/ domingo 6 de junio de 2021

El universo de Maxwell | Las lunas artificiales

Es muy común en nuestra época utilizar un sistema de posicionamiento global (GPS, por sus siglas en inglés), así como disfrutar de un partido de futbol que se desarrolla en el otro lado del mundo (hace unos días, millones de personas vieron la final de la Champions League, disputada en Portugal), o conocer el pronóstico del clima para planear nuestras actividades de fin de semana. Todo esto es posible gracias a los modernos satélites artificiales que giran alrededor de nuestro planeta.

En esta ocasión comentaremos acerca de los hombres que previeron el desarrollo de estos aparatos, así como de los que lograron hacerlos realidad.

EL VISIONARIO

Edward Everett Hale nació en 3 de abril de 1822 en Boston, Massachusetts, E.U.A. Fue un niño prodigio que destacó en literatura. Se graduó del Harvard College en 1839. Posteriormente, fue Ministro de la Iglesia de la Unidad. En 1870 publicó una novela por entregas titulada “La luna de ladrillo” en la revista Atlantic Monthly. En esta novela se hace mención de un satélite artificial por primera vez en la historia.

Hale proponía que la luna artificial sirviera de guía a los marinos. Aunque el método que propuso para el lanzamiento del cohete –al igual que el de Julio Verne– no era práctico, su elección de utilizar ladrillos para su estructura, con el fin de soportar el calor generado por la fricción al cruzar la atmósfera, fue acertada. De hecho, se adelantó a la búsqueda de materiales como la cerámica para este fin. Edward Everett Hale falleció el 10 de junio de 1909 en su ciudad natal.

LOS REALIZADORES

Arthur Charles Clarke nació el 16 de diciembre de 1917 en Minehead, Inglaterra. Desde niño mostró un gran interés por la astronomía. Participó en la Segunda Guerra Mundial como especialista en radares. Después de la guerra, se graduó en física y matemáticas en el King´s College de Londres.

Clarke alcanzó reconocimiento mundial como escritor de ciencia ficción, su novela más conocida es “2001: Una Odisea del Espacio”, aunque también escribió artículos científicos y de divulgación. En 1945 publica en la revista Wireless World el artículo “Extra-terrestrial relays” en el que plantea el uso de un satélite para las comunicaciones. El relato de su vida necesitaría muchas páginas, pero solo comentaremos su aportación a los satélites. Arthur C. Clarke falleció el 19 de marzo de 2008 en Colombo, Sri Lanka.

John Robinson Pierce nació el 27 de marzo de 1910 en Des Moines, Iowa, E.U.A. Ingresó al Instituto Tecnológico de California, donde obtuvo el doctorado en 1936. Posteriormente, se integró a los Laboratorios Bell y trabajó en el desarrollo de tubos de vacío. Cuando sus compañeros Shockley, Brattain y Bardeen inventan un nuevo dispositivo, Pierce acuña para ello el término “transistor”.

Pierce propuso –de forma independiente a Arthur Clarke– el desarrollo de satélites artificiales para las comunicaciones, con el fin de eliminar los miles de kilómetros de cables. Participó en el desarrollo del primer satélite de comunicaciones, el Telstar I. En 1971 se retiró de los Laboratorios Bell y regresó a su Alma Máter como profesor. John Pierce falleció el 2 de abril de 2002, en Sunnyvale, California.

Rudolf Kompfner nació el 16 de mayo de 1909 en Viena, Austria. Se gradúa como arquitecto y posteriormente se muda a Inglaterra para ejercer su profesión. Sin embargo, mantuvo un interés por la física y la electrónica. Con el estallido de la Segunda Guerra Mundial, es tomado como prisionero y encarcelado. En su breve cautiverio conoce a científicos alemanes, quienes le dan clases de física.

Después de su liberación, trabaja en la Universidad de Birmingham, y obtiene su doctorado en la Universidad de Oxford. Posteriormente, se traslada a los Estados Unidos para trabajar en los Laboratorios Bell. En conjunto con John Pierce y Harold A. Rosen, desarrollan nuevos dispositivos electrónicos y participan en la construcción de los primeros satélites. Rudolf Kompfner falleció el 3 de diciembre de 1977 en Stanford, California.

LA CARRERA ESPACIAL

El 4 de octubre de 1957 la Unión Soviética lanzó el satélite Sputnik, y apenas un mes después lanzó el Sputnik II. Esto puso a los Estados Unidos en segundo lugar en la carrera espacial, y fue un duro golpe al orgullo norteamericano. El hecho de saber que un aparato ruso pasaba por encima de ellos –aunque fuera a miles de kilómetros– los hizo sentir vulnerables. Además, en el Sputnik II viajó por primera vez un ser vivo al espacio, la perra Laika. Con esto quedaba claro que los rusos tenían la mira puesta en el lanzamiento de un cohete tripulado. El 12 de abril de 1961 el astronauta soviético Yuri Gagarin se convirtió en el primer ser humano en viajar al espacio.

