/ martes 22 de junio de 2021

Ocurrencias del futbol | El triunfo no está en vencer siempre, sino en nunca desanimarse

No cabe duda que hablar de la importancia del director técnico desde el banquillo, es un tema para la polémica.

Al margen de que el reglamento les prohíbe dar instrucciones desde la banda una vez iniciado el partido, no son pocos los entrenadores que reconocen que desde el foso que se les asigna a cada equipo para que se instale la banca en la que permanecen los jugadores de reserva, el cuerpo técnico, el médico, y el utilero, no se puede percibir bien la marcha de un encuentro y, en tales condiciones, mal pueden influir ellos en el resultado.

Son los jugadores los que ganan o pierden los partidos, es una lacónica frase que muchos entrenadores suelen utilizar para justificar un fracaso o para restarle importancia a un éxito. Sin embargo la historia del futbol nos demuestra que no hubo ningún gran equipo sin grandes jugadores en tanto que el nombre de muchos directores técnicos cayó pronto en el olvido. Tal es el caso de Raimond Domenech, que después de algunos éxitos se le concedió la selección de Francia, lo que se significó como un gran fracaso.

En la actual Eurocopa de Naciones hemos observado cómo el confinamiento ha obligado a todos los equipos, de club o de selección, que se han visto en la necesidad de recurrir a la táctica para contrarrestar la deficiente preparación física originada por la desorganizada realización de los programas de entrenamiento, todo debido a la pandemia. Con esto se ha perdido la espectacularidad de los partidos y se ha ganado en disciplina táctica, permaneciendo vigente la superioridad de los poderosos, que ahora es manifiesta en los marcadores, en donde el poderoso continúa ganando, pero con márgenes muy apretados.

Y precisamente lo pudimos comprobar con el juego de Bélgica vs. Finlandia, que en la actualidad es reconocido como la mejor selección del mundo, contra la de los fineses que nunca ha podido destacar y, ocurrió lo lógico, Finlandia se fue atrás buscando que no les hicieran goles, pero sin olvidar que con la misma diferencia de goles disputaba contra Dinamarca y contra Rusia el paso a la siguiente fase. Complicado lograr no encajar gol y al mismo tiempo encontrar el tanto a favor.

Ese era el problema de los fineses, mientras que nosotros, los mirones, tomábamos partido como es común, en favor del que genera un futbol más bello, encontrándonos ahí a un grupo de once bailarines que apegados justamente al ritmo que la batuta les imponía, no lograban encontrar el último gesto artístico que mandara el balón al fondo de las redes y, así culminar el propósito de Roberto Martínez el director de la orquesta y a la vez, escenógrafo del pretendido ballet.

Mientras que para Finlandia, acostumbrados a la incomodidad que significa vivir en el círculo polar ártico, donde existe la construcción de las bellas ciudades de esa región, en donde no cesa de llover, se hace sobre la base de no renunciar, logrando ser reconocidos como una de las naciones más industriosas del mundo, iban una y otra vez en pos de los largos despejes que simulaban ser pases en profundidad, sobre los que iban una y otra vez sin renunciar, logrando en más de una vez meter en problemas a la defensa belga.

Y no crean que las llegadas finesas eran producto del descuido de la defensiva de los diablos rojos, no, era el espíritu implacable de los nórdicos que igual que los vikingos buscan la gloria muriendo con su espada en la mano. La táctica aburrida y la disciplina férrea que ha florecido y fructificado a partir de la pandemia, que ha logrado que los equipos menos poderosos encuentren argumentos para glorificar sus derrotas haciéndolas más épicas y honrrosas. Todos sabíamos que Bélgica iba a ganar, incluso los finlandeses lo sabían, sin embargo, sabemos que hay derrotas que honran más que una victoria.

Increíblemente, los rusos, alguna vez dueños de Finlandia, de probada valentía, verdaderos ganadores de la Segunda Guerra Mundial, en el futbol son incapaces de reaccionar ante la adversidad, contando incluso con una plantilla de jugadores bastante importante, lo que me hace pensar que semejante a Inglaterra necesitan poner su selección en manos de un estratega extranjero que logre darles la competitividad que no tienen. Hoy, jugando en su casa, la hermosa San Petersburgo, han sido eliminados por Dinamarca por 1-2, con gol de Djuva, el único valuarte que siempre responde.

Es incomprensible cómo un país que ni siquiera cuando participaba como URSS podía destacar y, hoy, cuando continúan siendo el país más grande del mundo, después de que 14 repúblicas lograron independizarse, siguen sin poder descollar. Y pensar que ellos fueron los primeros ganadores de la Eurocopa, a la vez que en 1956 el soviético Lew Yashin recibía el Balón de Oro, único portero en recibirlo en la historia del futbol mundial, Oleg Blokhin ukraniano soviético que lo obtuvo en 1975 y finalmente en 2004, nuevamente un ukraniano soviético, Andry Schevchenko, fue el afortunado en llevarse el Balón de Oro.

Y desde entonces, lo más que ha logrado Rusia es la organización del Campeonato Mundial de Futbol de 2018 y, ahí, en su propia casa, logró colocarse en la octava posición, por abajo de Francia, Croacia, Bélgica, Inglaterra, Brasil y Suecia. Hay que considerar que aunque Inglaterra y Rusia teniendo potencial para colocarse mejor, los ingleses ya saben lo que es ser Campeones del Mundo, lo que lograron cuando fueron organizadores del Campeonato Mundial 1966.

