entonces nuestra propia vida. Millones de niñas, niños y jóvenes fueron arrebatados de la escuela por la pobreza, millones de personas nunca pudieron encontrar un empleo ya no digamos bien remunerado, sino medianamente remunerado, y las oportunidades parecían más producto del azar que de las políticas públicas.

Hoy de forma histórica casi nueve millones de personas han salido de la pobreza, la tendencia respecto del número de delitos cometidos se ha revertido y su comisión ha disminuido 17 por ciento.

De acuerdo con expertos de la industria prendaria, hay una caída continua en el consumo de servicios prendarios, mejor conocidos como empeño, originado principalmente por el reparto de los programas sociales del Gobierno de México. Pablo Cotler Ávalos, académico y economista a cargo del Nuevo Estudio de dicha industria, señaló que “El Estado les está resolviendo.

En México, 40 por ciento de las familias están recibiendo transferencias de programas sociales y esto se traduce en una menor demanda por financiamiento ym por consecuencia, la demanda por empeño ya no será tan vigorosa como antes”. Además, yo agregaría que el aumento del salario mínimo y la transformación del sistema de salud han contribuido a que las familias mexicanas tengan menos carencias económicas. Por supuesto que falta un largo camino por recorrer hasta llegar al lugar deseado; la pacificación del país es una tarea compleja, multifactorial y de largo aliento, pero no imposible, como lo demuestran los últimos estudios y estadísticas.

No se trata de denostar a los gobiernos anteriores para enaltecer a éste, no. Lo que se trata es de ver que sí podemos vivir mejor, que sí hay esperanza y que las cosas están funcionando. El binomio que constituyen las leyes y las políticas públicas está siendo virtuoso, ya que unas y otras no funcionan por sí solas.

Si no perdemos la memoria podemos aspirar a un mejor porvenir para nosotros y para las siguientes generaciones, ya que si reflexionamos con objetividad sobre nuestro presente, la realidad es que éste es alentador y la transformación sí está sucediendo.

  • blancanarro.telar@gmail.com

El pasado 2 de octubre, una vez más quedó claro que hay heridas abiertas que continúan sangrando; no se olvida ese fatídico día de 1968, como tampoco escapan al recuerdo otros cruentos acontecimientos que han marcado el alma de México.

La matanza de Tlatelolco, San Salvador Atenco, Acteal, Aguas Blancas, las muertas de Juárez, la guerra sucia, la masacre de San Fernando y Ayotzinapa son sólo algunos casos emblemáticos que pintan de cuerpo entero nuestro pasado. El Estado fallido, corrupto, autoritario y criminal sí existe, no es sólo un calificativo político, es una realidad lacerante que costó vidas, causó dolor y sembró la desesperanza.

La tarea incesante de las familias que han buscado por décadas a sus personas queridas, las viudas y los huérfanos que piden justicia y los jóvenes que tuvieron como único destino la cárcel recorren con sus historias las calles de Tamaulipas y de todo el país.

Durante la denominada guerra contra el narcotráfico, tan sólo de 2007 a 2012 hubo un saldo de 25 mil 967 homicidios, en este periodo las muertes aumentaron 192 por ciento y el terror resultó incalculable. Nunca más la sociedad volvió a ser la misma, las casas dejaron de ser un lugar seguro y la impunidad reinó en cada barrio.

De 1965 a 2005 hubo mil 990 personas desaparecidas, pero, de 2006 a 2018, hubo más de 139 mil, lo que significó un incremento de 7 mil por ciento en 12 años con relación a las últimas 4 décadas.

Si la lectura de estas cifras es avasalladora, recordemos cómo fue la realidad de las víctimas y de sus familiares y no olvidemos cómo fue en ese entonces nuestra propia vida. Millones de niñas, niños y jóvenes fueron arrebatados de la escuela por la pobreza, millones de personas nunca pudieron encontrar un empleo ya no digamos bien remunerado, sino medianamente remunerado, y las oportunidades parecían más producto del azar que de las políticas públicas.

Hoy de forma histórica casi nueve millones de personas han salido de la pobreza, la tendencia respecto del número de delitos cometidos se ha revertido y su comisión ha disminuido 17 por ciento.

De acuerdo con expertos de la industria prendaria, hay una caída continua en el consumo de servicios prendarios, mejor conocidos como empeño, originado principalmente por el reparto de los programas sociales del Gobierno de México. Pablo Cotler Ávalos, académico y economista a cargo del Nuevo Estudio de dicha industria, señaló que “El Estado les está resolviendo.

En México, 40 por ciento de las familias están recibiendo transferencias de programas sociales y esto se traduce en una menor demanda por financiamiento ym por consecuencia, la demanda por empeño ya no será tan vigorosa como antes”. Además, yo agregaría que el aumento del salario mínimo y la transformación del sistema de salud han contribuido a que las familias mexicanas tengan menos carencias económicas. Por supuesto que falta un largo camino por recorrer hasta llegar al lugar deseado; la pacificación del país es una tarea compleja, multifactorial y de largo aliento, pero no imposible, como lo demuestran los últimos estudios y estadísticas.

No se trata de denostar a los gobiernos anteriores para enaltecer a éste, no. Lo que se trata es de ver que sí podemos vivir mejor, que sí hay esperanza y que las cosas están funcionando. El binomio que constituyen las leyes y las políticas públicas está siendo virtuoso, ya que unas y otras no funcionan por sí solas.

Si no perdemos la memoria podemos aspirar a un mejor porvenir para nosotros y para las siguientes generaciones, ya que si reflexionamos con objetividad sobre nuestro presente, la realidad es que éste es alentador y la transformación sí está sucediendo.

  • blancanarro.telar@gmail.com