/ lunes 9 de julio de 2018

Hay características que son comunes a los grandes del deporte y la vida

Integridad, caballerosidad, espíritu fuerte frente a la adversidad y, por sobre todo, ansia de superación.

Hoy que tenemos de moda a la selección de Inglaterra, una de las que poseen menor porcentaje de edad, me iré al pasado para recordar a la última se- lección inglesa importante, que contaba con dos líderes de un tamaño que hoy no los tiene. Los dos Bobbys: Bobby Moore y Bobby Charlton. Bobby Charlton, el gran cerebro de la selección ingles que ganó la Copa del Mundo en 1966, casi encontró la muerte nueve años antes, cuando sobrevivió milagrosamente al trágico accidente aéreo de Múnich, en el que perecieron casi todos los componentes del Manchester United, los llamados Busby Babys. Catapultado desde el avión a causa del tremendo impacto, Bobby se encontró de repente lejos del aparato, sentado en su asiento con el cinturón de seguridad todavía abrochado, pero con los zapatos misteriosamente arrancados.

Charlton, que entonces tenía 21 años, tardó en re- ponerse del terrible impacto psicológico del desastre (en unas pocas semanas perdió casi todo el pelo), pero finalmente, tanto Bobby como el entrenador Matt Busby se animaron a emprender la reconstrucción de otro gran equipo. Charlton, la pieza básica, era zurdo, hábil e inteligente, y tenía la tranquilidad que solo tienen los jugadores realmente grandes. Además, marcaba goles espectaculares con sus característicos obuses con balones de un kilo, desde media y larga distancia. En el aspecto personal, Charlton tenía un temperamento inmejorable que le ganó respeto y prestigio universales. No se enfadaba nunca, jamás tuvo un mal gesto. Y a pesar de sus quince años en la cumbre del futbol mantuvo siempre una sencillez y una modestia ejemplares. Bobby Charlton era un auténtico caballero del balompié y un excelente embajador del futbol inglés.

A consecuencia del trágico accidente aéreo, 1958 fue un año clave en la formación de aquel fenómeno. Después de Múnich, varios equipos decidieron prestar jugadores al diezmado Manchester United y Charlton se puso la camiseta con el número 9 para dirigir el ataque. En una oleada de emoción pública, este United de parches llegó a la final de la Copa perdiendo frente al Bolton de Nat Lofthouse. Bien pudo haberse registrado el triunfo si un cañonazo de Bobby hubiera entrado en lugar de estrellarse en el poste. Semanas antes los rojos habían perdido la semifinal de la Copa de Europa ante el Milán, mientras Bobby estaba concentrado con la selección nacional. Poco después Bobby viajó con la plantilla al Mundial de Suecia, en donde a pesar de la insistencia de la afición y de la prensa, no jugó ningún partido.

Pero de las cenizas de aquella triste etapa nació el gran Bobby Charlton. Entre 1958 y 1970 jugó nada- menos que 106 partidos con la selección inglesa, marcando 49 goles. Y cuando finalmente se despidió del Manchester United, a los 36 años, había jugado 606 partidos de Liga y había marcado 198 goles con sus chutazos mortales. No obstante, los momentos más inolvidables de una larga carrera de 20 años fueron las dos ocasiones en que el flemático y tranquilo Bobby lloró como un niño. La primera vez que no pudo contener las lágrimas fue en el estadio de Wembley, el 30 de julio de 1966, cuando con su her- mano Jackie en el mismo equipo ganó la Copa del Mundo para Inglaterra. Dos goles de Bobby contra Portugal en la semifinal habían asegurado la plaza en la gran final contra Alemania. En el mismo año fue premiado como el Futbolista Europeo del Año.

Dos años después Charlton volvió a llorar en el mismo escenario cuando el Manchester United se convirtió en el primer equipo inglés que ganaba la Copa de Europa. Además, dos goles suyos habían contribuido a una emocionante victoria por 4-1 contra el Benfica. Al final de la prórroga, Bobby Charlton salió llorando del terreno de juego y su interminable abrazo con su entrenador Matt Busby, el otro sobreviviente de Múnich, es una de las más emocionantes y sentidas imágenes grabadas en la historia del futbol.

En mi larga trayectoria como futbolista solamente he visto a dos jugadores practicando un futbol semejante al de Bobby Charlton, Alejandro Cayetano, de Ciudad Mante, ex jugador del América, Veracruz, Nuevo León, Laguna y “Cuerudos”, y el otro es el Ing. Julián Serrano, del Tecnológico de Ciudad Madero. Bobby Charlon es un tipo de jugador en extinción que no sé porqué los directores técnicos, en su afán por fortaleceré su aspecto defensivo, han ido renunciando a él. En la actualidad solamente veo al español Isco, a quien para darle cabida en el Real Madrid y la selección de España han de sacrificar a un delantero. Iniesta igual reúne las condiciones de Bobby, pero sus entrenadores lo plantan pegado a la banda izquierda, en donde se ve muy limitado de espacio. Ocurre lo mismo con el croata Luka Modrich, clavado al lado derecho, sin opción a pisar el izquierdo. Lo de Isco tal vez se deba a que Zizou hacía los mismos recorridos que en su tiempo hicieron famoso al inolvidable Bobby Charlton.

