/ miércoles 1 de abril de 2020

Ocurrencias del futbol | Aprender de los errores del pasado haciendo buen uso de los recursos

Todo en el momento indicado. Han sido los signos de madurez y sustento motor de la FIFA

El sistema clásico permitía equilibrar más que ningún otro la ofensiva con la defensiva. Pero esta fue imponiéndose gradualmente entre los estrategas, cada vez más preocupados por no perder y, el esquema 1-2-3-5 cayó en crisis, hasta que en la década de 1920 se planteó abiertamente la necesidad de buscar soluciones a la pérdida de capacidad goleadora de los equipos. El primer toque de atención se dio precisamente en Gran Bretaña, donde el mánager del Arsenal de Londres, mister Chapman, propuso en 1926 reajustar el esquema imperante, retrasando al medio centro hasta convertirlo en defensa central, en una disposición de 1-3-2-5, o sea un guardameta, tres defensas, dos medios y cinco delanteros. Se dijo que ello permitiría descongestionar el centro del campo, lugar en el que los equipos pasaban la mayor parte del tiempo del juego. El esquema denominado Sistema Moderno o "W-M", facilitaba, de hecho, mayor seguridad en el ataque y liberaba a los medios de las agobiantes preocupaciones defensivas. El nuevo sistema se impuso rápidamente en Gran Bretaña, pero pasaron más de dos décadas hasta que lo hizo en el resto de los países practicantes.

En aquellos locos y "felices años 20", el mundillo futbolístico era un verdadero hervidero de novedades. Lógico si se toma en cuenta que era una época de ascenso deportivo y de general optimismo social. No se sospechaba que al final de la década sobrevendría una de las crisis económicas más agudas del siglo. Incluso en vísperas del gran crack de 1929 todavía ocupaban las noticias futbolísticas los grandes titulares de la prensa. Un día de 1928 podía leerse que en España, tenida por una de las potencias futbolísticas europeas, había sido definitivamente legalizado el profesionalismo, o que en este mismo país concluía el primer torneo de la Liga Nacional con la victoria del histórico Club de Futbol Barcelona. O que el temible interior de ataque inglés David Jack, en aquel mismo año de 1928, era traspasado del Bolton Wanderers Club al Arsenal de Londres por la fabulosa cantidad de 10,000 libras esterlinas, así como los problemas que dicha incorporación le proporcionaba al mánager londinense Chapman, que como se explicó anteriormente, se vio obligado a modificar su célebre W-M, haciéndola "quebrada".

Otro impacto periodístico fue la noticia de la derrota, en 1929, de la selección inglesa en Madrid frente al equipo español por 4 goles a tres. Los ingleses estaban marginados de la FIFA y apenas salían de su ghetto insular y cuando lo hacían era porque se sentían seguros de vencer. Aquella derrota frente a los españoles fue la primera sufrida por la selección de Inglaterra fuera de sus lares. Habían sido sorprendidos por la velocidad y entrega del cuadro comandado por Ricardo Zamora. Las noticias se acumulaban en las redacciones de los periódicos, muchos de los cuales fomentaban con sus grandes titulares y crónicas explosivas, el clima apasionado y exacerbado que imperaba en algunos partidos. Los espectadores iban en aumento, pero todavía permanecía insuperable aquella cifra récord de los 130 mil espectadores en 1923 en la final de la Copa Inglesa jugada en Londres entre el West Ham United y el histórico Bolton Wanderers Club.

Pero, entre tal avalancha de noticias y nuevos hitos, una preocupación permanecía latente. El futbol olímpico era un evento de gran importancia y su inclusión en los juegos olímpicos significó una prueba de su pujanza. Sin embargo, latía cierta insatisfacción. Las exigencias del olimpismo planteaban grandes polémicas y graves disensiones. La vitalidad del futbol, a su vez, había creado unas condiciones favorables para la celebración de unos campeonatos internacionales, o, mejor aún, mundiales. La expansión conseguida era suficiente e iba a más. Las normas elaboradas por la FIFA eran absolutamente respetadas por doquier; las federaciones nacionales eran organismos serios, rigurosos y aceptados como rectores; los gobiernos comenzaban a ver en el futbol un instrumento digno de ser tenido en cuenta por muy diversos motivos: por la masividad de su espectáculo, capaz de distraer a los pueblos de problemas más perentorios, etc. Si el boxeo, deporte individualista, citaba enormes masas humanas, el futbol, por sus características debía tener un porvenir más halagüeño.

En la final olímpica de Amsterdam, en 1928, Uruguay derrotó a Argentina por 2-1. Un año después, los argentinos se tomaron la revancha en el Campeonato Sudamericano. El argentino Ferreira y el uruguayo Nasazzi comandaron a sus respectivos equipos. Los monstruos del futbol comenzaban a escribir sus hazañas, El Rey de Inglaterra presidió la final de la Copa Inglesa que se disputó el 23 de 1927. Atrás habían quedado los años en los que el futbol era prohibido por los reyes, ahora ya no se jugaba en las calles, el estadio de Wembley era una de las grandes catedrales que empezaban a alzarse para atender a una nueva religión... El Futbol.

