/ lunes 8 de febrero de 2021

Desde el faro | El faro de la Barra a 138 años

El 5 de febrero es una fecha muy importante para todos los mexicanos, el día que conmemoramos la promulgación de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. Pero también un 5 de febrero de 1883, empezó a funcionar una de las obras más significativas que el General Porfirio Díaz mandó construir y que gracias a ello, el puerto de Tampico y la región tuvo un fuerte impulso al comercio.

Joaquín Meade afirma que “en el primer tercio del siglo XVI, Nuño de Guzmán mandó a levantar una torre en La Barra, en la que ordenó se colocara un farol”, en 1860, “se colocó una farola en un mástil de veinte metros que tendía don Teófilo Estrada”.

De estos datos aportados por Meade, quizás el más relevante para la historia moderna (aquella que se registra a partir de 1823) sea el de “la farola” colocada 37 años después de la fundación del puerto.

La construcción de este primer faro coincide precisamente con la aparición del uso del queroseno como combustible para alumbrado. Bueno, en realidad no fue coincidencia.

Para ser más precisos, habría que decir que el uso del queroseno como iluminante hizo factible la colocación del faro de 1860. Antes de este año, se utilizaba para los mismos efectos el aceite de ballena, cuya “rareza y alto precio lo volvían accesible sólo para gente de caudal”.

Todo indica que el bajo costo del combustible derivado del petróleo fue fundamental para la realización del tan necesario faro. Sin embargo, lo que fue nuevo en 1860 debió ser viejo casi veinte años después.

Alfonso Casados Florencia escribió que, en 1875, “un grupo de comerciantes, se dirigió al Gobierno del Centro solicitando la instalación de un nuevo faro para ubicarlo en La Barra, una señal de luz sumamente necesaria para la perfecta operación del puerto. La respuesta no se hizo esperar por parte del señor ministro de Fomento, informando que ya se había ordenado la construcción del faro en Inglaterra, pero el tiempo pasó y no hubo más noticias al respecto.

Para fortuna de los comerciantes de la zona, el 3 de marzo de 1878 llegó, el ministro de Fomento, don Vicente Riva Palacio, precisamente para atender peticiones como avanzada en la campaña a la presidencia del General Porfirio Díaz Morí.

Aunque los cronistas de la época no pormenorizan las solicitudes de los porteños, es muy probable que en dicha ocasión se le haya recordado a Riva Palacio el “pendiente” asunto del faro. Y debió ser así porque, un año después, un ingeniero de apellido Lavit “fue comisionado por la Secretaría de Fomento para estudiar cuál era el mejor lugar para establecer una luz que fundiera como señal”.

Según registra Torrea y Fuentes, quienes agregan: “Del estudio hecho por dicho ingeniero, se desprendió que los sitios preferibles eran el cerro de Andonegui, el cerro de Las Piedras y la llanura de La Barra, pero, aunque los dos primeros sitios se encontraban a 25 y 30 metros sobre el nivel del mar, fueron desechados debido a los obstáculos topográficos, ya que estaban a más de seis kilómetros de la desembocadura del río Pánuco resultaba poco funcional por la lejanía a la playa, por este motivo se decidió la construcción del faro en la llanura de La Barra”.

La versión del marino Pedro H. Orozco, quien afirma que en 1878 “el pailebot Admiral Bool llevaba a bordo un faro para la Isla de Lobos”. La embarcación pasó por Tampico, siendo remolcada “a través de La Barra por el remolcador Iru. “Al saber esto, el comercio local hizo gestiones para que dicho faro fuera redireccionado e instalado en la zona, como lo habían solicitado, empezó a llegar el material para la torre (del faro de Tampico) y a fines de ese año llegó el aparato de tres destellos para ser instalado en La Barra”.

Es conveniente anotar que este faro fue construido en 1879 “bajo la dirección e inspección el ingeniero civil don J. Ramón de Ibarrola en los talleres de la Kistones Briged Company, de Pittsburgh”, información proporcionada por el finado cronista de Ciudad Madero, don Eduardo Infante Álvarez.

Respecto al sitio en que se erigió la torre del faro, Torrea y Fuentes anotan que a estar este “formado por terrenos arenosos de poca resistencia se hizo necesaria la ejecución de un pilotaje en la base, de forma hexagonal, y de 8.2 metros por lado, teniendo que gastarse en los cimientos la cuantiosa suma de 16 mil 500 pesos.

La luz producida por este faro estaba compuesta de un grupo de tres destellos blancos cada segundo. Siendo un faro de segundo orden, tenía una intensidad luminosa de 36 unidades de 100 lámparas Cárcel. Su alcance luminoso en tiempo claro era de 55 millas marinas, y su alcance geográfico de 18 millas.