Los Estados Unidos iniciaron la carrera con un retraso respecto a los soviéticos, y su primer lanzamiento de un satélite fue un rotundo fracaso. El 6 de diciembre de 1957 el cohete que llevaría al satélite Vanguard explotó en tierra. Sin embargo, en marzo del siguiente año, los norteamericanos logran enviarlo al espacio con éxito.

A raíz del fracaso inicial del Vanguard, el reto fue asignado al equipo del Dr. Wernher von Braun. Aunque unos meses antes les habían dicho que abandonaran la investigación en el tema, no hicieron caso y continuaron con el trabajo. El Dr. Von Braun mostraba a los visitantes el cohete que desarrollaban, y les decía: “Este será el cohete que lance el primer satélite del mundo”, mientras esperaba pacientemente a que le pidieran continuar con su investigación –que no había abandonado–.

Aunque el cohete del Dr. Von Braun puso en órbita, no el primero, sino el tercer satélite de la historia, fue el primer satélite norteamericano. En poco tiempo superaron a los rusos en el número de satélites lanzados, y fijaron su objetivo en colocar a un hombre en la Luna, lo que lograrían en una década.

IMPORTANCIA

Alrededor de cinco mil satélites hechos por el hombre orbitan alrededor de la Tierra, aunque la mitad ya no están en funcionamiento. Son muy importantes para el análisis del clima, así como para detectar y seguir a los huracanes. Además, toman fotografías de otros planetas, el Sol, los agujeros negros y las galaxias lejanas. Todo este trabajo ha sido de gran ayuda en el quehacer científico.

Otro grupo de satélites realizan retransmisiones de señales de televisión y telefonía celular, y unos cuantos forman el sistema de GPS. Estos sin contar los satélites militares que realizan labores clasificadas.

EL LEGADO

Arthur C. Clarke vaticinó desde hace varias décadas que los satélites permitirían que una llamada telefónica de Australia a Canadá o de Brasil a Japón sería tan sencillo como una llamada local (algo que ya experimentamos desde hace unos años). Así que la próxima vez que utilice el GPS para poder llegar a una dirección que desconoce, o disfrute de un partido del futbol europeo, recuerde a los visionarios, y a los miles de ingenieros y científicos que han participado en el desarrollo de estas lunas artificiales.

rodolfoechavarria@eluniversodemaxwell.com

Es muy común en nuestra época utilizar un sistema de posicionamiento global (GPS, por sus siglas en inglés), así como disfrutar de un partido de futbol que se desarrolla en el otro lado del mundo (hace unos días, millones de personas vieron la final de la Champions League, disputada en Portugal), o conocer el pronóstico del clima para planear nuestras actividades de fin de semana. Todo esto es posible gracias a los modernos satélites artificiales que giran alrededor de nuestro planeta.

En esta ocasión comentaremos acerca de los hombres que previeron el desarrollo de estos aparatos, así como de los que lograron hacerlos realidad.

EL VISIONARIO

Edward Everett Hale nació en 3 de abril de 1822 en Boston, Massachusetts, E.U.A. Fue un niño prodigio que destacó en literatura. Se graduó del Harvard College en 1839. Posteriormente, fue Ministro de la Iglesia de la Unidad. En 1870 publicó una novela por entregas titulada “La luna de ladrillo” en la revista Atlantic Monthly. En esta novela se hace mención de un satélite artificial por primera vez en la historia.

Hale proponía que la luna artificial sirviera de guía a los marinos. Aunque el método que propuso para el lanzamiento del cohete –al igual que el de Julio Verne– no era práctico, su elección de utilizar ladrillos para su estructura, con el fin de soportar el calor generado por la fricción al cruzar la atmósfera, fue acertada. De hecho, se adelantó a la búsqueda de materiales como la cerámica para este fin. Edward Everett Hale falleció el 10 de junio de 1909 en su ciudad natal.

LOS REALIZADORES

Arthur Charles Clarke nació el 16 de diciembre de 1917 en Minehead, Inglaterra. Desde niño mostró un gran interés por la astronomía. Participó en la Segunda Guerra Mundial como especialista en radares. Después de la guerra, se graduó en física y matemáticas en el King´s College de Londres.

Clarke alcanzó reconocimiento mundial como escritor de ciencia ficción, su novela más conocida es “2001: Una Odisea del Espacio”, aunque también escribió artículos científicos y de divulgación. En 1945 publica en la revista Wireless World el artículo “Extra-terrestrial relays” en el que plantea el uso de un satélite para las comunicaciones. El relato de su vida necesitaría muchas páginas, pero solo comentaremos su aportación a los satélites. Arthur C. Clarke falleció el 19 de marzo de 2008 en Colombo, Sri Lanka.

