/ lunes 30 de mayo de 2022

Desde el faro | Con calor y más calor... consumo de más luz

Pero qué tremendo calor se ha dejado sentir en estos últimos días, ¡qué nos espera para los meses de agosto y septiembre!

Hasta mal me escucho quejarme de las altas temperaturas que se sienten en la costa. Ya debería estar acostumbrada, ni modo que hubiera nacido en Holanda o Canadá para no saber lo que es el calor tropical, ¿verdad?

Pero bueno, eso no quita que pensemos un poco más allá de las complicaciones que implica aguantar el calor, por ejemplo, la descomposición de los alimentos expuestos sin refrigeración. Las enfermedades por los cambios bruscos de temperatura, es decir entrar o salir de lugares climatizados al calor o viceversa.

Pero todavía más peliagudo el tema de los altos consumos de luz, que aquí, independientemente que tengamos clima o no, se usan más los abanicos, refrigeradores o neveras.

Todo esto es para pensarse, ¡porque también el que todos hagamos uso de electricidad al mismo tiempo genera un uso excesivo de las plantas generadoras y eso sí está de cuidado porque vamos con riesgo de no tener luz! Ni para los refrigeradores, ¿se imaginan los hospitales?

Mi estimado lector, ¿se ha puesto usted a pensar qué sería de nuestra vida sin luz eléctrica? No me imagino aquellas grandes batallas por los ejércitos romanos, cuando se alejaban por semanas y meses en medio del desierto. Al regresar de una faena, obvio sudados, empolvados y sucios, ni modo que pasaran a una tienda de conveniencia para comprar unos refrescos o llegar a la farmacia a comprar suero oral para hidratarse.

De igual manera nuestros indígenas que todavía no les toca gozar de los beneficios de la electricidad en sus comunidades, y eso que este maravilloso invento llegó a Mexico durante el Porfiriato.

El 1 de diciembre de 1881 las calles de la Ciudad de México se iluminaron por primera vez gracias a la electricidad, luego de que la compañía Knight instalara 40 lámparas desde Plateros y San Francisco hasta la Plaza de la Constitución, así como 100 más a lo largo de la Alameda. Este suceso fue posible debido a los esfuerzos del Gobierno mexicano para construir plantas generadoras de energía.

Hacia finales del Siglo XIX la electricidad ya era ampliamente conocida en Europa pues, por ejemplo, en 1851 se utilizó en la exposición universal de Londres para iluminar el Palacio de Cristal. A partir de la asistencia de México a dicho tipo de eventos hubo un interés de los políticos de nuestro país por traer este nuevo invento.

La primera planta generadora de luz eléctrica en tierras mexicanas se construyó en 1879 en León, Guanajuato, en beneficio de la compañía textil “La Americana”.

El primer ensayo para instalar el alumbrado eléctrico en la capital de la república ocurrió en julio de 1880, cuando se colocaron algunos focos en la Plaza de la Constitución. Posteriormente, el 16 de septiembre del mismo año, se realizó otro ensayo para iluminar desde la estatua de Carlos IV hasta la calle de Vergara. Conforme pasaron los años las antiguas lámparas de gas que había en la Ciudad de México fueron desapareciendo.

La llegada de la electricidad fue festejada por los capitalinos, quienes consideraban que convertía a México en un país moderno. A su vez, el alumbrado eléctrico se volvió un símbolo de estatus, pues en un principio sólo se estableció en las calles habitadas por la clase alta. No obstante, durante un tiempo algunas personas mostraron desconfianza hacia la luz eléctrica, pues creían que podía dañar la vista.

A la fecha Tamaulipas es el segundo estado mayor productor de energía eléctrica de México, en sus instalaciones se genera el 14% de la electricidad del país, mediante el uso de fuentes renovables y no renovables (2020), aunque eso no quiere decir que tenemos garantizado el servicio.

¿Qué pasaría con el comercio, industrias, hospitales, plantas, empresas y en todos lados, un solo día sin luz eléctrica? Mejor ni imaginarlo.

