/ sábado 17 de agosto de 2019

Existen hábitos que siguen de pie, después de haber desaparecido las necesidades que los formaron

Tal es el caso del Puebla.

En 1954, con catorce años de edad, ya tenía conciencia de lo que significaba un campeonato mundial, ni siquiera la radio me servía para escuchar las transmisiones y, el Esto lo podíamos leer tres o cuatro días después del partido, sin embargo, todo aquel montón de letras me hablaban de las maravillas que los dioses del futbol realizaban, ejercitando a mi fantasía para crear imágenes de lo que en Suiza estaba sucediendo. ¿Cómo sería ese mentado Ferenc Puskas, del que se hablaban maravillas?

Pronto pasa el tiempo, y en 1958, ya convertido en jugador profesional, la televisión en Monterrey estaba tan avanzada que podíamos disfrutar de los juegos del Mundial de Suecia tres días después del partido. Para entonces, las figuras mundiales ya eran bien identificadas por mí, pero de pronto apareció un desconocido muchacho de mi edad al que apodaban Pelé, que suplió a José Altaffini que se encontraba lastimado y, habiéndose perdido los dos primeros juegos, Pelé se convirtió en el jugador más importante. Aquel Mundial de Suecia marcó el primer punto ganado por México y la implantación de un récord increíble, un francés llamado Just Fontaine anotó la friolera de 13 goles.

Al retirarse del futbol como jugador, poseía también el récord francés de goles con 160, 34 de ellos logrados en 1958 en tan solo 26 encuentros. En sus veinte actuaciones con el equipo nacional francés marcó 30 goles, cifra también formidable. Fontaine, nacido en 1933 en Marruecos (protectorado francés), solía decir que un goleador tiene que apasionarse por su misión y concentrarse en ella. Fontaine, delantero centro clásico, era intuitivo y sabía aprovechar todas las oportunidades. Confiaba en sus propios medios, jugaba con inteligencia y poseía un gran remate de larga distancia. En Francia logró dos títulos de Liga con el Reims en los años 1958 y 1960, un título de Copa con el Niza en 1954 y otro con el Reims en 1958. Con este último equipo, resultó subcampeón de la Copa de Europa en 1959.

Fontaine pensaba que el goleador ha de tener una mentalidad especial. Le gustaba emplear una expresión que resulta más directa: El goleador ha de estar, psicológicamente blindado, ya que tiene que enfrentar varios riesgos para poder triunfar. Solo por ese motivo se explica su alegría ante el gol, una alegría que Fontaine comparaba con la sensación que experimentó cuando nació su hijo. Así el gol podría tratarse de una creación.

La jornada 5 del Apertura 19 inició con el juego Puebla vs. Pachuca, dos equipos urgidos de puntos, uno de ellos, el Puebla, que tuvo que ser sacrificado para que el Guadalajara ganara y, el otro, que teniendo una buena plantilla, no ha sabido aprovecharla, encontrándose sus respectivos entrenadores como buenos funámbulos en la cuerda floja. Mal y de malas, cuando los equipos ni siquiera habían calentado, Guzmán es asistido con un extraordinario pase, para plantarse frente al portero y vencerlo para el uno a cero. No acababan de celebrar los tuzos, cuando cometen penalti que desvía el portero argentino Rey, ya que Arreola cobró suave y muy anunciado. Así transcurren los primeros 45 minutos, y el árbitro agrega 5.

En la segunda parte, el Chelís mete a Matías Alustiza, que como si el Puebla fuera un gran equipo, lo mantiene en la banca, pero lo único que puede hacer el Chavo es tirar a gol, pues sus compañeros no se muestran para ser asistidos. Así, el Pachuca, sin hacer un gran partido, hasta podría decir que jugando mal, tiene suficiente para aprovechar la nula movilidad de los dos veteranos, Zavala y Salinas, que forman la media de contención de la franja. Así, viene un pase largo que encuentra Franco Jara en clarísimo fuera de juego, el balón va dirigido a él y hace el intento de tomarlo pero se da cuenta de que Romario Ibarra llega a toda velocidad y abandona la intención para que el ecuatoriano controle, y solo fusile con tremendo bombazo a Vikonis... Para mí, bastaba con que Jara hiciera el intento por tomar el balón, para que se le marcara fuera de juego, pero no fue así. Todo esto ocurrió al minuto 54.

Y fue hasta el 75 cuando el jovencito Chávez desde el límite del área fusiló con tremendo zurdazo al portero poblano sentenciando el juego. Después de lo que compensó el árbitro en la primera parte, ahora ante un marcador tan abultado, pasó por alto el tiempo perdido y pitó la finalización justo al minuto 90. ¿Qué pedirle al Chelís de un equipo tan malo? Pues que renuncie, porque después de esto, su cabeza ya rueda en el polvo. Y qué suerte la de Palermo que su equipo ni siquiera tuvo que brindar un buen juego para llevarse una victoria tan fácil y holgada, y eso que erraron goles hechos. Por Puebla alinearon: Vgikonis, Zamora, Vidrio, Arreola, Angulo, Tabo, Zavala, Salinas, Marrugo, Abella y Cavallini... se salvan Angulo y Alustiza. Por Pachuca: Rey, López, Murillo, Cabral, García, Ibarra, Hernández, Sambueza, Copete, Guzmán y Franco Jara.

