/ domingo 18 de agosto de 2019

Él está ahí siempre


En el hogar de mi hijo Carlos Alberto reina la paz espiritual, la tranquilidad y la armonía...

Será quizá porque su esposa, mi nuera Paty, es devota de Dios, de Jesús, de María y de toda la corte celestial a quienes les rinde honores mediante la permanencia de una luz parpadeante para cada uno y la ofrenda de oraciones para agradecerles todas las bondades y bendiciones otorgadas a ella, a su esposo y a sus dos hijas Karen y Daphne.

Luego, con cierta periodicidad, Paty aplica en su hogar el sistema de aromaterapia, como en las iglesias, con incienso y líquidos aromáticos que esparcen dulces olores por toda la casa y que, según la creencia, son agradables a Dios y liberan de las malas vibras que hubiere en el espacio hogareño.

Me da gusto verlos asistir en familia a la misa dominical de la Iglesia de la Paz, donde cada semana refrendan su compromiso con Dios y le rinden pleitesía a la Madre de Cristo Jesús.

Relato lo anterior, porque la conducta de mi hijo hoy me parece un reflejo de la mía, cuando recuerdo que de joven era yo muy despegado de las cosas espirituales, alejado de todo lo que oliera a iglesia o rito religioso.

Nací al pie de la Sierra Madre Oriental, en la parte media del estado de San Luis Potosí y crecí bajo el influjo de la vida campirana, sin la contaminación de las grandes urbes, limpio y rico de conciencia, pero pobre en espiritualidad.

Mi niñez y mi juventud fueron como la de cualquier otro, alegre, vivaz, malandrín pero sin malicia, pero con la falsa creencia de que Jesús fue solo un hombre de poderes extraordinarios, pero no que se trataba del Hijo de Dios.

A mí me salvó de mi ignorancia teológica y me despertó la inspiración sobre la aceptación de la existencia de Dios, de su Hijo Jesús y el Espíritu Santo, cuando cierto día, sin saber exactamente porqué, acepté una invitación para asistir a un Cursillo de Cristiandad.

Para mí el Cursillo fue como una revelación que cambió para siempre el curso de mi vida.

Por cierto, quien me invitó al Cursillo fue mi hermano Francisco, quien por un verdadero Milagro rescató su vida que iba en picada hacia el vicio y se volvió supercatólico. Todos los días llegaba a su casa con la biblia bajo el brazo, lo que le valió el mote de “El Sobaco Sagrado”, aplicado por Héctor “El Camarón”, otro hermano nuestro.

Pues bien, mi hijo Carlos Alberto, que antes no sabía ni persignarse y no se paraba en una jglesia más que en las bodas, hoy es un esposo y padre de familia devoto de Dios y sus mandatos y creo firmemente que “su Cursillo” fue su esposa Paty.

Dios existe, sí, estoy seguro y convencido de ello, pero creo que no se manifiesta de manera espontánea si nosotros no tendemos un puente de comunicación que nos lleve a su encuentro.

Eso si, El está ahí siempre, listo para acudir a nuestro llamado, presto a hacerse presente en nuestro corazón, para fortalecernos en el espíritu y abrigarnos en su Manto Sagrado.

P.D.- Busca a Dios y pronto lo encontrarás, no sabes en realidad lo cerca que está de ti.

e-mail: armando_juarezbecerra@hotmail.com


En el hogar de mi hijo Carlos Alberto reina la paz espiritual, la tranquilidad y la armonía...

Será quizá porque su esposa, mi nuera Paty, es devota de Dios, de Jesús, de María y de toda la corte celestial a quienes les rinde honores mediante la permanencia de una luz parpadeante para cada uno y la ofrenda de oraciones para agradecerles todas las bondades y bendiciones otorgadas a ella, a su esposo y a sus dos hijas Karen y Daphne.

Luego, con cierta periodicidad, Paty aplica en su hogar el sistema de aromaterapia, como en las iglesias, con incienso y líquidos aromáticos que esparcen dulces olores por toda la casa y que, según la creencia, son agradables a Dios y liberan de las malas vibras que hubiere en el espacio hogareño.

Me da gusto verlos asistir en familia a la misa dominical de la Iglesia de la Paz, donde cada semana refrendan su compromiso con Dios y le rinden pleitesía a la Madre de Cristo Jesús.

Relato lo anterior, porque la conducta de mi hijo hoy me parece un reflejo de la mía, cuando recuerdo que de joven era yo muy despegado de las cosas espirituales, alejado de todo lo que oliera a iglesia o rito religioso.

Nací al pie de la Sierra Madre Oriental, en la parte media del estado de San Luis Potosí y crecí bajo el influjo de la vida campirana, sin la contaminación de las grandes urbes, limpio y rico de conciencia, pero pobre en espiritualidad.

Mi niñez y mi juventud fueron como la de cualquier otro, alegre, vivaz, malandrín pero sin malicia, pero con la falsa creencia de que Jesús fue solo un hombre de poderes extraordinarios, pero no que se trataba del Hijo de Dios.

A mí me salvó de mi ignorancia teológica y me despertó la inspiración sobre la aceptación de la existencia de Dios, de su Hijo Jesús y el Espíritu Santo, cuando cierto día, sin saber exactamente porqué, acepté una invitación para asistir a un Cursillo de Cristiandad.

Para mí el Cursillo fue como una revelación que cambió para siempre el curso de mi vida.

Por cierto, quien me invitó al Cursillo fue mi hermano Francisco, quien por un verdadero Milagro rescató su vida que iba en picada hacia el vicio y se volvió supercatólico. Todos los días llegaba a su casa con la biblia bajo el brazo, lo que le valió el mote de “El Sobaco Sagrado”, aplicado por Héctor “El Camarón”, otro hermano nuestro.

Pues bien, mi hijo Carlos Alberto, que antes no sabía ni persignarse y no se paraba en una jglesia más que en las bodas, hoy es un esposo y padre de familia devoto de Dios y sus mandatos y creo firmemente que “su Cursillo” fue su esposa Paty.

Dios existe, sí, estoy seguro y convencido de ello, pero creo que no se manifiesta de manera espontánea si nosotros no tendemos un puente de comunicación que nos lleve a su encuentro.

Eso si, El está ahí siempre, listo para acudir a nuestro llamado, presto a hacerse presente en nuestro corazón, para fortalecernos en el espíritu y abrigarnos en su Manto Sagrado.

P.D.- Busca a Dios y pronto lo encontrarás, no sabes en realidad lo cerca que está de ti.

e-mail: armando_juarezbecerra@hotmail.com