/ lunes 22 de junio de 2020

Verba Luminis | Reflexiones sobre la pandemia

Todos hemos reflexionado en estos tiempos inciertos y difíciles ocasionados por esta pandemia que nos trae no sólo una constante incertidumbre, confusión, donde se piensa en la supervivencia aumentada por un panorama sociopolítico cada vez más obscuro: las noticias veladas, incompletas, contradictorias no siempre objetivas e imparciales que circulan por las redes sociales entronizadas como el “dios” de nuestro tiempo, nos mantienen en un ambiente de duda, intranquilidad, angustia y riesgo.

Al servicio de la mentira y de lo oculto, se ha puesto nuestras “benditas redes sociales”, y se ha utilizado la tecnología a través de la que el Estado nos engaña y manipula.

No acierta a dar soluciones correctas y constantemente se contradice. Ya no hay un acuerdo el cual sea la orientación filosófica más adecuada para la política: si un positivismo sociológico, un formalismo jurídico u otra postura.

En estas condiciones, ¿A quién interesa ahora la problemática de la naturaleza y fines de la persona humana, de los fines últimos de la comunidad estatal su origen, sentido, justificación ética o jurídica? Se percibe un evidente predominio de la búsqueda de la riqueza, de la economía, de los avances materiales, el poder político en contra de los valores morales de fraternidad, solidaridad, equidad, justicia, amor, generosidad, servicio, etc.

En una palabra el triunfo del egoísmo de individuos y grupos, el predominio de los intereses individuales sobre los sociales. Así vemos políticos que buscan su propio bien, sin importarles el bien común que se les confía, lideres demagogos que usan a la gente para seguir en el poder.

Las actuales sociedades y sistemas políticos se vuelven extremadamente individualistas con lo que hacen al hombre o muy egoísta o lo absorben ya que de nada sirve los avances en materia tecnológica en la cual debemos acostumbrarnos a vivir en la llamada nueva normalidad que casi todo lo haremos a través del uso de las tecnologías digitales ya que la ciencia que aprendimos en las aulas, las técnicas que practicamos en nuestras oficinas, la autoridad, el prestigio que llegamos adquirir con los años, los que siempre serán instrumentos para llegar hacer hombres rectos y veraces que deben servir y amar a los demás y colaborar así en la construcción de una sociedad mejor en el orden, la paz y la justicia.

Todos hemos reflexionado en estos tiempos inciertos y difíciles ocasionados por esta pandemia que nos trae no sólo una constante incertidumbre, confusión, donde se piensa en la supervivencia aumentada por un panorama sociopolítico cada vez más obscuro: las noticias veladas, incompletas, contradictorias no siempre objetivas e imparciales que circulan por las redes sociales entronizadas como el “dios” de nuestro tiempo, nos mantienen en un ambiente de duda, intranquilidad, angustia y riesgo.

Al servicio de la mentira y de lo oculto, se ha puesto nuestras “benditas redes sociales”, y se ha utilizado la tecnología a través de la que el Estado nos engaña y manipula.

No acierta a dar soluciones correctas y constantemente se contradice. Ya no hay un acuerdo el cual sea la orientación filosófica más adecuada para la política: si un positivismo sociológico, un formalismo jurídico u otra postura.

En estas condiciones, ¿A quién interesa ahora la problemática de la naturaleza y fines de la persona humana, de los fines últimos de la comunidad estatal su origen, sentido, justificación ética o jurídica? Se percibe un evidente predominio de la búsqueda de la riqueza, de la economía, de los avances materiales, el poder político en contra de los valores morales de fraternidad, solidaridad, equidad, justicia, amor, generosidad, servicio, etc.

En una palabra el triunfo del egoísmo de individuos y grupos, el predominio de los intereses individuales sobre los sociales. Así vemos políticos que buscan su propio bien, sin importarles el bien común que se les confía, lideres demagogos que usan a la gente para seguir en el poder.

Las actuales sociedades y sistemas políticos se vuelven extremadamente individualistas con lo que hacen al hombre o muy egoísta o lo absorben ya que de nada sirve los avances en materia tecnológica en la cual debemos acostumbrarnos a vivir en la llamada nueva normalidad que casi todo lo haremos a través del uso de las tecnologías digitales ya que la ciencia que aprendimos en las aulas, las técnicas que practicamos en nuestras oficinas, la autoridad, el prestigio que llegamos adquirir con los años, los que siempre serán instrumentos para llegar hacer hombres rectos y veraces que deben servir y amar a los demás y colaborar así en la construcción de una sociedad mejor en el orden, la paz y la justicia.