/ sábado 9 de febrero de 2019

Libros predilectos

En mi generación hubo compañeros que mostraron desde su génesis una inclinación marcada por la lectura y por el pensamiento escrito...

Nosotros nos formamos en torno al fenómeno sociológico que significó el impacto cultural de la revolución cubana y su influencia en los jóvenes de América Latina. El "patria o muerte" con que Fidel Castro matizó su conducta revolucionaria tuvo un impacto que con el tiempo fuimos racionalizando para dejarlo exactamente en el lugar histórico que le corresponde.

Esperábamos con vehemencia la llegada de la revista que entonces dirigía José Pagés Llergo. Discutíamos los artículos que plasmaba esta publicación semanaria que tenía esencialmente una formación plural. Ahí leímos a Nemesio García Naranjo, a José Vasconcelos, Carlos Cocioli y a Roberto Blanco Moheno entre otros. Por cierto las crónicas de la Revolución escritas por Blanco Moheno fueron nuestro boleto de entrada al universo de la historia de México en su pasado inmediato.

Era también la época en que Juan José Arreola impulsaba a incipientes escritores mexicanos en su taller de literatura como José Agustín, Gustavo Sáinz y Carlos Monsiváis. Recuerdo la presentación que Arreola hizo en una enorme plaza del Distrito Federal del poeta ruso Eugenio Evtuchenko a quien definió "es tan grande" que era capaz con sus brazos abrazar el planeta entero.

Son varias las obras que formaron el carácter y el espíritu de todos nosotros; por ejemplo, tuvo un fuerte impacto aquella formidable novela de amor escrita por el colombiano Jorge Isaac, que nos marcó para siempre: María. Esta historia de una joven epiléptica a quien el destino marca con crueldad, nos llevó a encontrar la resignación en nuestros frecuentes fracasos sentimentales. Las obras fundamentales que más me impactaron fueron, sin duda, "La montaña mágica" de Thomas Mann, "El paraíso perdido" de John Milton, (que nunca terminé de leer), "En busca del tiempo perdido" de Proust, el "Orlando" de Virginia Wolf, el "Ulises" de Joyce (ésta es mi preferida), y sobre todo y por encima de todo, "Cien años de soledad", del inmenso Gabriel García Márquez.

Esta novela sin duda supervivirá el paso del tiempo y se convertirá en una obra inmortal similar al "Quijote", que yo pienso perderá presencia ante Gabo y su enorme talento literario.

Influyeron también en nuestra generación con un increíble peso las obras de Marx y Federico Engel, éste último nos hizo reflexionar apasionadamente sobre la naturaleza de la propiedad privada; la filosofía de Althusser, Focault y los trabajos sobre la conducta de lacan; fueron importantes para todos los que teníamos interés sobre la cuestión ideológica. En Althusser y Focault observábamos cómo dos intelectuales que tuvieron una gran influencia en el pensamiento francés del siglo XX, sostenían actitudes encontradas: Althusser aceptaba que el intelectual participara en los movimientos sociales y en los partidos políticos; Focault en cambio afirmaba que el intelectual solo debía estar en el campo de la crítica y nunca comprometerse con las praxis política.

Freud, sin duda ocupó un primerísimo lugar en nuestra regla de valores: El "Homiam Giram Circúm Sexúm", es una verdad ante la que caímos irremediablemente vencidos. Maquiavelo, Douverger, Karl Poppers, Marcuse, así como Gabriel Marcel y Teilhard de Chardín tienen para nosotros una enorme importancia intelectual desde nuestro punto de vista, como la tuvo sin duda en nuestra formación política Max Weber.

Creo que si no cito a Kafka y a Kierkegaard -"solo lo subjetivo es verdadero"- y al maestro Borges, especialmente con "Ficciones" -que sería el único cuento que me gustaría haber escrito- no estarían completas nuestras filas literarias. Como tampoco lo estarán sin Camus, Paz, Levi Strauss, Montesquiu, Julio Cortázar y toditas las obras de Alfonso Reyes y José Vasconcelos.

Y en este momento se me ocurre pensar en William Faulkner, con su "Luz de agosto", y esa ópera prima del maestro Pablo González Casanova: "La democracia en México", que es el primer ensayo autocrítico del sistema político mexicano.

Y ya para terminar la Enciclopedia de Historia Moderna que sobre el pasado de México, redactaron don Daniel Cosío Villegas y un grupo de brillantes historiadores, entre los que sobresale Luis González y González, autor del primer trabajo de microhistoria que tituló "Pueblo en vilo", que fue un éxito de librería en París, a pesar de la característica cartesiana que distingue a la comunidad intelectual francesa.

Pero si ahora en este momento me tuviera que ir a una isla en una eterna y paradisiaca soledad -la soledad es un bien infinito- me llevaría tres cosas conmigo: Cien años de soledad, Las memorias de Kissinger (para no aburrirme por su elevada inverecundia) la Enciclopedia Británica (versión hispana), que la consideraba superior al internet (ya no), un póster de Marilyn Monroe, un disco de Janis Joplin y un DVD de la película "Desayunando en Tiffany", con la mujer más bella del mundo hasta nuestros tiempos, Audrey Hepburn.

