/ domingo 28 de enero de 2024

Hablando de medicina y salud | Somos lo que comemos

Recientemente la frase “somos lo que comemos” se ha hecho popular por la serie de Netflix con el mismo nombre en la que presentan a dos gemelos comiendo de forma diferente; por sí misma esta frase envuelve un profundo aspecto filosófico relacionado con la alimentación que implica no solamente tomar en consideración la parte de salud física, sino también aspectos relacionados con la salud mental, emocional y en última instancia, nuestra identidad.

La alimentación es parte esencial de nuestra vida y un aspecto esencial de la fisiología del ser humano. Sin embargo, la calidad, cantidad, origen y tipo de alimentación dicen mucho de quien la consume, de su cultura, prioridades e incluso de sus valores.

En una era en que la alimentación y la producción de alimentos en masa, optar por alimentos orgánicos, locales o por seguir dietas específicas, como la vegetariana o vegana, puede ser un acto de resistencia contra la industria alimentaria global y un compromiso con la sostenibilidad del planeta.

Profundos estudios acerca del papel de los genes y su influencia en las preferencias alimenticias nos hacen comprender que cada ser humano tiene una idiosincrasia genética que lo hace especial con requerimientos y necesidades nutricionales específicos que hoy día conocemos como nutrigenómica.

La elección de los alimentos no sólo afecta nuestro bienestar físico sino también emocional y psicológico. Estudios han demostrado también el papel de la alimentación rica en frutas, verduras y alimentos integrales que pueden mejorar el estado de ánimo y reducir el riesgo de enfermedades neurológicas y mentales.

Dejando de lado el bienestar físico, lo que comemos también es un medio de identidad cultural, tradición y memoria. Algunas regiones se caracterizan por sus platillos típicos y son una expresión de su historia, su geografía y escancia. Así al alimentarnos no sólo alimentamos el cuerpo, sino también absorbemos el alma de nuestras culturas y la historia de nuestros ancestros.

Esta reflexión lleva consigo un análisis profundo de responsabilidad de lo que trasmitimos a las nuevas generaciones, de nuestra responsabilidad social con los que sufren de hambre, con los más vulnerables tanto cultural como económicamente; por eso ser consciente de lo que comemos es un privilegio y un placer que debemos aquilatar.

“Somos lo que comemos” es entonces un recordatorio de la interconexión entre la alimentación, la individualidad del ser humano y como parte de una comunidad global. Un hito de responsabilidad con la sustentabilidad, responsabilidad con la salud colectiva y planetaria.

Los invito a reflexionar sobre nuestras elecciones nutricionales, nuestro compromiso con el entorno económico y cultural. En conclusión, esta frase nos conlleva a considerar cómo, a través de- lo que comemos- podemos influir sobre nuestro mundo y nosotros mismos de manera profunda y significativa.

Recientemente la frase “somos lo que comemos” se ha hecho popular por la serie de Netflix con el mismo nombre en la que presentan a dos gemelos comiendo de forma diferente; por sí misma esta frase envuelve un profundo aspecto filosófico relacionado con la alimentación que implica no solamente tomar en consideración la parte de salud física, sino también aspectos relacionados con la salud mental, emocional y en última instancia, nuestra identidad.

La alimentación es parte esencial de nuestra vida y un aspecto esencial de la fisiología del ser humano. Sin embargo, la calidad, cantidad, origen y tipo de alimentación dicen mucho de quien la consume, de su cultura, prioridades e incluso de sus valores.

En una era en que la alimentación y la producción de alimentos en masa, optar por alimentos orgánicos, locales o por seguir dietas específicas, como la vegetariana o vegana, puede ser un acto de resistencia contra la industria alimentaria global y un compromiso con la sostenibilidad del planeta.

Profundos estudios acerca del papel de los genes y su influencia en las preferencias alimenticias nos hacen comprender que cada ser humano tiene una idiosincrasia genética que lo hace especial con requerimientos y necesidades nutricionales específicos que hoy día conocemos como nutrigenómica.

La elección de los alimentos no sólo afecta nuestro bienestar físico sino también emocional y psicológico. Estudios han demostrado también el papel de la alimentación rica en frutas, verduras y alimentos integrales que pueden mejorar el estado de ánimo y reducir el riesgo de enfermedades neurológicas y mentales.

Dejando de lado el bienestar físico, lo que comemos también es un medio de identidad cultural, tradición y memoria. Algunas regiones se caracterizan por sus platillos típicos y son una expresión de su historia, su geografía y escancia. Así al alimentarnos no sólo alimentamos el cuerpo, sino también absorbemos el alma de nuestras culturas y la historia de nuestros ancestros.

Esta reflexión lleva consigo un análisis profundo de responsabilidad de lo que trasmitimos a las nuevas generaciones, de nuestra responsabilidad social con los que sufren de hambre, con los más vulnerables tanto cultural como económicamente; por eso ser consciente de lo que comemos es un privilegio y un placer que debemos aquilatar.

“Somos lo que comemos” es entonces un recordatorio de la interconexión entre la alimentación, la individualidad del ser humano y como parte de una comunidad global. Un hito de responsabilidad con la sustentabilidad, responsabilidad con la salud colectiva y planetaria.

Los invito a reflexionar sobre nuestras elecciones nutricionales, nuestro compromiso con el entorno económico y cultural. En conclusión, esta frase nos conlleva a considerar cómo, a través de- lo que comemos- podemos influir sobre nuestro mundo y nosotros mismos de manera profunda y significativa.