/ sábado 10 de febrero de 2024

Hablemos de tecnología | Conectados pero solos

Somos una distopía, una completa y confusa ironía, una sociedad que crece bajo la IA y que pareciera que cada día, está más inmersa en la agonía. ¡Pero qué tremenda osadía!, hace un tiempo nadie pensaría, que el futuro se forjaría, con más tristeza que alegría, y que tanta y tanta tecnología, en vez de unirnos nos alejaría.

¡Qué solos estamos!, amigo lector. En esta ocasión y a escasos días del mejor momento del año, obviamente San Valentín, permítame llevarlo por un viaje reflexivo acerca de cómo, en esta era dominada por la tecnología y las redes sociales, estamos más conectados que nunca, pero paradójicamente, tan o más solos que siempre.

Internet ha borrado las distancias geográficas y nos ha dado herramientas para mantenernos en contacto constante con amigos, familiares y colegas. Sin embargo, esta misma herramienta parece estar cavando un abismo en nuestras habilidades para establecer conexiones humanas profundas y significativas.

La era digital nos ha regalado el acceso a una cantidad abrumadora de información y la posibilidad de interactuar con un simple clic. Según datos del Pew Research Center, casi el 70% de los millennials prefieren la comunicación digital al cara a cara. Este dato, aunque refleja una adaptación a las nuevas formas de interacción, también esboza una preocupante tendencia hacia el aislamiento y la falta de empatía. Zygmunt Bauman -DIOS le guarde querido maestro-, con su concepto de “modernidad líquida”, ya advertía sobre el desuso de las habilidades de comunicación tradicionales, un fenómeno que parece agravarse con cada generación que crece inmersa en la virtualidad.

En esta columna, nos hemos adentrado en cómo las redes sociales, a pesar de sus ventajas, están remodelando nuestras relaciones personales de maneras que no siempre son beneficiosas. Hemos abordado recientemente también un fenómeno preocupante: las estafas románticas en plataformas como Facebook, donde los usuarios buscan conexiones emocionales que, en ocasiones, terminan en desilusión y fraude. Para poder entender estos fenómenos es fundamental reconocer que las redes sociales ofrecen una ventana a la vida de los demás sin precedentes. Plataformas como LinkedIn, Instagram y Facebook nos permiten conocer los intereses, logros y círculos sociales de una persona antes incluso de conocerla en persona. Esto puede dar la ilusión de cercanía y comprensión, pero ¿realmente nos acerca a los demás o solo nos ofrece una versión “curada” de sus vidas?

El speaker y escritor Simon Sinek, en sus conferencias TED, apunta a cómo los millennials, y por extensión las generaciones posteriores, centennials y pandemials, están perdiendo la capacidad de enfrentar situaciones estresantes sin el filtro de una pantalla. La falta de contacto visual, la comunicación no verbal y la empatía que se desarrolla en las interacciones cara a cara son insustituibles y fundamentales para construir relaciones sólidas y significativas.

Pero no todo está perdido. La tecnología también nos brinda herramientas para fomentar el reencuentro y la comunicación genuina. Desde organizar reuniones virtuales que imiten la cercanía del contacto físico -recordemos que el Covid sigue rondando el planeta- hasta utilizar las plataformas para coordinar encuentros en persona, podemos encontrar un equilibrio. La clave está en usar la tecnología como un puente hacia relaciones más profundas y no como un sustituto de la interacción humana.

Cada escenario comunicativo tiene sus propias dinámicas y requiere de una comprensión particular. Es decir, para cabalgar estos nuevos tiempos, podemos y debemos aprender a navegar tanto en el mundo digital como en el físico con éxito. Esto implica, entre otras cosas, incentivar el diálogo cara a cara, escuchar activamente y cultivar la paciencia.

En este camino hacia la resocialización, recordemos que, aunque la tecnología avanza a pasos agigantados, el valor de una conversación cara a cara, de una mirada sincera y de un abrazo en el momento justo, sigue siendo insustituible. Cultivar relaciones significativas requiere tiempo, esfuerzo y presencia, elementos que ninguna aplicación puede replicar. La tecnología puede y debe ser nuestra aliada, pero no olvidemos que, al final del día, son nuestros lazos humanos los que verdaderamente nos definen y enriquecen como personas que usan máquinas, antes de que esto se vuelva un desastre donde solo haya máquinas usando personas.