En mi generación hubo compañeros que mostraron desde su génesis una inclinación marcada por la lectura y por el pensamiento escrito...

Nosotros nos formamos en torno al fenómeno sociológico que significó el impacto cultural de la revolución cubana y su influencia en los jóvenes de América Latina. El "patria o muerte" con que Fidel Castro matizó su conducta revolucionaria tuvo un impacto que con el tiempo fuimos racionalizando para dejarlo exactamente en el lugar histórico que le corresponde.

Esperábamos con vehemencia la llegada de la revista que entonces dirigía José Pagés Llergo. Discutíamos los artículos que plasmaba esta publicación semanaria que tenía esencialmente una formación plural. Ahí leímos a Nemesio García Naranjo, a José Vasconcelos, Carlos Cocioli y a Roberto Blanco Moheno entre otros. Por cierto las crónicas de la Revolución escritas por Blanco Moheno fueron nuestro boleto de entrada al universo de la historia de México en su pasado inmediato.

Era también la época en que Juan José Arreola impulsaba a incipientes escritores mexicanos en su taller de literatura como José Agustín, Gustavo Sáinz y Carlos Monsiváis. Recuerdo la presentación que Arreola hizo en una enorme plaza del Distrito Federal del poeta ruso Eugenio Evtuchenko a quien definió "es tan grande" que era capaz con sus brazos abrazar el planeta entero.

Son varias las obras que formaron el carácter y el espíritu de todos nosotros; por ejemplo, tuvo un fuerte impacto aquella formidable novela de amor escrita por el colombiano Jorge Isaac, que nos marcó para siempre: María. Esta historia de una joven epiléptica a quien el destino marca con crueldad, nos llevó a encontrar la resignación en nuestros frecuentes fracasos sentimentales. Las obras fundamentales que más me impactaron fueron, sin duda, "La montaña mágica" de Thomas Mann, "El paraíso perdido" de John Milton, (que nunca terminé de leer), "En busca del tiempo perdido" de Proust, el "Orlando" de Virginia Wolf, el "Ulises" de Joyce (ésta es mi preferida), y sobre todo y por encima de todo, "Cien años de soledad", del inmenso Gabriel García Márquez.

Esta novela sin duda supervivirá el paso del tiempo y se convertirá en una obra inmortal similar al "Quijote", que yo pienso perderá presencia ante Gabo y su enorme talento literario.

Influyeron también en nuestra generación con un increíble peso las obras de Marx y Federico Engel, éste último nos hizo reflexionar apasionadamente sobre la naturaleza de la propiedad privada; la filosofía de Althusser, Focault y los trabajos sobre la conducta de lacan; fueron importantes para todos los que teníamos interés sobre la cuestión ideológica. En Althusser y Focault observábamos cómo dos intelectuales que tuvieron una gran influencia en el pensamiento francés del siglo XX, sostenían actitudes encontradas: Althusser aceptaba que el intelectual participara en los movimientos sociales y en los partidos políticos; Focault en cambio afirmaba que el intelectual solo debía estar en el campo de la crítica y nunca comprometerse con las praxis política.

Freud, sin duda ocupó un primerísimo lugar en nuestra regla de valores: El "Homiam Giram Circúm Sexúm", es una verdad ante la que caímos irremediablemente vencidos. Maquiavelo, Douverger, Karl Poppers, Marcuse, así como Gabriel Marcel y Teilhard de Chardín tienen para nosotros una enorme importancia intelectual desde nuestro punto de vista, como la tuvo sin duda en nuestra formación política Max Weber.

Creo que si no cito a Kafka y a Kierkegaard -"solo lo subjetivo es verdadero"- y al maestro Borges, especialmente con "Ficciones" -que sería el único cuento que me gustaría haber escrito- no estarían completas nuestras filas literarias. Como tampoco lo estarán sin Camus, Paz, Levi Strauss, Montesquiu, Julio Cortázar y toditas las obras de Alfonso Reyes y José Vasconcelos.

Y en este momento se me ocurre pensar en William Faulkner, con su "Luz de agosto", y esa ópera prima del maestro Pablo González Casanova: "La democracia en México", que es el primer ensayo autocrítico del sistema político mexicano.

Y ya para terminar la Enciclopedia de Historia Moderna que sobre el pasado de México, redactaron don Daniel Cosío Villegas y un grupo de brillantes historiadores, entre los que sobresale Luis González y González, autor del primer trabajo de microhistoria que tituló "Pueblo en vilo", que fue un éxito de librería en París, a pesar de la característica cartesiana que distingue a la comunidad intelectual francesa.

Pero si ahora en este momento me tuviera que ir a una isla en una eterna y paradisiaca soledad -la soledad es un bien infinito- me llevaría tres cosas conmigo: Cien años de soledad, Las memorias de Kissinger (para no aburrirme por su elevada inverecundia) la Enciclopedia Británica (versión hispana), que la consideraba superior al internet (ya no), un póster de Marilyn Monroe, un disco de Janis Joplin y un DVD de la película "Desayunando en Tiffany", con la mujer más bella del mundo hasta nuestros tiempos, Audrey Hepburn.