/ lunes 6 de septiembre de 2021

Con café y a media luz | El pasillo sin salida

Cuando mi vida de reportero me había llevado a trabajar entre la sierra de la huasteca potosina, la necesidad de obtener información me obligó a estar muy de cerca de las acciones de los organismos dedicados a la procuración de la seguridad y la justicia. Así que, de primera mano, tuve la oportunidad de escuchar la organización de varios operativos y, por obviedad, de cubrir y dar a conocer los resultados que estos arrojaban.

Uno de los que más presentes tengo en la memoria es aquel que denominaron “Anillo azul”. El cual era un esfuerzo coordinado entre la policía del Estado, los diferentes cuerpos municipales y el Ejército Mexicano y, el objetivo de esta acción era reducir el flujo de migrantes que ocupaban los caminos de la serranía para llegar, desde Centro y Sudamérica hasta la frontera norte de nuestro país.

Se volvieron incontables las ocasiones en las que fui llamado con cámara y micrófono para dar cuenta de cientos de hombres, mujeres, ancianos y niños que vieron frustrados sus sueños de alcanzar la tierra prometida “de las barras y las estrellas”. En algunos casos, era la segunda o tercera vez que se internaban en suelo mexicano y aseguraban que continuarían haciéndolo hasta llegar al “país del norte”.

En uno de tantos episodios, el comandante de la policía me comentó que no todos los migrantes eran detenidos; algunos escapaban y se internaban en las comunidades ocasionando severos problemas, ya que no siempre eran bien recibidos por los vecinos del lugar pues normalmente acarreaban fenómenos delincuenciales derivados de las necesidades como el hambre y la salud, hecho que los obligaba a robar. Asimismo, había otros individuos que cometían ilícitos porque eran delincuentes en su país de origen en donde eran buscados por la ley y mantenían las mismas conductas al refugiarse en México. Otro problema de tipo social era ocasionado por las mujeres jóvenes, quienes, en el amparo de la distancia y la secrecía, eran acogidas por un huasteco en calidad de consortes y terminaban haciendo familia con él, incrementado el número de la población de pobres y demandando atención de los programas sociales al momento de tener hijos.

“A la larga, esto va a ser un pasillo sin salida” – me dijo el mando policíaco al que todos le identificaban como “Zeus”, por el cargo que poseía – “¡Deja que los gringos se enojen y cierren las fronteras y ya verás cómo se va a poner esto! ¡No nos vamos a dar abasto!” Así me declaraba “off the record” con la voz rasposa que le caracterizaba.

Han pasado casi 20 años de esta anécdota que tenía olvidada hasta hace unos días cuando un amigo muy respetado que me hizo el favor de llevarme en su carro me preguntó: “¿No has visto que en las calles de Tampico y Ciudad Madero hay panameños, salvadoreños y venezolanos pidiendo dinero? ¡Quizá ya no se van a ir de aquí!” Me dijo evidentemente preocupado.

Para nadie es un secreto que durante la administración de Enrique Peña Nieto y la relación bilateral con los Estados Unidos que se tuvo en la última etapa de su gestión, así como a lo largo de la primera parte del gobierno del presidente López, México se ha convertido en “el corredor de las caravanas” a pesar de los esfuerzos que han hecho las autoridades por tratar de blindar la frontera sur. Cabe hacer mención que, quien se comprometió durante la gestión de Donald Trump al frente de la llamada “nación más poderosa del mundo” a retener a los indocumentados fue Marcelo Ebrard, en su papel de canciller mexicano. Lo anterior porque, hasta la fecha, se especula que existió un comentario en torno al cierre de las fronteras comerciales entre ambas naciones en caso de no atender la encomienda del empresario convertido en político. Sin embargo, al iniciar el gobierno de Joe Biden las caravanas han continuado su recorrido por nuestro territorio con más ímpetu hasta convertirse en un severo problema social.

