/ domingo 5 de marzo de 2023

El cumpleaños del perro | El Padrino II, la obra maestra de Francis Ford Coppola

Empiezo con las palabras del historiador británico Kenneth Clark (1903- 1983) de su libro “¿Qué es una obra maestra?” (Icaria, Barcelona, 1980) sobre lo que significa eso que llamamos obra de arte (sic):

“Tanto la expresión obra maestra, como la definición abstracta de la misma belleza, constituyen un ejercicio de ingenio, pero sólo guardan una relación remota con la experiencia. Si hubiera que definir la expresión en una sola frase, inmediatamente se constatarían multitud de excepciones (...) el impacto de las obras maestras es algo sobre lo que existe un asombroso grado de unanimidad. Por eso creo que podemos afirmar que las obras maestras existen y que se trata de obras de grandes artistas realizadas en momentos de especial iluminación, y el problema que se nos plantea es por qué un artista se ha sentido repentinamente inspirado. Trataremos de responder a estas cuestiones examinando algunos ejemplos... La Anunciación de Donatello, en Santa Croce. Parece sencilla, pero quien haya contemplado durante largo rato esta obra sublime habrá experimentado una serie de emociones profundas y complejas. Para empezar, se habrá sentido conmovido por el tema. Si somos sinceros, tal es probablemente nuestra respuesta inicial a todas las obras de arte anteriores al siglo actual. La composición, que casi parece evidente, cuando se analiza resulta tener una larga historia. Tal vez Donatello conocía una estela griega (...) y al recordarla, puso de manifiesto dos de las características de las obras maestras: la confluencia de recuerdos y emociones para conformar una única idea, y el poder recrear las formas tradicionales de tal modo que sean expresivas de la época del artista y no obstante mantengan la relación con el pasado. Esta instintiva percepción de la tradición no se debe al conservadurismo, sino al hecho de que, según las conocidas palabras de Lhetaby, ligeramente adaptada, las obras maestras no deben tener el espesor de un hombre, sino el espesor de muchos hombres...Otra prerrogativa de la obra maestra es la que se da cuando se presenta una soberbia composición y una profunda afirmación de los valores humanos. Para la obra maestra el elemento humano es esencial. El artista debe estar profundamente implicado en la comprensión de sus semejantes. Podemos afirmar que determinados retratos son obras maestras porque recrean al ser humano y nos lo presentan como una corporeización, casi como un símbolo, de todo lo que podríamos encontrar en las profundidades de nuestras almas. En este campo, Rembrandt es único. A través de él comulgamos con nuestra especie de una forma que nunca podríamos haber conseguido sin mediar su ojo penetrante......También Tiziano, en algunos retratos, se funde con su representado, como es el caso de su mal reputado amigo Pietro Aretino, donde él nos muestra su poderosa inteligencia y coraje, convirtiendo al pícaro que fue en un héroe. Lo mismo ocurre con Pablo III, donde nos hace ver al viejo sabio, al viejo zorro astuto, al hombre que ha conocido perfectamente a sus semejantes, al hombre que ha conocido a Dios...»...

El cine norteamericano, contrario a lo que pudiese parecer, es el mejor del mundo, y ha producido algunas obras maestras. Una de ellas es “El padrino II”. Dirigida por Francis Ford Coppola en 1974, la secuela de “El padrino”/ 1972 refiere la vida de la familia Corleone desde la perspectiva del pasado: los orígenes de Vito (interpretado de joven por Robert DeNiro) en su natal Italia.

Paralelo al devenir del joven Vito, Coppola –apoyado en la novela de Mario Puzo- cuenta la historia del ascenso al poder de la mafia de Michael/ Al Pacino, el menor de los hijos de Vito.

Con mano maestra Coppola diseña una película sobria, bien relatada y que pule los posibles excesos en las actuaciones o en los rimbombantes cortes de edición y movimientos de cámaras truculentos. Además, Coppola se centra (y confía) en la experiencia de histriones tan probados como Robert Duvall (como Tom Hagen) y Lee Strassberg (el famoso maestro del Actor’s Studio), así como en los noveles y talentosos Al Pacino, Robert DeNiro y Diane Keaton.

Se ha dicho que el mayor soporte de “El padrino II” (así como de la primera parte) es la calidad excepcional de la fotografía de Gordon Willis. Con un tono de luces crepusculares, textura café oscura y un discreto registro escénico -poseedor de una potente contención plástica-, Gordon Willis convirtió a la fotografía en un personajes más de la película.

