/ miércoles 13 de junio de 2018

Cine político mexicano

Hace unos días fui invitado a comentar, junto a otros tres críticos de cine, el filme El infierno/2010, de Luis Estrada, en un programa de televisión por internet.

Contra lo que pareciera ser, la película protagonizada por Damián Alcázar no es un cine político en términos del discurso estético brutal (y agregaría: deliberadamente gore), es más bien una perorata, si acaso no un intento de retrato, contra una problemática social que azota a la mayor parte del país: el crimen organizado.

Para hacer cine político en México se requiere apoyarse, a mí me lo parece (salvo contadas excepciones) en la estructura del thriller. El cine político hecho en México se las ha visto negras con la señora censura. El caso más ominoso y rebasado es La sombra del caudillo/ 1960, de Julio Bracho, que permaneció enlatada casi treinta años. Se dice que esto desilusionó a Bracho a tal grado que nunca más volvió a realizar el cine que le interesaba.

Es curioso que la comedia sea el carril por donde ha corrido con mejor suerte el cine político en México. Calzonzin inspector/ 1972, El brazo fuerte/ 1958 (exhibida hasta 1974) y México 2000/1983, encontraron en la sátira la idónea manera de ejercer su crítica al sistema político mexicano.

Sin embargo, es Alejandro Pelayo (Días difíciles/ 1987, Morir en el golfo/ 1989) el director que tiene en su haber una estupenda cinta que bucea por las turbias aguas del viejo sistema priista cuando el presidencialismo lo era todo. La víspera/ 1982, con el estupendo actor nacido en Veracruz Ernesto Gómez Cruz, aborda el inminente llamado del ingeniero Miranda al gabinete del nuevo presidente de la República.

Pelayo urde un guión, fotografiado en blanco y negro sin mayores arriesgues, para mostrar al espectador cómo la vida de un exfuncionario público, inactivo dos sexenios, afecta a su círculo más cercano.

La exesposa (María Rojo), los ayudantes y excolaboradores se unirán por conveniencia entorno al ingeniero Miranda para externarle su falso apoyo.

Si fue inédito el hecho que en La ley de Herodes/ 1999, de Luis Estrada, se mencionara por primera vez el nombre del expartido oficial en un filme, francamente resultó más interesante que en La víspera Alejandro Pelayo diera un repaso –inédito también- por la vida de algunos funcionarios fieles al régimen presidencialista bajo una premisa conocida: la sumisión irredenta.

Con apenas 75 minutos de metraje y pocos escenarios (la mansión del ingeniero Miranda aparece en casi toda la película), La víspera es una mirada sobria, inusual, sobre una época del sistema político que en tiempos de la alternancia sabe más a curiosidad arqueológica que a panfleto o a documento histórico. Y para la anécdota: en La víspera fungió como asistente de director el entonces jovencísimo Alfonso Cuarón, futuro director de Y tu mamá también, Harry Potter y el prisionero de Azkaban y Los niños del hombre y Gravity (con la cual ganó el Óscar a Mejor Director)…

Hace unos días fui invitado a comentar, junto a otros tres críticos de cine, el filme El infierno/2010, de Luis Estrada, en un programa de televisión por internet.

Contra lo que pareciera ser, la película protagonizada por Damián Alcázar no es un cine político en términos del discurso estético brutal (y agregaría: deliberadamente gore), es más bien una perorata, si acaso no un intento de retrato, contra una problemática social que azota a la mayor parte del país: el crimen organizado.

Para hacer cine político en México se requiere apoyarse, a mí me lo parece (salvo contadas excepciones) en la estructura del thriller. El cine político hecho en México se las ha visto negras con la señora censura. El caso más ominoso y rebasado es La sombra del caudillo/ 1960, de Julio Bracho, que permaneció enlatada casi treinta años. Se dice que esto desilusionó a Bracho a tal grado que nunca más volvió a realizar el cine que le interesaba.

Es curioso que la comedia sea el carril por donde ha corrido con mejor suerte el cine político en México. Calzonzin inspector/ 1972, El brazo fuerte/ 1958 (exhibida hasta 1974) y México 2000/1983, encontraron en la sátira la idónea manera de ejercer su crítica al sistema político mexicano.

Sin embargo, es Alejandro Pelayo (Días difíciles/ 1987, Morir en el golfo/ 1989) el director que tiene en su haber una estupenda cinta que bucea por las turbias aguas del viejo sistema priista cuando el presidencialismo lo era todo. La víspera/ 1982, con el estupendo actor nacido en Veracruz Ernesto Gómez Cruz, aborda el inminente llamado del ingeniero Miranda al gabinete del nuevo presidente de la República.

Pelayo urde un guión, fotografiado en blanco y negro sin mayores arriesgues, para mostrar al espectador cómo la vida de un exfuncionario público, inactivo dos sexenios, afecta a su círculo más cercano.

La exesposa (María Rojo), los ayudantes y excolaboradores se unirán por conveniencia entorno al ingeniero Miranda para externarle su falso apoyo.

Si fue inédito el hecho que en La ley de Herodes/ 1999, de Luis Estrada, se mencionara por primera vez el nombre del expartido oficial en un filme, francamente resultó más interesante que en La víspera Alejandro Pelayo diera un repaso –inédito también- por la vida de algunos funcionarios fieles al régimen presidencialista bajo una premisa conocida: la sumisión irredenta.

Con apenas 75 minutos de metraje y pocos escenarios (la mansión del ingeniero Miranda aparece en casi toda la película), La víspera es una mirada sobria, inusual, sobre una época del sistema político que en tiempos de la alternancia sabe más a curiosidad arqueológica que a panfleto o a documento histórico. Y para la anécdota: en La víspera fungió como asistente de director el entonces jovencísimo Alfonso Cuarón, futuro director de Y tu mamá también, Harry Potter y el prisionero de Azkaban y Los niños del hombre y Gravity (con la cual ganó el Óscar a Mejor Director)…