A los salvadoreños, venezolanos y guatemaltecos – que eran las nacionalidades más comunes de ver por la ubicación geográfica de sus sendos países en relación con la frontera mexicana – ahora se han sumado migrantes que vienen de lugares más distantes e, incluso, separados por el mar. Tal es el caso de la última muchedumbre, la cual, estaba integrada en su gran mayoría por haitianos. Hecho que debe convertirse en un referente de que el conflicto sigue en aumento.

¿Cuántos individuos fueron detenidos y replegados por las autoridades y cuántos pudieron pasar sin ser detectados? No existe una cifra exacta que se pueda proporcionar hasta este momento y, además, aún restan preguntas que serán muy difíciles de contestar ante este fenómeno creciente en el que nuestro país se encuentra sumergido como protagonista indirecto del mismo.

¿Cuántos de los que ingresan a México llegan a los Estados Unidos?, ¿Cuántos se quedan en la frontera mexicana en colonias desde Tijuana hasta Matamoros?, ¿Cuántos se van desperdigando en el trayecto porque se esconden en comunidades, ejidos y rancherías?, ¿Cuántos participan en la comisión de delitos del fuero común al estar obligados a encontrar un medio para satisfacer las necesidades más elementales propias y de su familia? Y, sobre todo, ¿Cuántos terminan engrosando, por la fuerza o por voluntad, las filas de las células delincuenciales del crimen organizado?

Ante el cierre de la frontera de la Unión Americana, México se ha convertido en ese “pasillo sin salida” y el fenómeno social de migración pareciera que, con el paso del tiempo, está rebasando la capacidad de las autoridades y de los cuerpos de seguridad – y no se trata de quién está en el poder, sino del progresivo fenómeno “per sé” que ha antojado imparable en las últimas semanas. Si las cosas siguen así, no debemos extrañarnos que, más temprano que tarde, seamos testigos de situaciones como las descritas arriba que se sucedían de manera común en otras ciudades del país en las que el “sueño americano” se convirtió en “la pesadilla mexicana”.

¡Y hasta aquí!, pues como decía cierto periodista: “El tiempo apremia y el espacio se agota”... y recuerde, hoy será un gran día.

Escríbame a: licajimenezmcc@hotmail.com

Cuando mi vida de reportero me había llevado a trabajar entre la sierra de la huasteca potosina, la necesidad de obtener información me obligó a estar muy de cerca de las acciones de los organismos dedicados a la procuración de la seguridad y la justicia. Así que, de primera mano, tuve la oportunidad de escuchar la organización de varios operativos y, por obviedad, de cubrir y dar a conocer los resultados que estos arrojaban.

Uno de los que más presentes tengo en la memoria es aquel que denominaron “Anillo azul”. El cual era un esfuerzo coordinado entre la policía del Estado, los diferentes cuerpos municipales y el Ejército Mexicano y, el objetivo de esta acción era reducir el flujo de migrantes que ocupaban los caminos de la serranía para llegar, desde Centro y Sudamérica hasta la frontera norte de nuestro país.

Se volvieron incontables las ocasiones en las que fui llamado con cámara y micrófono para dar cuenta de cientos de hombres, mujeres, ancianos y niños que vieron frustrados sus sueños de alcanzar la tierra prometida “de las barras y las estrellas”. En algunos casos, era la segunda o tercera vez que se internaban en suelo mexicano y aseguraban que continuarían haciéndolo hasta llegar al “país del norte”.

En uno de tantos episodios, el comandante de la policía me comentó que no todos los migrantes eran detenidos; algunos escapaban y se internaban en las comunidades ocasionando severos problemas, ya que no siempre eran bien recibidos por los vecinos del lugar pues normalmente acarreaban fenómenos delincuenciales derivados de las necesidades como el hambre y la salud, hecho que los obligaba a robar. Asimismo, había otros individuos que cometían ilícitos porque eran delincuentes en su país de origen en donde eran buscados por la ley y mantenían las mismas conductas al refugiarse en México. Otro problema de tipo social era ocasionado por las mujeres jóvenes, quienes, en el amparo de la distancia y la secrecía, eran acogidas por un huasteco en calidad de consortes y terminaban haciendo familia con él, incrementado el número de la población de pobres y demandando atención de los programas sociales al momento de tener hijos.