El cine americano setentero estaba en un punto de inflexión cuando surgieron los dos Padrinos. Por un lado estaban los temas políticos: “Todos los hombres del presidente”, “Los tres días del cóndor”; y por otro, los temas de ciencia ficción con sorprendentes efectos visuales (“La guerra de las galaxias”, la más interesante). Exceptuando a esas dos piezas maestras de Woody Allen: “Manhattan” y “Annie Hall”, le corresponde a Francis Ford Coppola ser el autor de un cine americano de veras inteligente, con una propuesta artística valiosa. Amén de la saga de El padrino, lo confirmaría en 1978 con su impecable y aún duradera “Apocalipsis, ahora”.

Probablemente el personaje de Vito Corleone sea el más famoso del cine contemporáneo. La caracterización que de él hizo el excelente Marlon Brando no dejó dudas de que se trataba de una verdadera creación. (En nuestro cine mexicano valdría la pena revalorar el personaje de don Cruz Treviño Martínez de la Garza, interpretado por Fernando Soler.) Por ello, es de asombrarse que Robert DeNiro le haya dado al joven Vito Corleone un tono justo y ad hoc (DeNiro lo interpretó hablando totalmente en italiano).

Las lecturas que se desprenden de “El padrino II” son múltiples y diversas. Por un lado, la historia de la familia Corleone es remedo de una clase ascendente en la sociedad americana de los años cuarenta, insertada en una red de tráfico de influencias y cotas de la mafia. En otra arista, se puede leer como un acercamiento a la tragedia griega: Michael manda matar a su propio hermano Fredo/ John Cazale y a sus enemigos para fortalecer su imperio del mal.

Sin embargo, la mirada intimista que dio Coppola hacia adentro del clan Corleone y la relación de éste con las distintos hilos del poder, hacen de El padrino II una película intensa, poderosa, perenne. Y para fortuna de los amantes del cine, El padrino II (al igual que “El padrino I” y “El padrino III”) se encuentra disponible en varias plataformas de streaming.

Criticada –muchas veces con justa razón por hacer filmes insulsos, comerciales e intrascendentes-, la industria hollywoodense se resarce con obras como “El padrino II” y hace que nos reconciliemos con un cine que irrita y que mantiene su status de insuperable…

Empiezo con las palabras del historiador británico Kenneth Clark (1903- 1983) de su libro “¿Qué es una obra maestra?” (Icaria, Barcelona, 1980) sobre lo que significa eso que llamamos obra de arte (sic):

“Tanto la expresión obra maestra, como la definición abstracta de la misma belleza, constituyen un ejercicio de ingenio, pero sólo guardan una relación remota con la experiencia. Si hubiera que definir la expresión en una sola frase, inmediatamente se constatarían multitud de excepciones (...) el impacto de las obras maestras es algo sobre lo que existe un asombroso grado de unanimidad. Por eso creo que podemos afirmar que las obras maestras existen y que se trata de obras de grandes artistas realizadas en momentos de especial iluminación, y el problema que se nos plantea es por qué un artista se ha sentido repentinamente inspirado. Trataremos de responder a estas cuestiones examinando algunos ejemplos... La Anunciación de Donatello, en Santa Croce. Parece sencilla, pero quien haya contemplado durante largo rato esta obra sublime habrá experimentado una serie de emociones profundas y complejas. Para empezar, se habrá sentido conmovido por el tema. Si somos sinceros, tal es probablemente nuestra respuesta inicial a todas las obras de arte anteriores al siglo actual. La composición, que casi parece evidente, cuando se analiza resulta tener una larga historia. Tal vez Donatello conocía una estela griega (...) y al recordarla, puso de manifiesto dos de las características de las obras maestras: la confluencia de recuerdos y emociones para conformar una única idea, y el poder recrear las formas tradicionales de tal modo que sean expresivas de la época del artista y no obstante mantengan la relación con el pasado. Esta instintiva percepción de la tradición no se debe al conservadurismo, sino al hecho de que, según las conocidas palabras de Lhetaby, ligeramente adaptada, las obras maestras no deben tener el espesor de un hombre, sino el espesor de muchos hombres...Otra prerrogativa de la obra maestra es la que se da cuando se presenta una soberbia composición y una profunda afirmación de los valores humanos. Para la obra maestra el elemento humano es esencial. El artista debe estar profundamente implicado en la comprensión de sus semejantes. Podemos afirmar que determinados retratos son obras maestras porque recrean al ser humano y nos lo presentan como una corporeización, casi como un símbolo, de todo lo que podríamos encontrar en las profundidades de nuestras almas. En este campo, Rembrandt es único. A través de él comulgamos con nuestra especie de una forma que nunca podríamos haber conseguido sin mediar su ojo penetrante......También Tiziano, en algunos retratos, se funde con su representado, como es el caso de su mal reputado amigo Pietro Aretino, donde él nos muestra su poderosa inteligencia y coraje, convirtiendo al pícaro que fue en un héroe. Lo mismo ocurre con Pablo III, donde nos hace ver al viejo sabio, al viejo zorro astuto, al hombre que ha conocido perfectamente a sus semejantes, al hombre que ha conocido a Dios...»...