Como complemento del faro, en ambos extremos de las escolleras se establecieron balizas luminosas, que fueron destruidas después por los violentos vientos del norte. En su lugar se emplearon boyas luminosas, una en la escollera norte y otra en la sur”.

Para el año de 1942, el servicio de enfilación de los barcos se hacía “por medio de dos luces situadas en tierra, en la margen izquierda del Pánuco”.

Aunque Joaquín Meade dice que el faro tiene cuarenta y tres metros de altura, don Renato Gutiérrez Zamora asegura que mide 45 metros “sobre la marea media”.

Por su parte, Eduardo Infante coincide con Meade respecto a la altura del faro, y agrega que “es el más alto del país, de tierra hacia arriba”. Asimismo, nos dice que la zona de ascenso tiene 209 escalones, y que los reflejos de la luz, “en tiempo bueno, se pueden ver hasta Punta Pérez”. Días antes de quedar establecida la línea telegráfica entre Tampico y la Huasteca veracruzana, fue inaugurado el faro de La Barra, con la asistencia de diversas autoridades y gran número de comerciantes.

Alfonso Casados asegura que “los destellos del faro llegaron a ser muy conocidos a raíz del auge petrolero que provocó la fiebre del oro negro, en la segunda década del siglo pasado”.

Fiel testigo mudo del nacimiento y crecimiento de Ciudad Madero, por ello en nuestro escudo de armas, ocupó uno de los apartados que nos llena de orgullo y nos da identidad a los maderenses.

Para una servidora, el Faro de la Barra representa más que una obra de ingeniería y un paso a la seguridad marítima, ya que nací y crecí a un lado del faro, haciendo uno de los lugares favoritos en mi infancia para jugar. Horas interminables de carreras por sus 209 escalones en la escalera de caracol, llegar hasta la lámpara y descansar en su cornisa, privilegiando la maravillosa vista donde podía contemplar la inmensidad del mar, el río Pánuco y la refinería. Contemplar el cielo y adivinar figuras en las nubes, era de lo más grandilocuente. Pero, sobre todo, sentir la brisa en mi cara, aún recuerdo ese olor a playa impregnado en mi recuerdo. ¡Sin duda la etapa más feliz de mi vida!

Cronista Municipal de Ciudad Madero

El 5 de febrero es una fecha muy importante para todos los mexicanos, el día que conmemoramos la promulgación de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. Pero también un 5 de febrero de 1883, empezó a funcionar una de las obras más significativas que el General Porfirio Díaz mandó construir y que gracias a ello, el puerto de Tampico y la región tuvo un fuerte impulso al comercio.

Joaquín Meade afirma que “en el primer tercio del siglo XVI, Nuño de Guzmán mandó a levantar una torre en La Barra, en la que ordenó se colocara un farol”, en 1860, “se colocó una farola en un mástil de veinte metros que tendía don Teófilo Estrada”.

De estos datos aportados por Meade, quizás el más relevante para la historia moderna (aquella que se registra a partir de 1823) sea el de “la farola” colocada 37 años después de la fundación del puerto.

La construcción de este primer faro coincide precisamente con la aparición del uso del queroseno como combustible para alumbrado. Bueno, en realidad no fue coincidencia.

Para ser más precisos, habría que decir que el uso del queroseno como iluminante hizo factible la colocación del faro de 1860. Antes de este año, se utilizaba para los mismos efectos el aceite de ballena, cuya “rareza y alto precio lo volvían accesible sólo para gente de caudal”.

Todo indica que el bajo costo del combustible derivado del petróleo fue fundamental para la realización del tan necesario faro. Sin embargo, lo que fue nuevo en 1860 debió ser viejo casi veinte años después.

Alfonso Casados Florencia escribió que, en 1875, “un grupo de comerciantes, se dirigió al Gobierno del Centro solicitando la instalación de un nuevo faro para ubicarlo en La Barra, una señal de luz sumamente necesaria para la perfecta operación del puerto. La respuesta no se hizo esperar por parte del señor ministro de Fomento, informando que ya se había ordenado la construcción del faro en Inglaterra, pero el tiempo pasó y no hubo más noticias al respecto.

Para fortuna de los comerciantes de la zona, el 3 de marzo de 1878 llegó, el ministro de Fomento, don Vicente Riva Palacio, precisamente para atender peticiones como avanzada en la campaña a la presidencia del General Porfirio Díaz Morí.

