/ martes 17 de agosto de 2021

Cambiavía | Aproximaciones a la poesía de Antonio Machado

Primera de cuatro partes

Si bien es cierto que mucho se conoce y se ha escrito sobre los símbolos y los temas de la poesía de Machado, a este juntapalabras le interesa destacar algunos de ellos, particularmente los que se relacionan con el amor y la muerte: mar, río, fuente, sueño, fantasma, sol, primavera, otoño, ocaso, amanecer, atardecer, humo, etc.

El tema resulta importante pues, aunque sobre la obra de Antonio Machado se han realizado múltiples, serios y profundos estudios, estas reflexiones pretenden exponer los símbolos que se encuentran en estrecha relación con los dos temas universales de la poesía. Se trata, pues, de acercarse al mundo emocional de la voz poética que hizo del camino y del mar un espacio en el que pudieran habitar el amor y la muerte, en un mundo interior tan cercano a la filosofía, a lo inmanente y por qué no, a la trascendencia de la obra literaria de uno de los poetas más importantes del siglo XX español.

Los temas y la simbología. En la mayoría de los estudios que se han realizado existen, mayoritariamente, los que mantienen la teoría de que en la obra literaria (poesía, prosa) están claramente definidos los temas universales, los que no trató de manera directa. Es cierto, Machado no menciona directamente la muerte, el morir, el amor y la pasión. Para ello recurre a los símbolos, a las metáforas y, muy probablemente a la alegoría.

En este breve estudio expongo un análisis elemental del tiempo y del paisaje, pero siempre a partir de lo que la voz poética nos dice, siempre a partir de lo que el propio poema es capaz de transparentar, toda vez que se le analiza a la luz de su artificio: “El poeta, como el místico, para comunicar su experiencia, a veces inefable, debe recurrir al lenguaje figurado (símbolos, imágenes, metáforas) que nos permitan entrever su mundo”. Esto, sin embargo, no es sencillo. Implica una gran dificultad, toda vez que, según J. M. Aguirre: “Los símbolos machadianos forman una tupida red de hilos que se cruzan, recruzan, de tal manera que resulta imposible estudiarlos aislados. Cada símbolo es explicable solo en función de los demás”. Reconozcamos algunos en lo que respecta a dos de sus grandes preocupaciones: el tiempo y el paisaje.

El paisaje como “el simple amor a la naturaleza”. En Soledades, la descripción del paisaje es de mayor importancia incluso sobre temas como el acto filosófico de la vida o la nostalgia por la infancia, temas tan recurrentes en la concepción de Machado. Aquí se vale del retrato natural, son instantáneas, en las que el poeta describe, traslada sus imágenes, como una cámara, en la que miramos lo que pasa, lo que trascurre. En “Orillas del Duero” (este río es una de sus constantes temáticas, lugar de alcances simbólicos) se describe, precisamente el paisaje, lo sensorial tiene un lugar importante:

“El sol calienta un poquito

la pobre tierra Soriana.

Pasados los verdes pinos,

casi azules, primavera

se ve brotar en los finos

chopos de la carretera

y del río. El duero corre, terso y mudo, mansamente.

Entre las hierbas alguna humilde flor ha nacido,

azul o blanca. ¡Belleza del campo apenas florido,

y mística primavera!

En Campos de Castilla también se encuentran versos en los que el interés del sujeto lírico radica en describir, y no tanto en abordar, los temas predilectos del poeta español, como son el paso del tiempo, la soledad, la muerte; todos ellos saltan al pensamiento de alguna manera, en el momento en el que el sujeto lírico está en contemplación de la naturaleza:

III

Es el campo undulado, y los caminos

ya ocultan los viajeros que cabalgan

en pardos borriquillos,

ya al fondo de la tarde arrebolada elevan las plebeyas figurillas,

que el lienzo de oro del ocaso manchan.

Más si trepáis a un cerro y veis el campo

desde los picos donde habita el águila,

son tornasoles de un carmín y acero,

llanos plomizos, lomas plateadas,

circuidos por montes de violeta,

con las cumbres de nieve sonrosada.

El ocaso, visto desde las alturas. No hay más intención que la de poetizar el momento oportuno en que se pone el sol y en la maravilla cromática que antecede a la obscuridad, el momento preciso para la meditación sobre la soledad mediante el estímulo que los sentidos reciben del medio.

Al igual que los paisajes primaverales o los atardeceres cenicientos, Machado también describe la noche, primeramente, la noche graciosa, bella, en la que los objetos recrean sus sombras gracias al mismo impulso natural, y, al final, el sujeto lírico se reconoce más que solo, quizá ajeno ante los objetos iluminados y el candor de la estación, alguien invisible absorbido por lo concreto que los sentidos perciben:

CXI

Noche de verano

Es una hermosa noche de verano.

Tienen las altas casas

abiertos los balcones

del viejo pueblo a la anchurosa plaza.

En el amplio rectángulo desierto,

bancos de piedra, evónimos y acacias

simétricos dibujan

sus negras sombras en la arena blanca.

En el cenit, la luna, y en la torre,

la esfera del reloj iluminada.

Yo en este viejo pueblo paseando

solo, como un fantasma.

