/ martes 5 de marzo de 2019

Nada es más útil para el futbolista, que el sentido común y el proceder sencillo

Hay que otorgarle más confianza a esas voces interiores y corazonadas que nos hablan y nos avisan. Dedicamos más atención al argot futbolero, que a la realidad del juego. Todo lo que hacemos dentro de un partido, todo lo positivo, no es más que la ejecución de una idea que tuvimos mucho antes, que una vez realizada, nuestro ego la envía al departamento donde almacenamos todas nuestras proezas, inflando nuestro amor propio, que termina por engañarnos e inducirnos a errar sobre nosotros mismos. Todo sería distinto si fuesemos autoanalíticos y reconociéramos que el origen del genio, de la virtud de grandes proezas procede de la espontaneidad y de nuestro instinto.

Pero, tampoco somos una máquina, aunque a veces así nos lo pareciera, ya sea en nosotros o en los grandes jugadores que disfrutamos viendo. Messi ni Cristiano Ronaldo, son máquinas. No obstante, los nuevos descubrimientos de la ciencia de la Cibernética apuntan a la conclusión de que nuestro cerebro físico y su sistema nervioso se combinan para formar un servomecanismo del que nos valemos y el cual opera de un modo muy semejante al de un computador electrónico y como un instrumento mecánico orientado a la consecución de diversos objetivos.

Nuestro cerebro y su sistema nervioso constituyen un mecanismo que se esfuerza por operar automáticamente para alcanzar una meta preconcebida en forma muy similar a como se lanza un torpedo o proyectil hacia un determianado punto, el cual ya va marcando su propia dirección hacia el mismo. Su propio mecanismo de formación interna actúa como un sistema de dirección, para ponerle automáticamente en el rumbo verdadero que le llevará a alcanzar fines predeterminados o a reaccionar con corrección respecto al ambiente (una barrida o un inminente choque), y también como un cerebro electrónico que funciona de modo automático para solucionar problemas, proporcionarle las repuestas necesarias y suministrarle ideas nuevas o inspiraciones. En el libro The computer and the Brain (El computador y su cerebro) dice que el cerebro humano posee los atributos de computador digital y análogo.

La palabra “Cibernética” procede de una palabra griega que significa literalmente “el hombre piloto”. Los servomecanismos están construidos de tal modo que automáticamente enfilan el rumbo hacia la ruta que les conduce a la meta, al blanco o a la debida respuesta. En una situación de juego, siempre tendré frente a mí a uno o más jugadores, compañeros o enemigos, así, en cuanto me haga del balón, no tengo que ver hacia otro lado que no sea el frente, elegir entre los jugadores a los míos y sin más, entregarles el balón, todo esto utilizando solamente un toque.

Acostumbrarse a jugar de un solo toque nos resulta más fácil que aprender a retener el balón, eliminar los obstáculos y echar un vistazo al horizonte lleno de jugadores propios y ajenos, medir distancias y buscando entre ellos elegir al más libre para que con un golpeo largo y preciso facilitarle al compañero la recepción, encontrándose rodeado de contrarios que intentarán evitar que reciba. Lo que más se me dificultó de aprender esta disciplina fue creer en su gran efectividad, pero una vez convencido, mi precisión se reflejó notablemente en la más rápida salida y libre juego de mi equipo. Y repito, todo lo que necesitamos es que al recuperar o recibir un balón, lo toquemos de primera hacia el punto que nuestra vista le concede al computador que llevamos en nuestra cabeza.

Cuando concebimos el cerebro y el sistema nervioso como una forma de automecanismo que opera de acuerdo con los principios de la Cibernética, obtenemos una idea del por qué del proceso de la conducta humana. A todo este sistema, se le ha llamado Psico-Cibernética, o sea los principios de la Cibernética aplicados al cerebro humano. Y debo repetirlo, el hombre no es una máquina. Mejor dicho se expresa que el hombre tiene una máquina de la cual se sirve para sus fines.

Entonces, atendamos a los elementos con que alimentaremos a nuestra máquina. En los momentos de crisis, sólo la imaginación es más importante que el conocimiento. No crean que esta frase se me ocurrió a mí, no, esto lo dijo Einstein, el más grande científico del siglo XX, pero el físico y teólogo francés Pascal, aportó lo siguiente: La imaginación dispone de todo: crea belleza, justicia y felicidad, que es el todo del mundo. Y lograrlo es lo más sencillo, simplemente cuando recupere el balón veré hacia el frente y decidiré entregar de un solo toque al compañero que ahí aparezca, encontrar la precisión en diez metros, es mucho más fácil que intentarlo a 20 ó 30 metros de distancia. Si este acto de tocar el balón una sola vez lo imaginamos antes de cada partido, no podremos ser sorprendidos cuando la oportunidad de hacerlo se presente, recuerden que todo lo bien hecho, siempre fue primero sólo una idea.

