En América, las mujeres indígenas suelen enfrentar formas diversas y sucesivas de discriminación histórica que se combinan y se superponen, exponiéndolas a violaciones de derechos humanos en todos los aspectos de su vida cotidiana: desde sus derechos civiles y políticos, sus derechos a acceder a la justicia, hasta sus derechos económicos, sociales y culturales, y su derecho a vivir sin violencia.
Las mujeres indígenas son las encargadas de transmitir con dignidad la lengua, cultura, valores e identidad de nuestros pueblos originarios. Sin la función activa de la mujer no puede comprenderse la familia y la organización de la comunidad rural e indígena.
Desde tiempos ancestrales los pueblos autóctonos han defendido y promovido una exhaustiva variedad de especies vegetales y animales y bregado arduamente para asegurar la sobrevivencia de sus conocimientos tradicionales, sus lenguas y sus alimentos, todos ellos seriamente amenazados de extinción por procesos sociales y ambientales destructivos.
En un encuentro que celebran en México del 6 al 10 de marzo, las mujeres indígenas buscan compartir algunos de los esfuerzos que se están haciendo para proteger de la extinción los alimentos de los pueblos originarios, y descubrir los orígenes de la comida cotidiana, así como los lugares donde todavía son producidos por las comunidades.
Son 80 delegados de México, Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador y Brasil los que se reúnen en el evento Terra Madre Indígena 2024, Pueblos de Abya Yala, organizado por la Red Slow Food de Pueblos Indígenas y la organización Timo’Patla Intercultural.
“El acaparamiento de tierras, las violaciones de los derechos humanos, el cambio climático y la agricultura insostenible son sólo algunas de las amenazas más obvias para esta rica diversidad”, aseguró Dalí Nolasco Cruz, originaria de la comunidad nahua de Tlaola, Puebla, fundadora de la organización Timo'Patla Intercultural, una red poblana de apoyo a la economía social y solidaria de mujeres indígenas nahuas, totonacas y mixtecas.
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), en los territorios de los pueblos indígenas se resguarda el 80% de la biodiversidad del planeta, esto significa que las comunidades originarias juegan un papel crucial en la protección de la producción de medios de subsistencia alrededor del mundo, sin embargo, esa riqueza ya no está concentrada en los territorios ni en sus habitantes, por eso comer es más que alimentarse.
Las Naciones Unidas advirtió, en 2020, unos 130 millones de personas en América Latina y el Caribe no lograban contar con una dieta cotidiana saludable. “En la región, la prevalencia de inseguridad alimentaria moderada o grave, de sobrepeso en niños y niñas menores de cinco años, y de obesidad en adultos, es superior a los promedios mundiales. Además, la región tiene la dieta saludable más costosa en comparación con otras regiones del mundo”.
Todavía hoy, aunque difieren en costumbres y culturas, todos los indígenas se enfrentan a las mismas realidades, de igual crueldad, como son los desalojos de sus tierras ancestrales, negación de oportunidades para expresar sus culturas, agresiones físicas y trato como ciudadanos y ciudadanas de segunda.
Y si todavía hay duda de la discriminación a los indígenas: “La red Slow Food Brasil y la Asociación Slow Food de Brasil desean manifestar su repudio e indignación por la agresión moral y el trato ofensivo dispensados a Muri Juruna por agentes de inmigración del gobierno mexicano, que culminaron con su deportación a Brasil desde México, el 5 de marzo.
Sin Muri, el pueblo Juruna y Brasil ya no estuvieron representados en este evento internacional de Slow Food.
Así está el asunto, en pleno siglo XXI.