Si bien es cierto que la voz poética se lamenta de su soledad, por ese estado de enajenación que le despierta la naturaleza toda llena de vida y que la contrasta con un ambiente “poblado” de luz, de calor (“abiertos los balcones”), también se da tiempo para describir, una noche de luna, luz y sombra (“negras sombras en arena blanca”).

ernesto.jimher@gmail.com

Twitter: @OsirisJimenez

Primera de cuatro partes

Si bien es cierto que mucho se conoce y se ha escrito sobre los símbolos y los temas de la poesía de Machado, a este juntapalabras le interesa destacar algunos de ellos, particularmente los que se relacionan con el amor y la muerte: mar, río, fuente, sueño, fantasma, sol, primavera, otoño, ocaso, amanecer, atardecer, humo, etc.

El tema resulta importante pues, aunque sobre la obra de Antonio Machado se han realizado múltiples, serios y profundos estudios, estas reflexiones pretenden exponer los símbolos que se encuentran en estrecha relación con los dos temas universales de la poesía. Se trata, pues, de acercarse al mundo emocional de la voz poética que hizo del camino y del mar un espacio en el que pudieran habitar el amor y la muerte, en un mundo interior tan cercano a la filosofía, a lo inmanente y por qué no, a la trascendencia de la obra literaria de uno de los poetas más importantes del siglo XX español.

Los temas y la simbología. En la mayoría de los estudios que se han realizado existen, mayoritariamente, los que mantienen la teoría de que en la obra literaria (poesía, prosa) están claramente definidos los temas universales, los que no trató de manera directa. Es cierto, Machado no menciona directamente la muerte, el morir, el amor y la pasión. Para ello recurre a los símbolos, a las metáforas y, muy probablemente a la alegoría.

En este breve estudio expongo un análisis elemental del tiempo y del paisaje, pero siempre a partir de lo que la voz poética nos dice, siempre a partir de lo que el propio poema es capaz de transparentar, toda vez que se le analiza a la luz de su artificio: “El poeta, como el místico, para comunicar su experiencia, a veces inefable, debe recurrir al lenguaje figurado (símbolos, imágenes, metáforas) que nos permitan entrever su mundo”. Esto, sin embargo, no es sencillo. Implica una gran dificultad, toda vez que, según J. M. Aguirre: “Los símbolos machadianos forman una tupida red de hilos que se cruzan, recruzan, de tal manera que resulta imposible estudiarlos aislados. Cada símbolo es explicable solo en función de los demás”. Reconozcamos algunos en lo que respecta a dos de sus grandes preocupaciones: el tiempo y el paisaje.

El paisaje como “el simple amor a la naturaleza”. En Soledades, la descripción del paisaje es de mayor importancia incluso sobre temas como el acto filosófico de la vida o la nostalgia por la infancia, temas tan recurrentes en la concepción de Machado. Aquí se vale del retrato natural, son instantáneas, en las que el poeta describe, traslada sus imágenes, como una cámara, en la que miramos lo que pasa, lo que trascurre. En “Orillas del Duero” (este río es una de sus constantes temáticas, lugar de alcances simbólicos) se describe, precisamente el paisaje, lo sensorial tiene un lugar importante:

“El sol calienta un poquito

la pobre tierra Soriana.

Pasados los verdes pinos,

casi azules, primavera

se ve brotar en los finos

chopos de la carretera

y del río. El duero corre, terso y mudo, mansamente.

Entre las hierbas alguna humilde flor ha nacido,

azul o blanca. ¡Belleza del campo apenas florido,

y mística primavera!

En Campos de Castilla también se encuentran versos en los que el interés del sujeto lírico radica en describir, y no tanto en abordar, los temas predilectos del poeta español, como son el paso del tiempo, la soledad, la muerte; todos ellos saltan al pensamiento de alguna manera, en el momento en el que el sujeto lírico está en contemplación de la naturaleza:

III

Es el campo undulado, y los caminos

ya ocultan los viajeros que cabalgan

en pardos borriquillos,

ya al fondo de la tarde arrebolada elevan las plebeyas figurillas,

que el lienzo de oro del ocaso manchan.

Más si trepáis a un cerro y veis el campo

desde los picos donde habita el águila,

son tornasoles de un carmín y acero,

llanos plomizos, lomas plateadas,

circuidos por montes de violeta,

con las cumbres de nieve sonrosada.

El ocaso, visto desde las alturas. No hay más intención que la de poetizar el momento oportuno en que se pone el sol y en la maravilla cromática que antecede a la obscuridad, el momento preciso para la meditación sobre la soledad mediante el estímulo que los sentidos reciben del medio.

Al igual que los paisajes primaverales o los atardeceres cenicientos, Machado también describe la noche, primeramente, la noche graciosa, bella, en la que los objetos recrean sus sombras gracias al mismo impulso natural, y, al final, el sujeto lírico se reconoce más que solo, quizá ajeno ante los objetos iluminados y el candor de la estación, alguien invisible absorbido por lo concreto que los sentidos perciben:

CXI

Noche de verano

Es una hermosa noche de verano.

Tienen las altas casas

abiertos los balcones

del viejo pueblo a la anchurosa plaza.

En el amplio rectángulo desierto,

bancos de piedra, evónimos y acacias

simétricos dibujan

sus negras sombras en la arena blanca.

En el cenit, la luna, y en la torre,

la esfera del reloj iluminada.

Yo en este viejo pueblo paseando

solo, como un fantasma.

Si bien es cierto que la voz poética se lamenta de su soledad, por ese estado de enajenación que le despierta la naturaleza toda llena de vida y que la contrasta con un ambiente “poblado” de luz, de calor (“abiertos los balcones”), también se da tiempo para describir, una noche de luna, luz y sombra (“negras sombras en arena blanca”).

ernesto.jimher@gmail.com

Twitter: @OsirisJimenez