Facebook:www.facebook.com/soylalodelatorre

X: @lalodelatorreg

Correo: tecnologia@lalodelatorre.com

Somos una distopía, una completa y confusa ironía, una sociedad que crece bajo la IA y que pareciera que cada día, está más inmersa en la agonía. ¡Pero qué tremenda osadía!, hace un tiempo nadie pensaría, que el futuro se forjaría, con más tristeza que alegría, y que tanta y tanta tecnología, en vez de unirnos nos alejaría.

¡Qué solos estamos!, amigo lector. En esta ocasión y a escasos días del mejor momento del año, obviamente San Valentín, permítame llevarlo por un viaje reflexivo acerca de cómo, en esta era dominada por la tecnología y las redes sociales, estamos más conectados que nunca, pero paradójicamente, tan o más solos que siempre.

Internet ha borrado las distancias geográficas y nos ha dado herramientas para mantenernos en contacto constante con amigos, familiares y colegas. Sin embargo, esta misma herramienta parece estar cavando un abismo en nuestras habilidades para establecer conexiones humanas profundas y significativas.

La era digital nos ha regalado el acceso a una cantidad abrumadora de información y la posibilidad de interactuar con un simple clic. Según datos del Pew Research Center, casi el 70% de los millennials prefieren la comunicación digital al cara a cara. Este dato, aunque refleja una adaptación a las nuevas formas de interacción, también esboza una preocupante tendencia hacia el aislamiento y la falta de empatía. Zygmunt Bauman -DIOS le guarde querido maestro-, con su concepto de “modernidad líquida”, ya advertía sobre el desuso de las habilidades de comunicación tradicionales, un fenómeno que parece agravarse con cada generación que crece inmersa en la virtualidad.

En esta columna, nos hemos adentrado en cómo las redes sociales, a pesar de sus ventajas, están remodelando nuestras relaciones personales de maneras que no siempre son beneficiosas. Hemos abordado recientemente también un fenómeno preocupante: las estafas románticas en plataformas como Facebook, donde los usuarios buscan conexiones emocionales que, en ocasiones, terminan en desilusión y fraude. Para poder entender estos fenómenos es fundamental reconocer que las redes sociales ofrecen una ventana a la vida de los demás sin precedentes. Plataformas como LinkedIn, Instagram y Facebook nos permiten conocer los intereses, logros y círculos sociales de una persona antes incluso de conocerla en persona. Esto puede dar la ilusión de cercanía y comprensión, pero ¿realmente nos acerca a los demás o solo nos ofrece una versión “curada” de sus vidas?

El speaker y escritor Simon Sinek, en sus conferencias TED, apunta a cómo los millennials, y por extensión las generaciones posteriores, centennials y pandemials, están perdiendo la capacidad de enfrentar situaciones estresantes sin el filtro de una pantalla. La falta de contacto visual, la comunicación no verbal y la empatía que se desarrolla en las interacciones cara a cara son insustituibles y fundamentales para construir relaciones sólidas y significativas.

Pero no todo está perdido. La tecnología también nos brinda herramientas para fomentar el reencuentro y la comunicación genuina. Desde organizar reuniones virtuales que imiten la cercanía del contacto físico -recordemos que el Covid sigue rondando el planeta- hasta utilizar las plataformas para coordinar encuentros en persona, podemos encontrar un equilibrio. La clave está en usar la tecnología como un puente hacia relaciones más profundas y no como un sustituto de la interacción humana.

Cada escenario comunicativo tiene sus propias dinámicas y requiere de una comprensión particular. Es decir, para cabalgar estos nuevos tiempos, podemos y debemos aprender a navegar tanto en el mundo digital como en el físico con éxito. Esto implica, entre otras cosas, incentivar el diálogo cara a cara, escuchar activamente y cultivar la paciencia.

En este camino hacia la resocialización, recordemos que, aunque la tecnología avanza a pasos agigantados, el valor de una conversación cara a cara, de una mirada sincera y de un abrazo en el momento justo, sigue siendo insustituible. Cultivar relaciones significativas requiere tiempo, esfuerzo y presencia, elementos que ninguna aplicación puede replicar. La tecnología puede y debe ser nuestra aliada, pero no olvidemos que, al final del día, son nuestros lazos humanos los que verdaderamente nos definen y enriquecen como personas que usan máquinas, antes de que esto se vuelva un desastre donde solo haya máquinas usando personas.


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