/ martes 16 de junio de 2020

Cambiavía | Lectura y adolescencia

Segunda parte

Como bien se sabe, la adolescencia es una etapa de búsqueda, de cuestionamientos, de dependencia, de conflictos emocionales, de intereses sexuales. Entonces, ¿qué pueden leer los jóvenes entre los doce y los dieciocho años?

Nos queda claro que no se puede leer todo ni tampoco leer lo primero que se te ponga enfrente. Es necesario darse tiempo para elegir; seguir el instinto para encontrar el libro adecuado, aunque bien sabemos que es el libro el que lo encuentra a uno. Mamás, papás y maestras deberían prestar atención a los temas que ocupan el centro de interés de los jóvenes. Qué música escuchan, cuáles espectáculos les llama la atención, qué hacen en su tiempo libre, cuáles son sus preocupaciones ideológicas, morales. Estas reflexiones nos permitirán ubicar al adolescente dentro de lo que realmente le interesa. Cabe recordar que la juventud es diversa, aún dentro de la misma ciudad, colonia, rancho o barrio. La juventud actúa según su entorno, esa es la gran diferencia entre ciudades como San Cristóbal de las Casas, Tijuana, la Ciudad de México o Nuevo Laredo. Y ese es uno de los desafíos que enfrenta la educación formal, pues los Planes y Programas de estudio, con frecuencia generan estereotipos, asumiendo que los lectores son iguales en todo el país.

Si bien es cierto que los programas actuales proponen que el docente elija las lecturas, la realidad nos dice que eso no pasa. Y no pasa por dos razones: la primera tiene que ver con la comodidad que representa aceptar las propuestas de las empresas editoriales, y la segunda porque en la mayoría de las escuelas, pero de manera más acentuada en las privadas, las lecturas recomendadas y obligadas pasan por Osho, Paulo Coelho, Cuauhtémoc Sánchez y similares. Aquí vale una aclaración: ese tipo de lecturas no son del todo malas y, en la mayoría de los casos, ayudan a ser mejor persona, ayudan a vivir, a mejorar la autoestima y los valores, pero no son libros estrictamente literarios. Esto último lo debieran tener muy claro, en principio, el magisterio. Si los docentes obligan a sus estudiantes a leer ese tipo de obras, no pueden esperar que sean lectores, descalifican a sus alumnos pero no el tipo de lecturas.

Por eso, es importante repensar cuáles podrían ser los posibles centros de interés que orienten el gusto por la lectura en nuestros muchachos y muchachas.

Uno de los centros de interés tiene que ver con el amor. El amor en nuestros días se encuentra muy lejano del que plantean novelas como “Madame Bovary”, de Gustave Flaubert; “Orgullo y prejuicio” de la enorme escritora Jane Austen. Los jóvenes no se pueden identificar con la narrativa, el vocabulario y, especialmente, con la historia y la moral oculta en el libro escrito hace ya bastante tiempo.

En contraste, la juventud cuenta con la Internet, Netflix, Amazon video, HBO, programas de televisión, pornografía o videos con una fuerte carga erótica. Las imágenes que muestran dejan muy poco a la imaginación. Tal vez por eso no leerán las propuestas del maestro. Los medios electrónicos envuelven a los adolescentes en cualquier actividad menos en la lectura, la cual es importante para mejorar su aprendizaje. La falta de interés por la lectura tiene mucho que ver con el entorno en el que se desarrollan. Desconocen el valor que tienen las letras en un libro y que el conjunto de frases y conceptos les podrían facilitar las actividades que realizan de manera cotidiana. No leer trae consecuencias en el aprendizaje, entre otras, una mala ortografía, falta de cultura y serias carencias para comunicarse con los demás.

Segunda parte

Como bien se sabe, la adolescencia es una etapa de búsqueda, de cuestionamientos, de dependencia, de conflictos emocionales, de intereses sexuales. Entonces, ¿qué pueden leer los jóvenes entre los doce y los dieciocho años?

Nos queda claro que no se puede leer todo ni tampoco leer lo primero que se te ponga enfrente. Es necesario darse tiempo para elegir; seguir el instinto para encontrar el libro adecuado, aunque bien sabemos que es el libro el que lo encuentra a uno. Mamás, papás y maestras deberían prestar atención a los temas que ocupan el centro de interés de los jóvenes. Qué música escuchan, cuáles espectáculos les llama la atención, qué hacen en su tiempo libre, cuáles son sus preocupaciones ideológicas, morales. Estas reflexiones nos permitirán ubicar al adolescente dentro de lo que realmente le interesa. Cabe recordar que la juventud es diversa, aún dentro de la misma ciudad, colonia, rancho o barrio. La juventud actúa según su entorno, esa es la gran diferencia entre ciudades como San Cristóbal de las Casas, Tijuana, la Ciudad de México o Nuevo Laredo. Y ese es uno de los desafíos que enfrenta la educación formal, pues los Planes y Programas de estudio, con frecuencia generan estereotipos, asumiendo que los lectores son iguales en todo el país.

Si bien es cierto que los programas actuales proponen que el docente elija las lecturas, la realidad nos dice que eso no pasa. Y no pasa por dos razones: la primera tiene que ver con la comodidad que representa aceptar las propuestas de las empresas editoriales, y la segunda porque en la mayoría de las escuelas, pero de manera más acentuada en las privadas, las lecturas recomendadas y obligadas pasan por Osho, Paulo Coelho, Cuauhtémoc Sánchez y similares. Aquí vale una aclaración: ese tipo de lecturas no son del todo malas y, en la mayoría de los casos, ayudan a ser mejor persona, ayudan a vivir, a mejorar la autoestima y los valores, pero no son libros estrictamente literarios. Esto último lo debieran tener muy claro, en principio, el magisterio. Si los docentes obligan a sus estudiantes a leer ese tipo de obras, no pueden esperar que sean lectores, descalifican a sus alumnos pero no el tipo de lecturas.

Por eso, es importante repensar cuáles podrían ser los posibles centros de interés que orienten el gusto por la lectura en nuestros muchachos y muchachas.

Uno de los centros de interés tiene que ver con el amor. El amor en nuestros días se encuentra muy lejano del que plantean novelas como “Madame Bovary”, de Gustave Flaubert; “Orgullo y prejuicio” de la enorme escritora Jane Austen. Los jóvenes no se pueden identificar con la narrativa, el vocabulario y, especialmente, con la historia y la moral oculta en el libro escrito hace ya bastante tiempo.

En contraste, la juventud cuenta con la Internet, Netflix, Amazon video, HBO, programas de televisión, pornografía o videos con una fuerte carga erótica. Las imágenes que muestran dejan muy poco a la imaginación. Tal vez por eso no leerán las propuestas del maestro. Los medios electrónicos envuelven a los adolescentes en cualquier actividad menos en la lectura, la cual es importante para mejorar su aprendizaje. La falta de interés por la lectura tiene mucho que ver con el entorno en el que se desarrollan. Desconocen el valor que tienen las letras en un libro y que el conjunto de frases y conceptos les podrían facilitar las actividades que realizan de manera cotidiana. No leer trae consecuencias en el aprendizaje, entre otras, una mala ortografía, falta de cultura y serias carencias para comunicarse con los demás.