El cine norteamericano, contrario a lo que pudiese parecer, es el mejor del mundo, y ha producido algunas obras maestras. Una de ellas es “El padrino II”. Dirigida por Francis Ford Coppola en 1974, la secuela de “El padrino”/ 1972 refiere la vida de la familia Corleone desde la perspectiva del pasado: los orígenes de Vito (interpretado de joven por Robert DeNiro) en su natal Italia.

Paralelo al devenir del joven Vito, Coppola –apoyado en la novela de Mario Puzo- cuenta la historia del ascenso al poder de la mafia de Michael/ Al Pacino, el menor de los hijos de Vito.

Con mano maestra Coppola diseña una película sobria, bien relatada y que pule los posibles excesos en las actuaciones o en los rimbombantes cortes de edición y movimientos de cámaras truculentos. Además, Coppola se centra (y confía) en la experiencia de histriones tan probados como Robert Duvall (como Tom Hagen) y Lee Strassberg (el famoso maestro del Actor’s Studio), así como en los noveles y talentosos Al Pacino, Robert DeNiro y Diane Keaton.

Se ha dicho que el mayor soporte de “El padrino II” (así como de la primera parte) es la calidad excepcional de la fotografía de Gordon Willis. Con un tono de luces crepusculares, textura café oscura y un discreto registro escénico -poseedor de una potente contención plástica-, Gordon Willis convirtió a la fotografía en un personajes más de la película.

El cine americano setentero estaba en un punto de inflexión cuando surgieron los dos Padrinos. Por un lado estaban los temas políticos: “Todos los hombres del presidente”, “Los tres días del cóndor”; y por otro, los temas de ciencia ficción con sorprendentes efectos visuales (“La guerra de las galaxias”, la más interesante). Exceptuando a esas dos piezas maestras de Woody Allen: “Manhattan” y “Annie Hall”, le corresponde a Francis Ford Coppola ser el autor de un cine americano de veras inteligente, con una propuesta artística valiosa. Amén de la saga de El padrino, lo confirmaría en 1978 con su impecable y aún duradera “Apocalipsis, ahora”.

Probablemente el personaje de Vito Corleone sea el más famoso del cine contemporáneo. La caracterización que de él hizo el excelente Marlon Brando no dejó dudas de que se trataba de una verdadera creación. (En nuestro cine mexicano valdría la pena revalorar el personaje de don Cruz Treviño Martínez de la Garza, interpretado por Fernando Soler.) Por ello, es de asombrarse que Robert DeNiro le haya dado al joven Vito Corleone un tono justo y ad hoc (DeNiro lo interpretó hablando totalmente en italiano).

Las lecturas que se desprenden de “El padrino II” son múltiples y diversas. Por un lado, la historia de la familia Corleone es remedo de una clase ascendente en la sociedad americana de los años cuarenta, insertada en una red de tráfico de influencias y cotas de la mafia. En otra arista, se puede leer como un acercamiento a la tragedia griega: Michael manda matar a su propio hermano Fredo/ John Cazale y a sus enemigos para fortalecer su imperio del mal.

Sin embargo, la mirada intimista que dio Coppola hacia adentro del clan Corleone y la relación de éste con las distintos hilos del poder, hacen de El padrino II una película intensa, poderosa, perenne. Y para fortuna de los amantes del cine, El padrino II (al igual que “El padrino I” y “El padrino III”) se encuentra disponible en varias plataformas de streaming.

Criticada –muchas veces con justa razón por hacer filmes insulsos, comerciales e intrascendentes-, la industria hollywoodense se resarce con obras como “El padrino II” y hace que nos reconciliemos con un cine que irrita y que mantiene su status de insuperable…