Hasta pronto amigo.

Hay que otorgarle más confianza a esas voces interiores y corazonadas que nos hablan y nos avisan. Dedicamos más atención al argot futbolero, que a la realidad del juego. Todo lo que hacemos dentro de un partido, todo lo positivo, no es más que la ejecución de una idea que tuvimos mucho antes, que una vez realizada, nuestro ego la envía al departamento donde almacenamos todas nuestras proezas, inflando nuestro amor propio, que termina por engañarnos e inducirnos a errar sobre nosotros mismos. Todo sería distinto si fuesemos autoanalíticos y reconociéramos que el origen del genio, de la virtud de grandes proezas procede de la espontaneidad y de nuestro instinto.

Pero, tampoco somos una máquina, aunque a veces así nos lo pareciera, ya sea en nosotros o en los grandes jugadores que disfrutamos viendo. Messi ni Cristiano Ronaldo, son máquinas. No obstante, los nuevos descubrimientos de la ciencia de la Cibernética apuntan a la conclusión de que nuestro cerebro físico y su sistema nervioso se combinan para formar un servomecanismo del que nos valemos y el cual opera de un modo muy semejante al de un computador electrónico y como un instrumento mecánico orientado a la consecución de diversos objetivos.

Nuestro cerebro y su sistema nervioso constituyen un mecanismo que se esfuerza por operar automáticamente para alcanzar una meta preconcebida en forma muy similar a como se lanza un torpedo o proyectil hacia un determianado punto, el cual ya va marcando su propia dirección hacia el mismo. Su propio mecanismo de formación interna actúa como un sistema de dirección, para ponerle automáticamente en el rumbo verdadero que le llevará a alcanzar fines predeterminados o a reaccionar con corrección respecto al ambiente (una barrida o un inminente choque), y también como un cerebro electrónico que funciona de modo automático para solucionar problemas, proporcionarle las repuestas necesarias y suministrarle ideas nuevas o inspiraciones. En el libro The computer and the Brain (El computador y su cerebro) dice que el cerebro humano posee los atributos de computador digital y análogo.

La palabra “Cibernética” procede de una palabra griega que significa literalmente “el hombre piloto”. Los servomecanismos están construidos de tal modo que automáticamente enfilan el rumbo hacia la ruta que les conduce a la meta, al blanco o a la debida respuesta. En una situación de juego, siempre tendré frente a mí a uno o más jugadores, compañeros o enemigos, así, en cuanto me haga del balón, no tengo que ver hacia otro lado que no sea el frente, elegir entre los jugadores a los míos y sin más, entregarles el balón, todo esto utilizando solamente un toque.

Acostumbrarse a jugar de un solo toque nos resulta más fácil que aprender a retener el balón, eliminar los obstáculos y echar un vistazo al horizonte lleno de jugadores propios y ajenos, medir distancias y buscando entre ellos elegir al más libre para que con un golpeo largo y preciso facilitarle al compañero la recepción, encontrándose rodeado de contrarios que intentarán evitar que reciba. Lo que más se me dificultó de aprender esta disciplina fue creer en su gran efectividad, pero una vez convencido, mi precisión se reflejó notablemente en la más rápida salida y libre juego de mi equipo. Y repito, todo lo que necesitamos es que al recuperar o recibir un balón, lo toquemos de primera hacia el punto que nuestra vista le concede al computador que llevamos en nuestra cabeza.

Cuando concebimos el cerebro y el sistema nervioso como una forma de automecanismo que opera de acuerdo con los principios de la Cibernética, obtenemos una idea del por qué del proceso de la conducta humana. A todo este sistema, se le ha llamado Psico-Cibernética, o sea los principios de la Cibernética aplicados al cerebro humano. Y debo repetirlo, el hombre no es una máquina. Mejor dicho se expresa que el hombre tiene una máquina de la cual se sirve para sus fines.

Entonces, atendamos a los elementos con que alimentaremos a nuestra máquina. En los momentos de crisis, sólo la imaginación es más importante que el conocimiento. No crean que esta frase se me ocurrió a mí, no, esto lo dijo Einstein, el más grande científico del siglo XX, pero el físico y teólogo francés Pascal, aportó lo siguiente: La imaginación dispone de todo: crea belleza, justicia y felicidad, que es el todo del mundo. Y lograrlo es lo más sencillo, simplemente cuando recupere el balón veré hacia el frente y decidiré entregar de un solo toque al compañero que ahí aparezca, encontrar la precisión en diez metros, es mucho más fácil que intentarlo a 20 ó 30 metros de distancia. Si este acto de tocar el balón una sola vez lo imaginamos antes de cada partido, no podremos ser sorprendidos cuando la oportunidad de hacerlo se presente, recuerden que todo lo bien hecho, siempre fue primero sólo una idea.

Hasta pronto amigo.