Nos leemos el próximo lunes DESDE EL FARO.

Pero qué tremendo calor se ha dejado sentir en estos últimos días, ¡qué nos espera para los meses de agosto y septiembre!

Hasta mal me escucho quejarme de las altas temperaturas que se sienten en la costa. Ya debería estar acostumbrada, ni modo que hubiera nacido en Holanda o Canadá para no saber lo que es el calor tropical, ¿verdad?

Pero bueno, eso no quita que pensemos un poco más allá de las complicaciones que implica aguantar el calor, por ejemplo, la descomposición de los alimentos expuestos sin refrigeración. Las enfermedades por los cambios bruscos de temperatura, es decir entrar o salir de lugares climatizados al calor o viceversa.

Pero todavía más peliagudo el tema de los altos consumos de luz, que aquí, independientemente que tengamos clima o no, se usan más los abanicos, refrigeradores o neveras.

Todo esto es para pensarse, ¡porque también el que todos hagamos uso de electricidad al mismo tiempo genera un uso excesivo de las plantas generadoras y eso sí está de cuidado porque vamos con riesgo de no tener luz! Ni para los refrigeradores, ¿se imaginan los hospitales?

Mi estimado lector, ¿se ha puesto usted a pensar qué sería de nuestra vida sin luz eléctrica? No me imagino aquellas grandes batallas por los ejércitos romanos, cuando se alejaban por semanas y meses en medio del desierto. Al regresar de una faena, obvio sudados, empolvados y sucios, ni modo que pasaran a una tienda de conveniencia para comprar unos refrescos o llegar a la farmacia a comprar suero oral para hidratarse.

De igual manera nuestros indígenas que todavía no les toca gozar de los beneficios de la electricidad en sus comunidades, y eso que este maravilloso invento llegó a Mexico durante el Porfiriato.

El 1 de diciembre de 1881 las calles de la Ciudad de México se iluminaron por primera vez gracias a la electricidad, luego de que la compañía Knight instalara 40 lámparas desde Plateros y San Francisco hasta la Plaza de la Constitución, así como 100 más a lo largo de la Alameda. Este suceso fue posible debido a los esfuerzos del Gobierno mexicano para construir plantas generadoras de energía.

Hacia finales del Siglo XIX la electricidad ya era ampliamente conocida en Europa pues, por ejemplo, en 1851 se utilizó en la exposición universal de Londres para iluminar el Palacio de Cristal. A partir de la asistencia de México a dicho tipo de eventos hubo un interés de los políticos de nuestro país por traer este nuevo invento.

La primera planta generadora de luz eléctrica en tierras mexicanas se construyó en 1879 en León, Guanajuato, en beneficio de la compañía textil “La Americana”.

El primer ensayo para instalar el alumbrado eléctrico en la capital de la república ocurrió en julio de 1880, cuando se colocaron algunos focos en la Plaza de la Constitución. Posteriormente, el 16 de septiembre del mismo año, se realizó otro ensayo para iluminar desde la estatua de Carlos IV hasta la calle de Vergara. Conforme pasaron los años las antiguas lámparas de gas que había en la Ciudad de México fueron desapareciendo.

La llegada de la electricidad fue festejada por los capitalinos, quienes consideraban que convertía a México en un país moderno. A su vez, el alumbrado eléctrico se volvió un símbolo de estatus, pues en un principio sólo se estableció en las calles habitadas por la clase alta. No obstante, durante un tiempo algunas personas mostraron desconfianza hacia la luz eléctrica, pues creían que podía dañar la vista.

A la fecha Tamaulipas es el segundo estado mayor productor de energía eléctrica de México, en sus instalaciones se genera el 14% de la electricidad del país, mediante el uso de fuentes renovables y no renovables (2020), aunque eso no quiere decir que tenemos garantizado el servicio.

¿Qué pasaría con el comercio, industrias, hospitales, plantas, empresas y en todos lados, un solo día sin luz eléctrica? Mejor ni imaginarlo.

Nos leemos el próximo lunes DESDE EL FARO.