/ lunes 10 de diciembre de 2018

Con café y a media luz | Tampico en la ruta de los migrantes

La mayoría de la gente que lee la columna de este servidor, supone que mi trabajo de tiempo completo es en esta casa editora y no es así. EL SOL DE TAMPICO me ha permitido ser el escaparate para ejercer el periodismo de opinión desde este espacio a través del cual, puedo estar vigente en la sociedad de la zona conurbada, después de la desaparición de la empresa Telecable y su señal privada denominada “Cablecanal”.

El que escribe está sirviendo, desde hace casi diez años, en una dependencia pública de orden federal ubicada en una zona ejidal perteneciente a la hermosa ciudad de Altamira. Gracias a lo anteriormente dicho, he podido ser testigo en miles de ocasiones del traslado de autos chatarra desde los Estados Unidos hasta países ubicados en América Central, identificados claramente porque llevan en los parabrisas rotos la leyenda “in tow”. En otras palabras: Estos lares no son ajenos ni desconocidos para ciudadanos hondureños o guatemaltecos.

Esta aclaración la considero necesaria para comentarle que la semana anterior tuve la necesidad de trasladarme a avanzadas horas de la noche desde aquel lugar hasta el centro de Tampico.

Para tal efecto un buen amigo y compañero de labores se ofreció a acercarme a la avenida Divisoria que, como su nombre lo indica, es la zona limítrofe entre Altamira y la delegación norte de Tampico, allí abordé un microbús de la ruta “Bosque por avenida Hidalgo”.

Buen tramo del trayecto fue tranquilo hasta que, a la altura de un gran centro comercial ubicado en la principal arteria de nuestra ciudad, se subieron dos individuos de aspecto diferente a lo común de nuestra región. Ocuparon sendos asientos separados uno enseguida del otro, por lo que se acomodaron de tal manera que daban al frente del pasillo central.

Después de unas cuantas cuadras uno de ellos se plantó en el centro de la unidad y con los brazos abiertos en señal de llamarnos la atención y, a la par, que conserváramos la calma, comenzó a hablarnos con un acento caribeño, muy distinto al costeño de nuestros vecinos veracruzanos. La tensión inició entre las mujeres y hombres que estábamos en ese vehículo, cuando declaró ser un viajero en situación de ilegalidad.

Mientras explicaba que ocho personas entre hombres, mujeres y niños se habían desviado de la trayectoria de la caravana migrante para terminar en tierras tampiqueñas, sacaba de entre sus ropas una credencial para identificarse y tratar de demostrar que él no representaba peligro alguno ya que, según reconoció, la imagen personal que tenían no era precisamente la mejor.

El hombre describió rápidamente la forma en que entraron al país, en condiciones irregulares, por supuesto. Detalló cómo se habían separado de la caravana, la razón por la que decidieron quedarse en nuestra ciudad y quiénes los acompañaban.

En ese momento yo llegaba al punto en el que debía descender y así lo hice, sin embargo, traté de no perder atención a las últimas palabras del hombre aquel que se aprestaba a solicitar ayuda económica a los pasajeros que se quedaron a bordo del “Bosque por avenida Hidalgo”.

Estando en la banqueta y mientras veía cómo se alejaba el autobús para adentrarse en las calles de la zona centro, una decena de inquietudes, preguntas y reflexiones se empezaron a generar en mi cabeza.

Si bien es cierto que esperábamos algunos miembros de la caravana migrante se desperdigarían por el territorio nacional mucho antes de la llegada a la frontera del estado de Baja California Norte, también es verdad que no nos imaginamos que llegarían tan pronto al Golfo de México y menos a tierras tamaulipecas por los argumentos de inseguridad que se estuvieron manejando en las redes sociales.

¿Cuántos son en realidad?, ¿En dónde se están quedando?, ¿Qué pasará con esta micro sociedad que está gestándose en las entrañas de nuestra conurbación?, ¿qué planes hay para ellos por parte de las autoridades?, ¿está enterada la oficina local de la Secretaría de Relaciones Exteriores?, ¿a qué se verán obligados si no encuentran una manera digna y plena para satisfacer las necesidades básicas de los menores y mujeres que los acompañan?

Lo que este servidor escuchó y observó de los centroamericanos la semana anterior en el transporte público me hace pensar que no es un hecho aislado, por el contrario, y sin querer ser alarmista, me lleva a considerar que este es el inicio de la llegada de inmigrantes a esta zona y que, quizá, arribaron para quedarse, para ya no irse.

¡Hasta la próxima!

Escríbame a:

licajimenezmcc@hotmail.com

Y recuerde, para mañana ¡Despierte, no se duerma que será un gran día!

