/ lunes 30 de marzo de 2020

Ocurrencias del futbol | Todos somos buenos, pero ninguno es mejor que todos juntos

Fue así que apareció "Pulgarcito" Uruguay, con su futbol sin individualismo y de pases cortos.

El proceso expansivo del futbol moderno fue tan potente que incluso recaló en el continente asiático, tan impermeable a cualquier innovación foránea debido al arraigo de sus tradiciones culturales y, aunque no cuajó con la espectacularidad que lo hizo en otros lugares, lo cierto es que en 1913 registró la celebración, en Manila y, ante unos cientos de espectadores provistos de sombrillas para protegerse del sol, del primer encuentro de selecciones representativas de naciones asiáticas, en el que los locales, es decir, Filipinas, derrotaron a un conjunto de China 2 tantos contra 1. En este match se respetaron en gran parte las normativas imperantes en las competiciones europeo-americanas, a excepción de las dimensiones del terreno de juego, que rebasaban las reglamentarias y, de que todavía no se usó ahí el larguero que acotaba las nuevas porterías. De un modo u otro, pues la expansión siguió su trayectoria hasta que fue cortada por el tronar de los cañones: en 1914 estallaba la Primera Guerra Mundial.

En abril de 1914 se encontraba el cincuentenario de la fundación de la pionera Football Association Británica. El fenómeno futbolístico en sí mismo, la realidad deportiva, no podía ser más optimista cuando el último sábado de aquel mes se celebraba con entusiasmo la efemérides la pujanza del futbol era incontestable y, su expansión incontenible. Allí donde penetraba -con la excepción momentánea del área asiatica-, su cristalización era rápida, tanto a nivel de práctica como en el aspecto puramente espectacular. Sin embargo, las relaciones políticas entre las naciones europeas distaban mucho de presentar este optimista cariz.

FUE EL CENTRO DE LA ATENCIÓN

La competición balompédica se convirtió en el centro de interés de la cita olímpica de 1924. especialmente por un motivo exótico; junto a los 18 equipos participantes en representación de las diversas naciones europeas, saltarían a la flamante cancha de Colombes las selecciones de Egipto, Turquía, Estados Unidos y Uruguay. Toda una novedad... Si los españoles sorprendieron en Amberes por su fortaleza y entrega, en París tras un titubeante comienzo, los brujos de Montevideo ejecutaron ante el agónico público parisiense, algo distinto. La diferencia se concretaba en un futbol armonioso, de regates cortos -el gambeteo- que sacrificaba incluso la eficacia al arte de la combinación, al lucimiento individual y en definitiva, al espectáculo. Sin agobios, en los cuartos de final, frente al equipo nacional francés, el favorito, los jugadores uruguayos, dirigidos por el que sería llamado "el Toscanini del futbol", el gran Héctor Scarone, llevaron el esférico a las mallas francesas una y otra vez, hasta sumar 5 goles frente a 1 de los galos.

Este maravilloso equipo llegó sin dificultad a la final y, con la acostumbrada facilidad se llevó para América el título Olímpico tras batir a la selección nacional de Suiza por un rotundo 3 a 0. La flauta no había sonado por casualidad. A partir de ese momento, el futbol de ese pequeño país latino americano ocuparía un lugar privilegiado en las actividades internacionales. En Europa el estupor había sucedido a la ironía y la primacía planetaria era propiedad del nuevo mundo.

SE INCORPORAN LAS

FEDERACIONES BRITÁNICAS

Casi simultáneamente con los Juegos Olímpicos de París se celebró un nuevo congreso de la FIFA, que dio como hecho destacado la reincorporación de las federaciones británicas: una reincorporación efímera. Sin embargo, es preciso conocer la realidad existente por entonces en el panorama futbolístico. En el contimnente europeo, excepto en España, imperaba un profesionalismo encubierto, en Gran Bretaña, en cambio no. Allí el profesionalismo era un hecho prácticamente legalizado, por lo que en las competiciones internacionales, la FIFA impedía una y otra vez la presencia de equipos británicos con sus dotaciones claramente profesionalizadas, que eran suistituidas por equipos amateurs; estos eran derrotados una y otra vez por los amateurs camuflados del continente.