Hasta pronto amigo.

No cabe duda que hablar de la importancia del director técnico desde el banquillo, es un tema para la polémica.

Al margen de que el reglamento les prohíbe dar instrucciones desde la banda una vez iniciado el partido, no son pocos los entrenadores que reconocen que desde el foso que se les asigna a cada equipo para que se instale la banca en la que permanecen los jugadores de reserva, el cuerpo técnico, el médico, y el utilero, no se puede percibir bien la marcha de un encuentro y, en tales condiciones, mal pueden influir ellos en el resultado.

Son los jugadores los que ganan o pierden los partidos, es una lacónica frase que muchos entrenadores suelen utilizar para justificar un fracaso o para restarle importancia a un éxito. Sin embargo la historia del futbol nos demuestra que no hubo ningún gran equipo sin grandes jugadores en tanto que el nombre de muchos directores técnicos cayó pronto en el olvido. Tal es el caso de Raimond Domenech, que después de algunos éxitos se le concedió la selección de Francia, lo que se significó como un gran fracaso.

En la actual Eurocopa de Naciones hemos observado cómo el confinamiento ha obligado a todos los equipos, de club o de selección, que se han visto en la necesidad de recurrir a la táctica para contrarrestar la deficiente preparación física originada por la desorganizada realización de los programas de entrenamiento, todo debido a la pandemia. Con esto se ha perdido la espectacularidad de los partidos y se ha ganado en disciplina táctica, permaneciendo vigente la superioridad de los poderosos, que ahora es manifiesta en los marcadores, en donde el poderoso continúa ganando, pero con márgenes muy apretados.

Y precisamente lo pudimos comprobar con el juego de Bélgica vs. Finlandia, que en la actualidad es reconocido como la mejor selección del mundo, contra la de los fineses que nunca ha podido destacar y, ocurrió lo lógico, Finlandia se fue atrás buscando que no les hicieran goles, pero sin olvidar que con la misma diferencia de goles disputaba contra Dinamarca y contra Rusia el paso a la siguiente fase. Complicado lograr no encajar gol y al mismo tiempo encontrar el tanto a favor.

Ese era el problema de los fineses, mientras que nosotros, los mirones, tomábamos partido como es común, en favor del que genera un futbol más bello, encontrándonos ahí a un grupo de once bailarines que apegados justamente al ritmo que la batuta les imponía, no lograban encontrar el último gesto artístico que mandara el balón al fondo de las redes y, así culminar el propósito de Roberto Martínez el director de la orquesta y a la vez, escenógrafo del pretendido ballet.

Mientras que para Finlandia, acostumbrados a la incomodidad que significa vivir en el círculo polar ártico, donde existe la construcción de las bellas ciudades de esa región, en donde no cesa de llover, se hace sobre la base de no renunciar, logrando ser reconocidos como una de las naciones más industriosas del mundo, iban una y otra vez en pos de los largos despejes que simulaban ser pases en profundidad, sobre los que iban una y otra vez sin renunciar, logrando en más de una vez meter en problemas a la defensa belga.

Y no crean que las llegadas finesas eran producto del descuido de la defensiva de los diablos rojos, no, era el espíritu implacable de los nórdicos que igual que los vikingos buscan la gloria muriendo con su espada en la mano. La táctica aburrida y la disciplina férrea que ha florecido y fructificado a partir de la pandemia, que ha logrado que los equipos menos poderosos encuentren argumentos para glorificar sus derrotas haciéndolas más épicas y honrrosas. Todos sabíamos que Bélgica iba a ganar, incluso los finlandeses lo sabían, sin embargo, sabemos que hay derrotas que honran más que una victoria.

Increíblemente, los rusos, alguna vez dueños de Finlandia, de probada valentía, verdaderos ganadores de la Segunda Guerra Mundial, en el futbol son incapaces de reaccionar ante la adversidad, contando incluso con una plantilla de jugadores bastante importante, lo que me hace pensar que semejante a Inglaterra necesitan poner su selección en manos de un estratega extranjero que logre darles la competitividad que no tienen. Hoy, jugando en su casa, la hermosa San Petersburgo, han sido eliminados por Dinamarca por 1-2, con gol de Djuva, el único valuarte que siempre responde.

Es incomprensible cómo un país que ni siquiera cuando participaba como URSS podía destacar y, hoy, cuando continúan siendo el país más grande del mundo, después de que 14 repúblicas lograron independizarse, siguen sin poder descollar. Y pensar que ellos fueron los primeros ganadores de la Eurocopa, a la vez que en 1956 el soviético Lew Yashin recibía el Balón de Oro, único portero en recibirlo en la historia del futbol mundial, Oleg Blokhin ukraniano soviético que lo obtuvo en 1975 y finalmente en 2004, nuevamente un ukraniano soviético, Andry Schevchenko, fue el afortunado en llevarse el Balón de Oro.

Y desde entonces, lo más que ha logrado Rusia es la organización del Campeonato Mundial de Futbol de 2018 y, ahí, en su propia casa, logró colocarse en la octava posición, por abajo de Francia, Croacia, Bélgica, Inglaterra, Brasil y Suecia. Hay que considerar que aunque Inglaterra y Rusia teniendo potencial para colocarse mejor, los ingleses ya saben lo que es ser Campeones del Mundo, lo que lograron cuando fueron organizadores del Campeonato Mundial 1966.

Hasta pronto amigo.