Hasta pronto amigo.

Integridad, caballerosidad, espíritu fuerte frente a la adversidad y, por sobre todo, ansia de superación.

Hoy que tenemos de moda a la selección de Inglaterra, una de las que poseen menor porcentaje de edad, me iré al pasado para recordar a la última se- lección inglesa importante, que contaba con dos líderes de un tamaño que hoy no los tiene. Los dos Bobbys: Bobby Moore y Bobby Charlton. Bobby Charlton, el gran cerebro de la selección ingles que ganó la Copa del Mundo en 1966, casi encontró la muerte nueve años antes, cuando sobrevivió milagrosamente al trágico accidente aéreo de Múnich, en el que perecieron casi todos los componentes del Manchester United, los llamados Busby Babys. Catapultado desde el avión a causa del tremendo impacto, Bobby se encontró de repente lejos del aparato, sentado en su asiento con el cinturón de seguridad todavía abrochado, pero con los zapatos misteriosamente arrancados.

Charlton, que entonces tenía 21 años, tardó en re- ponerse del terrible impacto psicológico del desastre (en unas pocas semanas perdió casi todo el pelo), pero finalmente, tanto Bobby como el entrenador Matt Busby se animaron a emprender la reconstrucción de otro gran equipo. Charlton, la pieza básica, era zurdo, hábil e inteligente, y tenía la tranquilidad que solo tienen los jugadores realmente grandes. Además, marcaba goles espectaculares con sus característicos obuses con balones de un kilo, desde media y larga distancia. En el aspecto personal, Charlton tenía un temperamento inmejorable que le ganó respeto y prestigio universales. No se enfadaba nunca, jamás tuvo un mal gesto. Y a pesar de sus quince años en la cumbre del futbol mantuvo siempre una sencillez y una modestia ejemplares. Bobby Charlton era un auténtico caballero del balompié y un excelente embajador del futbol inglés.

A consecuencia del trágico accidente aéreo, 1958 fue un año clave en la formación de aquel fenómeno. Después de Múnich, varios equipos decidieron prestar jugadores al diezmado Manchester United y Charlton se puso la camiseta con el número 9 para dirigir el ataque. En una oleada de emoción pública, este United de parches llegó a la final de la Copa perdiendo frente al Bolton de Nat Lofthouse. Bien pudo haberse registrado el triunfo si un cañonazo de Bobby hubiera entrado en lugar de estrellarse en el poste. Semanas antes los rojos habían perdido la semifinal de la Copa de Europa ante el Milán, mientras Bobby estaba concentrado con la selección nacional. Poco después Bobby viajó con la plantilla al Mundial de Suecia, en donde a pesar de la insistencia de la afición y de la prensa, no jugó ningún partido.

Pero de las cenizas de aquella triste etapa nació el gran Bobby Charlton. Entre 1958 y 1970 jugó nada- menos que 106 partidos con la selección inglesa, marcando 49 goles. Y cuando finalmente se despidió del Manchester United, a los 36 años, había jugado 606 partidos de Liga y había marcado 198 goles con sus chutazos mortales. No obstante, los momentos más inolvidables de una larga carrera de 20 años fueron las dos ocasiones en que el flemático y tranquilo Bobby lloró como un niño. La primera vez que no pudo contener las lágrimas fue en el estadio de Wembley, el 30 de julio de 1966, cuando con su her- mano Jackie en el mismo equipo ganó la Copa del Mundo para Inglaterra. Dos goles de Bobby contra Portugal en la semifinal habían asegurado la plaza en la gran final contra Alemania. En el mismo año fue premiado como el Futbolista Europeo del Año.

Dos años después Charlton volvió a llorar en el mismo escenario cuando el Manchester United se convirtió en el primer equipo inglés que ganaba la Copa de Europa. Además, dos goles suyos habían contribuido a una emocionante victoria por 4-1 contra el Benfica. Al final de la prórroga, Bobby Charlton salió llorando del terreno de juego y su interminable abrazo con su entrenador Matt Busby, el otro sobreviviente de Múnich, es una de las más emocionantes y sentidas imágenes grabadas en la historia del futbol.

En mi larga trayectoria como futbolista solamente he visto a dos jugadores practicando un futbol semejante al de Bobby Charlton, Alejandro Cayetano, de Ciudad Mante, ex jugador del América, Veracruz, Nuevo León, Laguna y “Cuerudos”, y el otro es el Ing. Julián Serrano, del Tecnológico de Ciudad Madero. Bobby Charlon es un tipo de jugador en extinción que no sé porqué los directores técnicos, en su afán por fortaleceré su aspecto defensivo, han ido renunciando a él. En la actualidad solamente veo al español Isco, a quien para darle cabida en el Real Madrid y la selección de España han de sacrificar a un delantero. Iniesta igual reúne las condiciones de Bobby, pero sus entrenadores lo plantan pegado a la banda izquierda, en donde se ve muy limitado de espacio. Ocurre lo mismo con el croata Luka Modrich, clavado al lado derecho, sin opción a pisar el izquierdo. Lo de Isco tal vez se deba a que Zizou hacía los mismos recorridos que en su tiempo hicieron famoso al inolvidable Bobby Charlton.

Hasta pronto amigo.