Aunque los cronistas de la época no pormenorizan las solicitudes de los porteños, es muy probable que en dicha ocasión se le haya recordado a Riva Palacio el “pendiente” asunto del faro. Y debió ser así porque, un año después, un ingeniero de apellido Lavit “fue comisionado por la Secretaría de Fomento para estudiar cuál era el mejor lugar para establecer una luz que fundiera como señal”.

Según registra Torrea y Fuentes, quienes agregan: “Del estudio hecho por dicho ingeniero, se desprendió que los sitios preferibles eran el cerro de Andonegui, el cerro de Las Piedras y la llanura de La Barra, pero, aunque los dos primeros sitios se encontraban a 25 y 30 metros sobre el nivel del mar, fueron desechados debido a los obstáculos topográficos, ya que estaban a más de seis kilómetros de la desembocadura del río Pánuco resultaba poco funcional por la lejanía a la playa, por este motivo se decidió la construcción del faro en la llanura de La Barra”.

La versión del marino Pedro H. Orozco, quien afirma que en 1878 “el pailebot Admiral Bool llevaba a bordo un faro para la Isla de Lobos”. La embarcación pasó por Tampico, siendo remolcada “a través de La Barra por el remolcador Iru. “Al saber esto, el comercio local hizo gestiones para que dicho faro fuera redireccionado e instalado en la zona, como lo habían solicitado, empezó a llegar el material para la torre (del faro de Tampico) y a fines de ese año llegó el aparato de tres destellos para ser instalado en La Barra”.

Es conveniente anotar que este faro fue construido en 1879 “bajo la dirección e inspección el ingeniero civil don J. Ramón de Ibarrola en los talleres de la Kistones Briged Company, de Pittsburgh”, información proporcionada por el finado cronista de Ciudad Madero, don Eduardo Infante Álvarez.

Respecto al sitio en que se erigió la torre del faro, Torrea y Fuentes anotan que a estar este “formado por terrenos arenosos de poca resistencia se hizo necesaria la ejecución de un pilotaje en la base, de forma hexagonal, y de 8.2 metros por lado, teniendo que gastarse en los cimientos la cuantiosa suma de 16 mil 500 pesos.

La luz producida por este faro estaba compuesta de un grupo de tres destellos blancos cada segundo. Siendo un faro de segundo orden, tenía una intensidad luminosa de 36 unidades de 100 lámparas Cárcel. Su alcance luminoso en tiempo claro era de 55 millas marinas, y su alcance geográfico de 18 millas.

Como complemento del faro, en ambos extremos de las escolleras se establecieron balizas luminosas, que fueron destruidas después por los violentos vientos del norte. En su lugar se emplearon boyas luminosas, una en la escollera norte y otra en la sur”.

Para el año de 1942, el servicio de enfilación de los barcos se hacía “por medio de dos luces situadas en tierra, en la margen izquierda del Pánuco”.

Aunque Joaquín Meade dice que el faro tiene cuarenta y tres metros de altura, don Renato Gutiérrez Zamora asegura que mide 45 metros “sobre la marea media”.

Por su parte, Eduardo Infante coincide con Meade respecto a la altura del faro, y agrega que “es el más alto del país, de tierra hacia arriba”. Asimismo, nos dice que la zona de ascenso tiene 209 escalones, y que los reflejos de la luz, “en tiempo bueno, se pueden ver hasta Punta Pérez”. Días antes de quedar establecida la línea telegráfica entre Tampico y la Huasteca veracruzana, fue inaugurado el faro de La Barra, con la asistencia de diversas autoridades y gran número de comerciantes.

Alfonso Casados asegura que “los destellos del faro llegaron a ser muy conocidos a raíz del auge petrolero que provocó la fiebre del oro negro, en la segunda década del siglo pasado”.

Fiel testigo mudo del nacimiento y crecimiento de Ciudad Madero, por ello en nuestro escudo de armas, ocupó uno de los apartados que nos llena de orgullo y nos da identidad a los maderenses.

Para una servidora, el Faro de la Barra representa más que una obra de ingeniería y un paso a la seguridad marítima, ya que nací y crecí a un lado del faro, haciendo uno de los lugares favoritos en mi infancia para jugar. Horas interminables de carreras por sus 209 escalones en la escalera de caracol, llegar hasta la lámpara y descansar en su cornisa, privilegiando la maravillosa vista donde podía contemplar la inmensidad del mar, el río Pánuco y la refinería. Contemplar el cielo y adivinar figuras en las nubes, era de lo más grandilocuente. Pero, sobre todo, sentir la brisa en mi cara, aún recuerdo ese olor a playa impregnado en mi recuerdo. ¡Sin duda la etapa más feliz de mi vida!

Cronista Municipal de Ciudad Madero