/ domingo 16 de mayo de 2021

Soy maestro

Para todos los Maestros y Maestras que eligieron la noble tarea de enseñar, conscientes de que “la educación no cambia al mundo; cambia a los hombres que cambian al mundo”. (Paulo Freire)

Bienaventurados los maestros que con su vocación de servicio y su ejemplo de vida lograron alejar a sus estudiantes de la desesperanza. La esperanza que pusieron en ellos, un día será recompensada.

Bienaventurados sean los maestros para quienes la grandeza de su misión fue mayor que su deseo de reconocimiento social y ambición personal. Su corazón no carecerá de ganancia.

Bienaventurados sean los maestros que han entendido que su verdadero desafío consiste en ayudar a sus alumnos a que aprendan a dar a luz la verdad. Serán testigos de cómo la vida, en su fluir, recicla su maravilla mientras a sí misma se retroalimenta.

Bienaventurados los maestros que no se conforman con explicar y demostrar clara y suficientemente cada tema de la materia que enseñan, sino que también procuran inspirar a través de su congruencia a sus alumnos. La trascendencia será su más preciado galardón.

Bienaventurados los maestros que permitieron que sus alumnos tocaran su corazón y tuvieron igualmente el privilegio de tocar el de ellos. Su alma atesorará recuerdos por siempre inolvidables.

Bienaventurados sean los maestros que saben que no educan para las clases, sino para la vida. Han sembrado la semilla fecunda que ni lluvia ni vendaval podrán jamás destruir.

Bienaventurados los maestros que saben distinguir entre instruir y educar. Darán luces a la mente y horizontes al corazón. Y habrán encontrado la pauta precisa para formar integralmente a las personas, para todas las estaciones de la vida.

Bienaventurados los maestros que están siempre preparados para impartir sus clases con niveles de excelencia, pero además lo disfrutan y son felices haciéndolo. Encontraron la ecuación perfecta que dará sentido a su vida como docentes.

Bienaventurados los maestros quienes, además de la transmisión puntual de los datos objetivos y la evidencia científica necesarios para sus clases, se dieron un poco de tiempo para mostrar a sus estudiantes la bondad de los valores humanos fundamentales para la sana convivencia humana: el respeto, la responsabilidad, el amor a la patria y la solidaridad, mientras les invitaban con entusiasmo a observarlos puntualmente. Por los frutos que esa enseñanza un día producirá, serán también reconocidos.

Bienaventurados los maestros que sin dejar de lado el valor formativo de la disciplina en su clase, supieron ser empáticos y comprensivos con sus alumnos. Ellos no lo recordarán con resentimiento o indiferencia, sino con nostalgia y agradecimiento por sus enseñanzas.

Bienaventurados los maestros de la escuela inicial, que recordaron siempre las sabias palabras del pedagogo: “Los niños crean referencias para el futuro”. Sabrán formarlos, para cuando su tiempo llegue, sepan enfrentar con ventaja ese futuro.

Bienaventurados los maestros que saben usar con prudencia la tecnología como apoyo para el quehacer académico. Jamás merecerán ser reemplazados por ella.

Bienaventurados los maestros que saben distinguir entre información y conocimiento y entre conocimiento y sabiduría. Nunca serán presa de la prepotencia y la vanidad.

Y sean finalmente Bienaventurados todos los maestros de esta tierra, de escuela rica o pobre, de escuela rural o Universidad prestigiada; de todos los pueblos, razas, credos y pedagogías, que saben agradecer diariamente por el privilegio de serlo, a Quien “les permitió pasar sus días con el futuro”. (J.W. Schlatter.)

“… Señor, Tú que enseñaste,

perdona que yo enseñe…”

Gabriela Mistral

Para todos los Maestros y Maestras que eligieron la noble tarea de enseñar, conscientes de que “la educación no cambia al mundo; cambia a los hombres que cambian al mundo”. (Paulo Freire)

Bienaventurados los maestros que con su vocación de servicio y su ejemplo de vida lograron alejar a sus estudiantes de la desesperanza. La esperanza que pusieron en ellos, un día será recompensada.

Bienaventurados sean los maestros para quienes la grandeza de su misión fue mayor que su deseo de reconocimiento social y ambición personal. Su corazón no carecerá de ganancia.

Bienaventurados sean los maestros que han entendido que su verdadero desafío consiste en ayudar a sus alumnos a que aprendan a dar a luz la verdad. Serán testigos de cómo la vida, en su fluir, recicla su maravilla mientras a sí misma se retroalimenta.

Bienaventurados los maestros que no se conforman con explicar y demostrar clara y suficientemente cada tema de la materia que enseñan, sino que también procuran inspirar a través de su congruencia a sus alumnos. La trascendencia será su más preciado galardón.

Bienaventurados los maestros que permitieron que sus alumnos tocaran su corazón y tuvieron igualmente el privilegio de tocar el de ellos. Su alma atesorará recuerdos por siempre inolvidables.

Bienaventurados sean los maestros que saben que no educan para las clases, sino para la vida. Han sembrado la semilla fecunda que ni lluvia ni vendaval podrán jamás destruir.

Bienaventurados los maestros que saben distinguir entre instruir y educar. Darán luces a la mente y horizontes al corazón. Y habrán encontrado la pauta precisa para formar integralmente a las personas, para todas las estaciones de la vida.

Bienaventurados los maestros que están siempre preparados para impartir sus clases con niveles de excelencia, pero además lo disfrutan y son felices haciéndolo. Encontraron la ecuación perfecta que dará sentido a su vida como docentes.

Bienaventurados los maestros quienes, además de la transmisión puntual de los datos objetivos y la evidencia científica necesarios para sus clases, se dieron un poco de tiempo para mostrar a sus estudiantes la bondad de los valores humanos fundamentales para la sana convivencia humana: el respeto, la responsabilidad, el amor a la patria y la solidaridad, mientras les invitaban con entusiasmo a observarlos puntualmente. Por los frutos que esa enseñanza un día producirá, serán también reconocidos.

Bienaventurados los maestros que sin dejar de lado el valor formativo de la disciplina en su clase, supieron ser empáticos y comprensivos con sus alumnos. Ellos no lo recordarán con resentimiento o indiferencia, sino con nostalgia y agradecimiento por sus enseñanzas.

Bienaventurados los maestros de la escuela inicial, que recordaron siempre las sabias palabras del pedagogo: “Los niños crean referencias para el futuro”. Sabrán formarlos, para cuando su tiempo llegue, sepan enfrentar con ventaja ese futuro.

Bienaventurados los maestros que saben usar con prudencia la tecnología como apoyo para el quehacer académico. Jamás merecerán ser reemplazados por ella.

Bienaventurados los maestros que saben distinguir entre información y conocimiento y entre conocimiento y sabiduría. Nunca serán presa de la prepotencia y la vanidad.

Y sean finalmente Bienaventurados todos los maestros de esta tierra, de escuela rica o pobre, de escuela rural o Universidad prestigiada; de todos los pueblos, razas, credos y pedagogías, que saben agradecer diariamente por el privilegio de serlo, a Quien “les permitió pasar sus días con el futuro”. (J.W. Schlatter.)

“… Señor, Tú que enseñaste,

perdona que yo enseñe…”

Gabriela Mistral