/ viernes 8 de marzo de 2019

Me cambia el nombre, por favor

Según la opinión y el análisis de los “anolistos” de la política tamaulipeca, el panorama electoral en el futuro inmediato no luce muy promisorio para las huestes del Movimiento de Regeneración Nacional en nuestro estado...

Luego del desbarajuste que vino a provocar el ahijado de Ricardo Monreal Avila, su suplente en el Senado, Alejandro Rojas Díaz Durán, quien de golpe y porrazo fracturó la unidad morenista --dicen—para luego irse muy campante a dar informes de sus resultados --travesuras-- en la tierra del Bernal.

A botepronto se deduce que Rojas Díaz Durán provocó tal descontento entre las filas “auténticas” morenistas, que propició la caída de presuntos candidatos a diputados locales que ya se sentían o estaban “amarrados” en las listas nacionales, subiendo a la palestra a viejos militantes que tenían levantada la mano desde hace mucho tiempo.

Se dice también que la acción de Rojas Díaz Durán es parte de una intensa lucha intestina en MORENA, entre Ricardo Monreal Avila y la dirigente nacional Yeidckol Polevnsky Gurwitz, --no le gustó el nombre de Citlali y se lo cambió por uno más fácil de pronunciar-- ambos soñadores de un futuro superior para sus carreras políticas.

El caso es que ahora se dice que el Partido Acción Nacional ha tomado la delantera en las preferencias electorales para el 2 de junio y –hágame usted el refabrón cavor—que el PRI está remontando su lejano tercer lugar ganado limpiamente en las heces de la corrupción, cosa esta última que suena más bien a ficción surgida de la mente de Steven Spielberg.

Por otra parte, la “rejolinata” provocada por el escudero de Monreal descobijó o encueró dramáticamente a quienes los oponentes de MORENA han dado en llamar “el cascajo político”, refiriéndose a viejos –literalmente— exmilitantes de los partidos tricolor y del blanquiazul que convertidos en prófugos de su propia dignidad, huyeron a refugiarse a un lugar donde nadie los “pela”, ni los quiere y fueron duramente repudiados por quienes se erigen en auténticos seguidores de Andrés Manuel López Obrador, no de ahora, sino de siempre.

Sin embargo, los morenistas aseguran que la temblorina provocada por Rojas Díaz Durán es solo asunto interno que habrá de superarse en poco tiempo, porque en cuanto a las preferencias electorales por MORENA, con cualquier candidato que compita, será ganador del próximo Congreso del Estado, donde tendrá mayoría.

La gente está con MORENA, dicen los guindas, eso es indiscutible aseguran con énfasis, lo demás son gajes del oficio que todo partido político suele experimentar, sobre todo en épocas de elecciones.

Y a propósito de Citlali, que se cambió el nombre por el de Yeidckol, viene a la memoria aquel chascarrillo del chicano que vino a México y quería cambiar su nombre por uno más autóctono: El Juez le preguntó que cómo se llamaba y éste respondió “pues mi papá que era indocumentado me puso el nombre de Kentucky Fried Chicken. Uyy, dijo el juez, por supuesto que le cambiamos el nombre y ¿cómo se quiere usted llamar? Y el paisano rápido le dijo: Me quiero llamar “El Pollo Loco”.

O sea.

P.D.- Mientras la plebe se pelea en los llanos de la política, los príncipes de entienden en las alturas.

e-mail: armando_juaezbecerra@hotmail.com

Según la opinión y el análisis de los “anolistos” de la política tamaulipeca, el panorama electoral en el futuro inmediato no luce muy promisorio para las huestes del Movimiento de Regeneración Nacional en nuestro estado...

Luego del desbarajuste que vino a provocar el ahijado de Ricardo Monreal Avila, su suplente en el Senado, Alejandro Rojas Díaz Durán, quien de golpe y porrazo fracturó la unidad morenista --dicen—para luego irse muy campante a dar informes de sus resultados --travesuras-- en la tierra del Bernal.

A botepronto se deduce que Rojas Díaz Durán provocó tal descontento entre las filas “auténticas” morenistas, que propició la caída de presuntos candidatos a diputados locales que ya se sentían o estaban “amarrados” en las listas nacionales, subiendo a la palestra a viejos militantes que tenían levantada la mano desde hace mucho tiempo.

Se dice también que la acción de Rojas Díaz Durán es parte de una intensa lucha intestina en MORENA, entre Ricardo Monreal Avila y la dirigente nacional Yeidckol Polevnsky Gurwitz, --no le gustó el nombre de Citlali y se lo cambió por uno más fácil de pronunciar-- ambos soñadores de un futuro superior para sus carreras políticas.

El caso es que ahora se dice que el Partido Acción Nacional ha tomado la delantera en las preferencias electorales para el 2 de junio y –hágame usted el refabrón cavor—que el PRI está remontando su lejano tercer lugar ganado limpiamente en las heces de la corrupción, cosa esta última que suena más bien a ficción surgida de la mente de Steven Spielberg.

Por otra parte, la “rejolinata” provocada por el escudero de Monreal descobijó o encueró dramáticamente a quienes los oponentes de MORENA han dado en llamar “el cascajo político”, refiriéndose a viejos –literalmente— exmilitantes de los partidos tricolor y del blanquiazul que convertidos en prófugos de su propia dignidad, huyeron a refugiarse a un lugar donde nadie los “pela”, ni los quiere y fueron duramente repudiados por quienes se erigen en auténticos seguidores de Andrés Manuel López Obrador, no de ahora, sino de siempre.

Sin embargo, los morenistas aseguran que la temblorina provocada por Rojas Díaz Durán es solo asunto interno que habrá de superarse en poco tiempo, porque en cuanto a las preferencias electorales por MORENA, con cualquier candidato que compita, será ganador del próximo Congreso del Estado, donde tendrá mayoría.

La gente está con MORENA, dicen los guindas, eso es indiscutible aseguran con énfasis, lo demás son gajes del oficio que todo partido político suele experimentar, sobre todo en épocas de elecciones.

Y a propósito de Citlali, que se cambió el nombre por el de Yeidckol, viene a la memoria aquel chascarrillo del chicano que vino a México y quería cambiar su nombre por uno más autóctono: El Juez le preguntó que cómo se llamaba y éste respondió “pues mi papá que era indocumentado me puso el nombre de Kentucky Fried Chicken. Uyy, dijo el juez, por supuesto que le cambiamos el nombre y ¿cómo se quiere usted llamar? Y el paisano rápido le dijo: Me quiero llamar “El Pollo Loco”.

O sea.

P.D.- Mientras la plebe se pelea en los llanos de la política, los príncipes de entienden en las alturas.

e-mail: armando_juaezbecerra@hotmail.com