/ jueves 29 de marzo de 2018

Mientras vamos en pos de lo incierto, perdemos lo seguro

Fueron el equipo insignia del futbol mexicano, aquel equipo practicaba el estilo de juego que a todos gustaba. Fueron el arraigo que ahora nos falta, pues se perdió por culpa de ellos mismos (directivas), a quienes seguramente se les subió el humo a la cabeza. Y no acabo de entender como fue que se perdió toda aquella grandeza, pues los enemigos de chivas que se les podían igualar, eran el Atlas, el León y el Atlante, con quienes solían brindar grandes enfrentamientos sin la mala pasión que ahora se vive.

Créanme, el Guadalajara jugaba un futbol que no se parece al de ningún equipo actual, ni siquiera al actual Guadalajara. ¿Será que aquello fue un milagro que no se repetirá? A mí me gustaban aquellas Chivas y, me hubiera gustado que alguno de aquellos componentes, se hubiera perpetuado en la dirección técnica, cuyas bases fueron plantadas por Donald Ross, Arpad Fekete y el Ingeniero Javier De la Torre, así la cantera se hubiera mantenido productiva generando la misma idea.

La única identidad del momento, es la que anda buscando Osorio, esa que nos explica cada vez que termina un juego de la selección y, que ningún mexicano ha podido comprender y, como lo dije en columnas anteriores, “Lo que no comprendemos no lo poseemos”, así que lo único que sabemos es que somos unos desarraigados. La seguridad como un estado emocional, es algo que todos deseamos. El sentirnos seguros en alguna tarea o en el cumplimiento de algún objetivo, nos produce sentimientos de temor, de autolimitación. Cuando nos proponemos obtener algo, nada hay que nos incomode más que el sentimiento de incertidumbre.

Pero si la inseguridad que sentimos es de manera global y como un absoluto en nuestra persona, nos invaden sentimientos de minusvalía, de desamparo y, practicamente entramos a la lucha de la competencia, con un sentimiento de autoderrota. El encabezado de esta columna se entiende igual que aquel viejo refrán que dice que “más vale pájaro en mano que cien volando”. A tres meses del inicio del Mundial Rusia 2018, nuestra selección carece de identidad e igual que aquellos de Babel, se nos olvidó hablar en mexicano y como el idioma que habla Juan Carlos Osorio, no lo entiende nadie y, nadie se atreve a decírselo, en el vestidor todo es un caos en donde no se habla ni mexicano ni colombiano.

Los que vieron a aquella selección cumbiambera de los Cordoba, Herrera, Perea, Mendoza, Pérez, Alvarez, Gómez, Rincón, Valderrama, Valencia y Asprilla, entendían perfectamente el idioma futbolístico colombiano y, nos gustaba y nos impresionaba tanto como cuando aquel cinco a cero sobre Argentina en el Monumental de Buenos Aires y, cómo no iba a sonar dulce y melodioso como una cumbia, si aquella armoniosa orquesta era dirigida por Maturana, más colombiano que la cumbia. ¡NO! Ellos, los colombianos no han olvidado su idioma y, lo conservan así sus actuales componentes no sean tan armoniosos, pero cuentan con varios considerados Top Ten en Europa.

Qué pena, el futbol que enseña Osorio lo aprendió en Inglaterra y, como no hablo inglés, no puedo opinar si él lo habla bien o mal, la cosa es que no lo entendemos cuando discurre en televisión y, estoy seguro que ni en inglés ni en español lo entienden los jugadores, de lo contrario, estarían haciendo las cosas bien.

Todo jugador inseguro siente que debería ser mejor, que debería ser feliz, que debería tener éxito, ser competente, etc., todo ello de manera redondeada y definitiva. Todos estos son objetivos dignos y de gran valor; más no se debe pensar en ellos, no en un sentido absoluto como fines que conquistar, sino como en algo que hay que alcanzar más que como algo que se debiera ser, pues las innumerables autoexigencias de “DEBERÍA”, constituyen una tiranía que nos conduce irremediablemente a sentimientos de ansiedad, desánimo, obsesiones y a múltiples trastornos emocionales, nadie puede ser bueno en todas las posiciones.

No me digan que no lo han notado en los rostros de nuestros jugadores, aún los más experimentados como Moreno, Guardado y Javier Hernández, lucen en su rostro un ríctus de angustia de un grito ahogado que dice Heeeelp, no entiendo nada... Mala hora para Pizarro, acostumbrado al español afectado por el tango, no logra comprender esto, que de ninguna manera puede ser cumbia... ahí para el futuro, no busquemos fuera, aquí tenemos a Vucetich, Ferreti y a Herrera, que tan bien hablan el castanario.

Hasta pronto amigo.