La mayoría de la gente que lee la columna de este servidor, supone que mi trabajo de tiempo completo es en esta casa editora y no es así. EL SOL DE TAMPICO me ha permitido ser el escaparate para ejercer el periodismo de opinión desde este espacio a través del cual, puedo estar vigente en la sociedad de la zona conurbada, después de la desaparición de la empresa Telecable y su señal privada denominada “Cablecanal”.

El que escribe está sirviendo, desde hace casi diez años, en una dependencia pública de orden federal ubicada en una zona ejidal perteneciente a la hermosa ciudad de Altamira. Gracias a lo anteriormente dicho, he podido ser testigo en miles de ocasiones del traslado de autos chatarra desde los Estados Unidos hasta países ubicados en América Central, identificados claramente porque llevan en los parabrisas rotos la leyenda “in tow”. En otras palabras: Estos lares no son ajenos ni desconocidos para ciudadanos hondureños o guatemaltecos.

Esta aclaración la considero necesaria para comentarle que la semana anterior tuve la necesidad de trasladarme a avanzadas horas de la noche desde aquel lugar hasta el centro de Tampico.

Para tal efecto un buen amigo y compañero de labores se ofreció a acercarme a la avenida Divisoria que, como su nombre lo indica, es la zona limítrofe entre Altamira y la delegación norte de Tampico, allí abordé un microbús de la ruta “Bosque por avenida Hidalgo”.

Buen tramo del trayecto fue tranquilo hasta que, a la altura de un gran centro comercial ubicado en la principal arteria de nuestra ciudad, se subieron dos individuos de aspecto diferente a lo común de nuestra región. Ocuparon sendos asientos separados uno enseguida del otro, por lo que se acomodaron de tal manera que daban al frente del pasillo central.

Después de unas cuantas cuadras uno de ellos se plantó en el centro de la unidad y con los brazos abiertos en señal de llamarnos la atención y, a la par, que conserváramos la calma, comenzó a hablarnos con un acento caribeño, muy distinto al costeño de nuestros vecinos veracruzanos. La tensión inició entre las mujeres y hombres que estábamos en ese vehículo, cuando declaró ser un viajero en situación de ilegalidad.

Mientras explicaba que ocho personas entre hombres, mujeres y niños se habían desviado de la trayectoria de la caravana migrante para terminar en tierras tampiqueñas, sacaba de entre sus ropas una credencial para identificarse y tratar de demostrar que él no representaba peligro alguno ya que, según reconoció, la imagen personal que tenían no era precisamente la mejor.

El hombre describió rápidamente la forma en que entraron al país, en condiciones irregulares, por supuesto. Detalló cómo se habían separado de la caravana, la razón por la que decidieron quedarse en nuestra ciudad y quiénes los acompañaban.

En ese momento yo llegaba al punto en el que debía descender y así lo hice, sin embargo, traté de no perder atención a las últimas palabras del hombre aquel que se aprestaba a solicitar ayuda económica a los pasajeros que se quedaron a bordo del “Bosque por avenida Hidalgo”.

Estando en la banqueta y mientras veía cómo se alejaba el autobús para adentrarse en las calles de la zona centro, una decena de inquietudes, preguntas y reflexiones se empezaron a generar en mi cabeza.

Si bien es cierto que esperábamos algunos miembros de la caravana migrante se desperdigarían por el territorio nacional mucho antes de la llegada a la frontera del estado de Baja California Norte, también es verdad que no nos imaginamos que llegarían tan pronto al Golfo de México y menos a tierras tamaulipecas por los argumentos de inseguridad que se estuvieron manejando en las redes sociales.

¿Cuántos son en realidad?, ¿En dónde se están quedando?, ¿Qué pasará con esta micro sociedad que está gestándose en las entrañas de nuestra conurbación?, ¿qué planes hay para ellos por parte de las autoridades?, ¿está enterada la oficina local de la Secretaría de Relaciones Exteriores?, ¿a qué se verán obligados si no encuentran una manera digna y plena para satisfacer las necesidades básicas de los menores y mujeres que los acompañan?

Lo que este servidor escuchó y observó de los centroamericanos la semana anterior en el transporte público me hace pensar que no es un hecho aislado, por el contrario, y sin querer ser alarmista, me lleva a considerar que este es el inicio de la llegada de inmigrantes a esta zona y que, quizá, arribaron para quedarse, para ya no irse.

¡Hasta la próxima!

Escríbame a:

licajimenezmcc@hotmail.com

Y recuerde, para mañana ¡Despierte, no se duerma que será un gran día!