Hasta pronto amigo.

Todo en el momento indicado. Han sido los signos de madurez y sustento motor de la FIFA

El sistema clásico permitía equilibrar más que ningún otro la ofensiva con la defensiva. Pero esta fue imponiéndose gradualmente entre los estrategas, cada vez más preocupados por no perder y, el esquema 1-2-3-5 cayó en crisis, hasta que en la década de 1920 se planteó abiertamente la necesidad de buscar soluciones a la pérdida de capacidad goleadora de los equipos. El primer toque de atención se dio precisamente en Gran Bretaña, donde el mánager del Arsenal de Londres, mister Chapman, propuso en 1926 reajustar el esquema imperante, retrasando al medio centro hasta convertirlo en defensa central, en una disposición de 1-3-2-5, o sea un guardameta, tres defensas, dos medios y cinco delanteros. Se dijo que ello permitiría descongestionar el centro del campo, lugar en el que los equipos pasaban la mayor parte del tiempo del juego. El esquema denominado Sistema Moderno o "W-M", facilitaba, de hecho, mayor seguridad en el ataque y liberaba a los medios de las agobiantes preocupaciones defensivas. El nuevo sistema se impuso rápidamente en Gran Bretaña, pero pasaron más de dos décadas hasta que lo hizo en el resto de los países practicantes.

En aquellos locos y "felices años 20", el mundillo futbolístico era un verdadero hervidero de novedades. Lógico si se toma en cuenta que era una época de ascenso deportivo y de general optimismo social. No se sospechaba que al final de la década sobrevendría una de las crisis económicas más agudas del siglo. Incluso en vísperas del gran crack de 1929 todavía ocupaban las noticias futbolísticas los grandes titulares de la prensa. Un día de 1928 podía leerse que en España, tenida por una de las potencias futbolísticas europeas, había sido definitivamente legalizado el profesionalismo, o que en este mismo país concluía el primer torneo de la Liga Nacional con la victoria del histórico Club de Futbol Barcelona. O que el temible interior de ataque inglés David Jack, en aquel mismo año de 1928, era traspasado del Bolton Wanderers Club al Arsenal de Londres por la fabulosa cantidad de 10,000 libras esterlinas, así como los problemas que dicha incorporación le proporcionaba al mánager londinense Chapman, que como se explicó anteriormente, se vio obligado a modificar su célebre W-M, haciéndola "quebrada".

Otro impacto periodístico fue la noticia de la derrota, en 1929, de la selección inglesa en Madrid frente al equipo español por 4 goles a tres. Los ingleses estaban marginados de la FIFA y apenas salían de su ghetto insular y cuando lo hacían era porque se sentían seguros de vencer. Aquella derrota frente a los españoles fue la primera sufrida por la selección de Inglaterra fuera de sus lares. Habían sido sorprendidos por la velocidad y entrega del cuadro comandado por Ricardo Zamora. Las noticias se acumulaban en las redacciones de los periódicos, muchos de los cuales fomentaban con sus grandes titulares y crónicas explosivas, el clima apasionado y exacerbado que imperaba en algunos partidos. Los espectadores iban en aumento, pero todavía permanecía insuperable aquella cifra récord de los 130 mil espectadores en 1923 en la final de la Copa Inglesa jugada en Londres entre el West Ham United y el histórico Bolton Wanderers Club.

Pero, entre tal avalancha de noticias y nuevos hitos, una preocupación permanecía latente. El futbol olímpico era un evento de gran importancia y su inclusión en los juegos olímpicos significó una prueba de su pujanza. Sin embargo, latía cierta insatisfacción. Las exigencias del olimpismo planteaban grandes polémicas y graves disensiones. La vitalidad del futbol, a su vez, había creado unas condiciones favorables para la celebración de unos campeonatos internacionales, o, mejor aún, mundiales. La expansión conseguida era suficiente e iba a más. Las normas elaboradas por la FIFA eran absolutamente respetadas por doquier; las federaciones nacionales eran organismos serios, rigurosos y aceptados como rectores; los gobiernos comenzaban a ver en el futbol un instrumento digno de ser tenido en cuenta por muy diversos motivos: por la masividad de su espectáculo, capaz de distraer a los pueblos de problemas más perentorios, etc. Si el boxeo, deporte individualista, citaba enormes masas humanas, el futbol, por sus características debía tener un porvenir más halagüeño.

En la final olímpica de Amsterdam, en 1928, Uruguay derrotó a Argentina por 2-1. Un año después, los argentinos se tomaron la revancha en el Campeonato Sudamericano. El argentino Ferreira y el uruguayo Nasazzi comandaron a sus respectivos equipos. Los monstruos del futbol comenzaban a escribir sus hazañas, El Rey de Inglaterra presidió la final de la Copa Inglesa que se disputó el 23 de 1927. Atrás habían quedado los años en los que el futbol era prohibido por los reyes, ahora ya no se jugaba en las calles, el estadio de Wembley era una de las grandes catedrales que empezaban a alzarse para atender a una nueva religión... El Futbol.

Hasta pronto amigo.