“A la larga, esto va a ser un pasillo sin salida” – me dijo el mando policíaco al que todos le identificaban como “Zeus”, por el cargo que poseía – “¡Deja que los gringos se enojen y cierren las fronteras y ya verás cómo se va a poner esto! ¡No nos vamos a dar abasto!” Así me declaraba “off the record” con la voz rasposa que le caracterizaba.

Han pasado casi 20 años de esta anécdota que tenía olvidada hasta hace unos días cuando un amigo muy respetado que me hizo el favor de llevarme en su carro me preguntó: “¿No has visto que en las calles de Tampico y Ciudad Madero hay panameños, salvadoreños y venezolanos pidiendo dinero? ¡Quizá ya no se van a ir de aquí!” Me dijo evidentemente preocupado.

Para nadie es un secreto que durante la administración de Enrique Peña Nieto y la relación bilateral con los Estados Unidos que se tuvo en la última etapa de su gestión, así como a lo largo de la primera parte del gobierno del presidente López, México se ha convertido en “el corredor de las caravanas” a pesar de los esfuerzos que han hecho las autoridades por tratar de blindar la frontera sur. Cabe hacer mención que, quien se comprometió durante la gestión de Donald Trump al frente de la llamada “nación más poderosa del mundo” a retener a los indocumentados fue Marcelo Ebrard, en su papel de canciller mexicano. Lo anterior porque, hasta la fecha, se especula que existió un comentario en torno al cierre de las fronteras comerciales entre ambas naciones en caso de no atender la encomienda del empresario convertido en político. Sin embargo, al iniciar el gobierno de Joe Biden las caravanas han continuado su recorrido por nuestro territorio con más ímpetu hasta convertirse en un severo problema social.

A los salvadoreños, venezolanos y guatemaltecos – que eran las nacionalidades más comunes de ver por la ubicación geográfica de sus sendos países en relación con la frontera mexicana – ahora se han sumado migrantes que vienen de lugares más distantes e, incluso, separados por el mar. Tal es el caso de la última muchedumbre, la cual, estaba integrada en su gran mayoría por haitianos. Hecho que debe convertirse en un referente de que el conflicto sigue en aumento.

¿Cuántos individuos fueron detenidos y replegados por las autoridades y cuántos pudieron pasar sin ser detectados? No existe una cifra exacta que se pueda proporcionar hasta este momento y, además, aún restan preguntas que serán muy difíciles de contestar ante este fenómeno creciente en el que nuestro país se encuentra sumergido como protagonista indirecto del mismo.

¿Cuántos de los que ingresan a México llegan a los Estados Unidos?, ¿Cuántos se quedan en la frontera mexicana en colonias desde Tijuana hasta Matamoros?, ¿Cuántos se van desperdigando en el trayecto porque se esconden en comunidades, ejidos y rancherías?, ¿Cuántos participan en la comisión de delitos del fuero común al estar obligados a encontrar un medio para satisfacer las necesidades más elementales propias y de su familia? Y, sobre todo, ¿Cuántos terminan engrosando, por la fuerza o por voluntad, las filas de las células delincuenciales del crimen organizado?

Ante el cierre de la frontera de la Unión Americana, México se ha convertido en ese “pasillo sin salida” y el fenómeno social de migración pareciera que, con el paso del tiempo, está rebasando la capacidad de las autoridades y de los cuerpos de seguridad – y no se trata de quién está en el poder, sino del progresivo fenómeno “per sé” que ha antojado imparable en las últimas semanas. Si las cosas siguen así, no debemos extrañarnos que, más temprano que tarde, seamos testigos de situaciones como las descritas arriba que se sucedían de manera común en otras ciudades del país en las que el “sueño americano” se convirtió en “la pesadilla mexicana”.

¡Y hasta aquí!, pues como decía cierto periodista: “El tiempo apremia y el espacio se agota”... y recuerde, hoy será un gran día.

Escríbame a: licajimenezmcc@hotmail.com