John Robinson Pierce nació el 27 de marzo de 1910 en Des Moines, Iowa, E.U.A. Ingresó al Instituto Tecnológico de California, donde obtuvo el doctorado en 1936. Posteriormente, se integró a los Laboratorios Bell y trabajó en el desarrollo de tubos de vacío. Cuando sus compañeros Shockley, Brattain y Bardeen inventan un nuevo dispositivo, Pierce acuña para ello el término “transistor”.

Pierce propuso –de forma independiente a Arthur Clarke– el desarrollo de satélites artificiales para las comunicaciones, con el fin de eliminar los miles de kilómetros de cables. Participó en el desarrollo del primer satélite de comunicaciones, el Telstar I. En 1971 se retiró de los Laboratorios Bell y regresó a su Alma Máter como profesor. John Pierce falleció el 2 de abril de 2002, en Sunnyvale, California.

Rudolf Kompfner nació el 16 de mayo de 1909 en Viena, Austria. Se gradúa como arquitecto y posteriormente se muda a Inglaterra para ejercer su profesión. Sin embargo, mantuvo un interés por la física y la electrónica. Con el estallido de la Segunda Guerra Mundial, es tomado como prisionero y encarcelado. En su breve cautiverio conoce a científicos alemanes, quienes le dan clases de física.

Después de su liberación, trabaja en la Universidad de Birmingham, y obtiene su doctorado en la Universidad de Oxford. Posteriormente, se traslada a los Estados Unidos para trabajar en los Laboratorios Bell. En conjunto con John Pierce y Harold A. Rosen, desarrollan nuevos dispositivos electrónicos y participan en la construcción de los primeros satélites. Rudolf Kompfner falleció el 3 de diciembre de 1977 en Stanford, California.

LA CARRERA ESPACIAL

El 4 de octubre de 1957 la Unión Soviética lanzó el satélite Sputnik, y apenas un mes después lanzó el Sputnik II. Esto puso a los Estados Unidos en segundo lugar en la carrera espacial, y fue un duro golpe al orgullo norteamericano. El hecho de saber que un aparato ruso pasaba por encima de ellos –aunque fuera a miles de kilómetros– los hizo sentir vulnerables. Además, en el Sputnik II viajó por primera vez un ser vivo al espacio, la perra Laika. Con esto quedaba claro que los rusos tenían la mira puesta en el lanzamiento de un cohete tripulado. El 12 de abril de 1961 el astronauta soviético Yuri Gagarin se convirtió en el primer ser humano en viajar al espacio.

Los Estados Unidos iniciaron la carrera con un retraso respecto a los soviéticos, y su primer lanzamiento de un satélite fue un rotundo fracaso. El 6 de diciembre de 1957 el cohete que llevaría al satélite Vanguard explotó en tierra. Sin embargo, en marzo del siguiente año, los norteamericanos logran enviarlo al espacio con éxito.

A raíz del fracaso inicial del Vanguard, el reto fue asignado al equipo del Dr. Wernher von Braun. Aunque unos meses antes les habían dicho que abandonaran la investigación en el tema, no hicieron caso y continuaron con el trabajo. El Dr. Von Braun mostraba a los visitantes el cohete que desarrollaban, y les decía: “Este será el cohete que lance el primer satélite del mundo”, mientras esperaba pacientemente a que le pidieran continuar con su investigación –que no había abandonado–.

Aunque el cohete del Dr. Von Braun puso en órbita, no el primero, sino el tercer satélite de la historia, fue el primer satélite norteamericano. En poco tiempo superaron a los rusos en el número de satélites lanzados, y fijaron su objetivo en colocar a un hombre en la Luna, lo que lograrían en una década.

IMPORTANCIA

Alrededor de cinco mil satélites hechos por el hombre orbitan alrededor de la Tierra, aunque la mitad ya no están en funcionamiento. Son muy importantes para el análisis del clima, así como para detectar y seguir a los huracanes. Además, toman fotografías de otros planetas, el Sol, los agujeros negros y las galaxias lejanas. Todo este trabajo ha sido de gran ayuda en el quehacer científico.

Otro grupo de satélites realizan retransmisiones de señales de televisión y telefonía celular, y unos cuantos forman el sistema de GPS. Estos sin contar los satélites militares que realizan labores clasificadas.

EL LEGADO

Arthur C. Clarke vaticinó desde hace varias décadas que los satélites permitirían que una llamada telefónica de Australia a Canadá o de Brasil a Japón sería tan sencillo como una llamada local (algo que ya experimentamos desde hace unos años). Así que la próxima vez que utilice el GPS para poder llegar a una dirección que desconoce, o disfrute de un partido del futbol europeo, recuerde a los visionarios, y a los miles de ingenieros y científicos que han participado en el desarrollo de estas lunas artificiales.

rodolfoechavarria@eluniversodemaxwell.com