Ante la exigencia de mi familia por mis aficiones motociclísticas suspendí mis visitas al Centro Histórico con mi amigo Bogart, que desde “Casa Blanca” no veía. No charlamos y criticamos este conflictivo mundo en que vivimos.
Estamos ya casi en el nuevo año, las posadas ya comenzaron, el 24 y su cena familiar están muy cerca y el día último gran festejo prolongándose las fiestas hasta que los Reyes Magos traen lo que se le olvidó a Santa Claus.
Tenemos tiempo de recordar promesas fallidas y propósitos y la firme voluntad de cumplir lo que más prometemos.
Nuestro Tampico, a pesar de la pandemia que nos azota, se siente animoso, “la gente quiere divertirse y lo hace”. Los embozados parecen normales en la calle y en los centros de reunión, las fiestas se reanudan. Determinados eventos son permitidos por la autoridad, en fin, todo parece normal; sin embargo, las prescripciones sanitarias deben de cumplirse, ¡seguimos alerta!
-Tienes que reconocer -le dije a mi amigo Bogart-, la plaza ha resurgido con el espacio del nuevo mercado (el Altama de los Pobres, según opinión de un viejo locatario). La Aduana y la vista del muelle así como su afrancesado entorno no deja de ser hermoso a la vista. ¿Qué más quieres?
-Mira -me dijo frunciendo el ceño-, “tenemos una hermosísima laguna un poco descuidada. ¿Por qué se suspendieron los paseos en lancha? El canal debe estar conectado a la laguna. Bien por la remodelación del muelle y el jardín del Metro, la administración trabaja, sin embargo la laguna sigue siendo de “Juancho”, que no deja aprovechar en su totalidad.
Ya no quise contestarle nada, me di la vuelta y arranqué mi moto.