Raúl J. Nava Gutiérrez.

Fueron el equipo insignia del futbol mexicano, aquel equipo practicaba el estilo de juego que a todos gustaba. Fueron el arraigo que ahora nos falta, pues se perdió por culpa de ellos mismos (directivas), a quienes seguramente se les subió el humo a la cabeza. Y no acabo de entender como fue que se perdió toda aquella grandeza, pues los enemigos de chivas que se les podían igualar, eran el Atlas, el León y el Atlante, con quienes solían brindar grandes enfrentamientos sin la mala pasión que ahora se vive.

Créanme, el Guadalajara jugaba un futbol que no se parece al de ningún equipo actual, ni siquiera al actual Guadalajara. ¿Será que aquello fue un milagro que no se repetirá? A mí me gustaban aquellas Chivas y, me hubiera gustado que alguno de aquellos componentes, se hubiera perpetuado en la dirección técnica, cuyas bases fueron plantadas por Donald Ross, Arpad Fekete y el Ingeniero Javier De la Torre, así la cantera se hubiera mantenido productiva generando la misma idea.

La única identidad del momento, es la que anda buscando Osorio, esa que nos explica cada vez que termina un juego de la selección y, que ningún mexicano ha podido comprender y, como lo dije en columnas anteriores, “Lo que no comprendemos no lo poseemos”, así que lo único que sabemos es que somos unos desarraigados. La seguridad como un estado emocional, es algo que todos deseamos. El sentirnos seguros en alguna tarea o en el cumplimiento de algún objetivo, nos produce sentimientos de temor, de autolimitación. Cuando nos proponemos obtener algo, nada hay que nos incomode más que el sentimiento de incertidumbre.

Pero si la inseguridad que sentimos es de manera global y como un absoluto en nuestra persona, nos invaden sentimientos de minusvalía, de desamparo y, practicamente entramos a la lucha de la competencia, con un sentimiento de autoderrota. El encabezado de esta columna se entiende igual que aquel viejo refrán que dice que “más vale pájaro en mano que cien volando”. A tres meses del inicio del Mundial Rusia 2018, nuestra selección carece de identidad e igual que aquellos de Babel, se nos olvidó hablar en mexicano y como el idioma que habla Juan Carlos Osorio, no lo entiende nadie y, nadie se atreve a decírselo, en el vestidor todo es un caos en donde no se habla ni mexicano ni colombiano.

Los que vieron a aquella selección cumbiambera de los Cordoba, Herrera, Perea, Mendoza, Pérez, Alvarez, Gómez, Rincón, Valderrama, Valencia y Asprilla, entendían perfectamente el idioma futbolístico colombiano y, nos gustaba y nos impresionaba tanto como cuando aquel cinco a cero sobre Argentina en el Monumental de Buenos Aires y, cómo no iba a sonar dulce y melodioso como una cumbia, si aquella armoniosa orquesta era dirigida por Maturana, más colombiano que la cumbia. ¡NO! Ellos, los colombianos no han olvidado su idioma y, lo conservan así sus actuales componentes no sean tan armoniosos, pero cuentan con varios considerados Top Ten en Europa.

Qué pena, el futbol que enseña Osorio lo aprendió en Inglaterra y, como no hablo inglés, no puedo opinar si él lo habla bien o mal, la cosa es que no lo entendemos cuando discurre en televisión y, estoy seguro que ni en inglés ni en español lo entienden los jugadores, de lo contrario, estarían haciendo las cosas bien.

Todo jugador inseguro siente que debería ser mejor, que debería ser feliz, que debería tener éxito, ser competente, etc., todo ello de manera redondeada y definitiva. Todos estos son objetivos dignos y de gran valor; más no se debe pensar en ellos, no en un sentido absoluto como fines que conquistar, sino como en algo que hay que alcanzar más que como algo que se debiera ser, pues las innumerables autoexigencias de “DEBERÍA”, constituyen una tiranía que nos conduce irremediablemente a sentimientos de ansiedad, desánimo, obsesiones y a múltiples trastornos emocionales, nadie puede ser bueno en todas las posiciones.

No me digan que no lo han notado en los rostros de nuestros jugadores, aún los más experimentados como Moreno, Guardado y Javier Hernández, lucen en su rostro un ríctus de angustia de un grito ahogado que dice Heeeelp, no entiendo nada... Mala hora para Pizarro, acostumbrado al español afectado por el tango, no logra comprender esto, que de ninguna manera puede ser cumbia... ahí para el futuro, no busquemos fuera, aquí tenemos a Vucetich, Ferreti y a Herrera, que tan bien hablan el castanario.

Hasta pronto amigo.

Raúl J. Nava Gutiérrez.