Hasta pronto amigo.

Tal es el caso del Puebla.

En 1954, con catorce años de edad, ya tenía conciencia de lo que significaba un campeonato mundial, ni siquiera la radio me servía para escuchar las transmisiones y, el Esto lo podíamos leer tres o cuatro días después del partido, sin embargo, todo aquel montón de letras me hablaban de las maravillas que los dioses del futbol realizaban, ejercitando a mi fantasía para crear imágenes de lo que en Suiza estaba sucediendo. ¿Cómo sería ese mentado Ferenc Puskas, del que se hablaban maravillas?

Pronto pasa el tiempo, y en 1958, ya convertido en jugador profesional, la televisión en Monterrey estaba tan avanzada que podíamos disfrutar de los juegos del Mundial de Suecia tres días después del partido. Para entonces, las figuras mundiales ya eran bien identificadas por mí, pero de pronto apareció un desconocido muchacho de mi edad al que apodaban Pelé, que suplió a José Altaffini que se encontraba lastimado y, habiéndose perdido los dos primeros juegos, Pelé se convirtió en el jugador más importante. Aquel Mundial de Suecia marcó el primer punto ganado por México y la implantación de un récord increíble, un francés llamado Just Fontaine anotó la friolera de 13 goles.

Al retirarse del futbol como jugador, poseía también el récord francés de goles con 160, 34 de ellos logrados en 1958 en tan solo 26 encuentros. En sus veinte actuaciones con el equipo nacional francés marcó 30 goles, cifra también formidable. Fontaine, nacido en 1933 en Marruecos (protectorado francés), solía decir que un goleador tiene que apasionarse por su misión y concentrarse en ella. Fontaine, delantero centro clásico, era intuitivo y sabía aprovechar todas las oportunidades. Confiaba en sus propios medios, jugaba con inteligencia y poseía un gran remate de larga distancia. En Francia logró dos títulos de Liga con el Reims en los años 1958 y 1960, un título de Copa con el Niza en 1954 y otro con el Reims en 1958. Con este último equipo, resultó subcampeón de la Copa de Europa en 1959.

Fontaine pensaba que el goleador ha de tener una mentalidad especial. Le gustaba emplear una expresión que resulta más directa: El goleador ha de estar, psicológicamente blindado, ya que tiene que enfrentar varios riesgos para poder triunfar. Solo por ese motivo se explica su alegría ante el gol, una alegría que Fontaine comparaba con la sensación que experimentó cuando nació su hijo. Así el gol podría tratarse de una creación.

La jornada 5 del Apertura 19 inició con el juego Puebla vs. Pachuca, dos equipos urgidos de puntos, uno de ellos, el Puebla, que tuvo que ser sacrificado para que el Guadalajara ganara y, el otro, que teniendo una buena plantilla, no ha sabido aprovecharla, encontrándose sus respectivos entrenadores como buenos funámbulos en la cuerda floja. Mal y de malas, cuando los equipos ni siquiera habían calentado, Guzmán es asistido con un extraordinario pase, para plantarse frente al portero y vencerlo para el uno a cero. No acababan de celebrar los tuzos, cuando cometen penalti que desvía el portero argentino Rey, ya que Arreola cobró suave y muy anunciado. Así transcurren los primeros 45 minutos, y el árbitro agrega 5.

En la segunda parte, el Chelís mete a Matías Alustiza, que como si el Puebla fuera un gran equipo, lo mantiene en la banca, pero lo único que puede hacer el Chavo es tirar a gol, pues sus compañeros no se muestran para ser asistidos. Así, el Pachuca, sin hacer un gran partido, hasta podría decir que jugando mal, tiene suficiente para aprovechar la nula movilidad de los dos veteranos, Zavala y Salinas, que forman la media de contención de la franja. Así, viene un pase largo que encuentra Franco Jara en clarísimo fuera de juego, el balón va dirigido a él y hace el intento de tomarlo pero se da cuenta de que Romario Ibarra llega a toda velocidad y abandona la intención para que el ecuatoriano controle, y solo fusile con tremendo bombazo a Vikonis... Para mí, bastaba con que Jara hiciera el intento por tomar el balón, para que se le marcara fuera de juego, pero no fue así. Todo esto ocurrió al minuto 54.

Y fue hasta el 75 cuando el jovencito Chávez desde el límite del área fusiló con tremendo zurdazo al portero poblano sentenciando el juego. Después de lo que compensó el árbitro en la primera parte, ahora ante un marcador tan abultado, pasó por alto el tiempo perdido y pitó la finalización justo al minuto 90. ¿Qué pedirle al Chelís de un equipo tan malo? Pues que renuncie, porque después de esto, su cabeza ya rueda en el polvo. Y qué suerte la de Palermo que su equipo ni siquiera tuvo que brindar un buen juego para llevarse una victoria tan fácil y holgada, y eso que erraron goles hechos. Por Puebla alinearon: Vgikonis, Zamora, Vidrio, Arreola, Angulo, Tabo, Zavala, Salinas, Marrugo, Abella y Cavallini... se salvan Angulo y Alustiza. Por Pachuca: Rey, López, Murillo, Cabral, García, Ibarra, Hernández, Sambueza, Copete, Guzmán y Franco Jara.

Hasta pronto amigo.