/ lunes 2 de mayo de 2022

Desde el faro | Adiós a la palmera de Carlota

Una de las noticias recientes y que ha causado polémica es la decisión de retirar una emblemática palmera que por más de cien años ha permanecido en la Ciudad en el siempre iluminado Paseo de Reforma, rompiendo con el panorama urbano del centro de la capital.

Nunca había tomado tanta relevancia una singular palmera. A decir de las autoridades capitalinas, la legendaria y tropical planta se “enfermo” y pues, bueno, representa un peligro para quien pudiera sufrir un accidente si le llegase a caer en su auto, ¡se imaginan, recibir un palmerazo!

Pero, ¿quién fue la responsable de colocar una palmera en ese lugar? La emperatriz Carlota, enferma de celos, mandó a hacer un camino larguísimo que llegara al Palacio Nacional para que, cuando saliera su guapo esposo Maximiliano en el carruaje rumbo a sus oficinas en Palacio de gobierno, ella pudiera verlo desde uno de los balcones del Castillo, no fuera a ser que al despistado de Maximiliano se le ocurriera subir a una damisela al carruaje o, lo que es peor, desviarse a una de esas casas indecorosas. ¿Le sabría algo al tremendo Maximiliano?

Pero, bueno, el caso fue que el camino era conocido por el paseo de la emperatriz, obviamente con el derrocamiento de la monarquía y todo lo que oliera a ella, le cambiaron el nombre y le empezaron a llamar: el paseo de Juárez.

Posteriormente Sebastián Lerdo de Tejada le dio el nombre con el que hoy la conocemos: “Paseo de la Reforma”, además mandó construir cuatro Glorietas para embellecer el camino. Y dar un orden vial. También el General don Porfirio Díaz puso su granito de arena en ese camino colocando monumentos de personajes históricos como Colón (que por cierto ya lo retiraron), a Cuauhtémoc y el icónico monumento a la Independencia que nos representa en el mundo. Y que es hoy por hoy el emblema de triunfo y festejo futbolero.

El camino, con el tiempo y el crecimiento desbordado de la ciudad, se convirtió en una gran avenida admirada por los mexicanos y en un recorrido obligado para los extranjeros.

De niña estaba acostumbrada a ver palmeras en mi entorno y máxime viviendo muy cerca de la playa, pues era lógico ver palmeras, playa, cocos etc…muy tropical y de la costa. Por eso en los viajes que nos llevaba mi papá a la capital, ya de jovencita y vi la palmera en plena Reforma, se me hizo “curioso” verla sola y sin una razón de por qué estaba ahí, ya que no había playa ni mar cerca, pero tampoco cuestionaba y mucho menos investigaba, como por qué está la palmera ahí.

Lo que dictaba mi lógica es que debería estar una estatua o monumento de algún personaje de la historia. Pero no…

Hace unos días me enteré que la Palma de la glorieta se enfermó y que la quitarían… una pena por la Palma.

La jefa de Gobierno dijo que van a hacer una consulta para ver qué nueva planta van a sembrar en esa glorieta.

Tanto revuelo causó tal noticia que, aunque usted mi estimado lector no lo crea, ¡hubo personas que se fueron a despedir de la Palma! Sííí, la llenaron de abrazos, miles de fotos, obvio, no podían faltar las selfis y hasta una corona mortuoria le llevaron. ¡Claro que no podía faltar la ciudadanía inconforme que ahora le están reclamando al gobierno por qué no la cuidó! ¡Señores, tenía cien años!

Como siempre, hay opiniones a favor y otras en contra. ¿Usted qué haría?

Una de las noticias recientes y que ha causado polémica es la decisión de retirar una emblemática palmera que por más de cien años ha permanecido en la Ciudad en el siempre iluminado Paseo de Reforma, rompiendo con el panorama urbano del centro de la capital.

Nunca había tomado tanta relevancia una singular palmera. A decir de las autoridades capitalinas, la legendaria y tropical planta se “enfermo” y pues, bueno, representa un peligro para quien pudiera sufrir un accidente si le llegase a caer en su auto, ¡se imaginan, recibir un palmerazo!

Pero, ¿quién fue la responsable de colocar una palmera en ese lugar? La emperatriz Carlota, enferma de celos, mandó a hacer un camino larguísimo que llegara al Palacio Nacional para que, cuando saliera su guapo esposo Maximiliano en el carruaje rumbo a sus oficinas en Palacio de gobierno, ella pudiera verlo desde uno de los balcones del Castillo, no fuera a ser que al despistado de Maximiliano se le ocurriera subir a una damisela al carruaje o, lo que es peor, desviarse a una de esas casas indecorosas. ¿Le sabría algo al tremendo Maximiliano?

Pero, bueno, el caso fue que el camino era conocido por el paseo de la emperatriz, obviamente con el derrocamiento de la monarquía y todo lo que oliera a ella, le cambiaron el nombre y le empezaron a llamar: el paseo de Juárez.

Posteriormente Sebastián Lerdo de Tejada le dio el nombre con el que hoy la conocemos: “Paseo de la Reforma”, además mandó construir cuatro Glorietas para embellecer el camino. Y dar un orden vial. También el General don Porfirio Díaz puso su granito de arena en ese camino colocando monumentos de personajes históricos como Colón (que por cierto ya lo retiraron), a Cuauhtémoc y el icónico monumento a la Independencia que nos representa en el mundo. Y que es hoy por hoy el emblema de triunfo y festejo futbolero.

El camino, con el tiempo y el crecimiento desbordado de la ciudad, se convirtió en una gran avenida admirada por los mexicanos y en un recorrido obligado para los extranjeros.

De niña estaba acostumbrada a ver palmeras en mi entorno y máxime viviendo muy cerca de la playa, pues era lógico ver palmeras, playa, cocos etc…muy tropical y de la costa. Por eso en los viajes que nos llevaba mi papá a la capital, ya de jovencita y vi la palmera en plena Reforma, se me hizo “curioso” verla sola y sin una razón de por qué estaba ahí, ya que no había playa ni mar cerca, pero tampoco cuestionaba y mucho menos investigaba, como por qué está la palmera ahí.

Lo que dictaba mi lógica es que debería estar una estatua o monumento de algún personaje de la historia. Pero no…

Hace unos días me enteré que la Palma de la glorieta se enfermó y que la quitarían… una pena por la Palma.

La jefa de Gobierno dijo que van a hacer una consulta para ver qué nueva planta van a sembrar en esa glorieta.

Tanto revuelo causó tal noticia que, aunque usted mi estimado lector no lo crea, ¡hubo personas que se fueron a despedir de la Palma! Sííí, la llenaron de abrazos, miles de fotos, obvio, no podían faltar las selfis y hasta una corona mortuoria le llevaron. ¡Claro que no podía faltar la ciudadanía inconforme que ahora le están reclamando al gobierno por qué no la cuidó! ¡Señores, tenía cien años!

Como siempre, hay opiniones a favor y otras en contra. ¿Usted qué haría?