PROFESIONALISMO ENCUBIERTO

El profesionalismo encubierto era absolutamente descarado, en países como Austria, Checoslovaquia y Hungría. El encubrimiento tomaba a veces la apariencia de dietas por desplazamientos, otras veces era un industrial fanático el que incluía a sus jugadores favoritos en las nóminas de su empresa, casi siempre como vendedores, pues de ese modo era más fácil justificar aquellos desplazamientos tan bien remunerados. De hecho, la picaresca había alcanzado cutas desmedidas justificando las casi permanentes protestas británicas... Los éxitos de la selección española durante la década de los 20 tuvieron mucho que ver con las actuaciones de Ricardo Zamora, considerado como el mejor portero del mundo. Zamora fue uno de los artífices de la sorprendente selección española sobre Dinamarca en la Olimpiada de Amberes, en la que los españoles ganaron la medalla de bronce. La medalla de oro se la adjudicó Bélgica al imponerse en la final a Checoslovaquia.

Fue así que apareció "Pulgarcito" Uruguay, con su futbol sin individualismo y de pases cortos.

El proceso expansivo del futbol moderno fue tan potente que incluso recaló en el continente asiático, tan impermeable a cualquier innovación foránea debido al arraigo de sus tradiciones culturales y, aunque no cuajó con la espectacularidad que lo hizo en otros lugares, lo cierto es que en 1913 registró la celebración, en Manila y, ante unos cientos de espectadores provistos de sombrillas para protegerse del sol, del primer encuentro de selecciones representativas de naciones asiáticas, en el que los locales, es decir, Filipinas, derrotaron a un conjunto de China 2 tantos contra 1. En este match se respetaron en gran parte las normativas imperantes en las competiciones europeo-americanas, a excepción de las dimensiones del terreno de juego, que rebasaban las reglamentarias y, de que todavía no se usó ahí el larguero que acotaba las nuevas porterías. De un modo u otro, pues la expansión siguió su trayectoria hasta que fue cortada por el tronar de los cañones: en 1914 estallaba la Primera Guerra Mundial.

En abril de 1914 se encontraba el cincuentenario de la fundación de la pionera Football Association Británica. El fenómeno futbolístico en sí mismo, la realidad deportiva, no podía ser más optimista cuando el último sábado de aquel mes se celebraba con entusiasmo la efemérides la pujanza del futbol era incontestable y, su expansión incontenible. Allí donde penetraba -con la excepción momentánea del área asiatica-, su cristalización era rápida, tanto a nivel de práctica como en el aspecto puramente espectacular. Sin embargo, las relaciones políticas entre las naciones europeas distaban mucho de presentar este optimista cariz.

FUE EL CENTRO DE LA ATENCIÓN

La competición balompédica se convirtió en el centro de interés de la cita olímpica de 1924. especialmente por un motivo exótico; junto a los 18 equipos participantes en representación de las diversas naciones europeas, saltarían a la flamante cancha de Colombes las selecciones de Egipto, Turquía, Estados Unidos y Uruguay. Toda una novedad... Si los españoles sorprendieron en Amberes por su fortaleza y entrega, en París tras un titubeante comienzo, los brujos de Montevideo ejecutaron ante el agónico público parisiense, algo distinto. La diferencia se concretaba en un futbol armonioso, de regates cortos -el gambeteo- que sacrificaba incluso la eficacia al arte de la combinación, al lucimiento individual y en definitiva, al espectáculo. Sin agobios, en los cuartos de final, frente al equipo nacional francés, el favorito, los jugadores uruguayos, dirigidos por el que sería llamado "el Toscanini del futbol", el gran Héctor Scarone, llevaron el esférico a las mallas francesas una y otra vez, hasta sumar 5 goles frente a 1 de los galos.

Este maravilloso equipo llegó sin dificultad a la final y, con la acostumbrada facilidad se llevó para América el título Olímpico tras batir a la selección nacional de Suiza por un rotundo 3 a 0. La flauta no había sonado por casualidad. A partir de ese momento, el futbol de ese pequeño país latino americano ocuparía un lugar privilegiado en las actividades internacionales. En Europa el estupor había sucedido a la ironía y la primacía planetaria era propiedad del nuevo mundo.

SE INCORPORAN LAS

FEDERACIONES BRITÁNICAS

Casi simultáneamente con los Juegos Olímpicos de París se celebró un nuevo congreso de la FIFA, que dio como hecho destacado la reincorporación de las federaciones británicas: una reincorporación efímera. Sin embargo, es preciso conocer la realidad existente por entonces en el panorama futbolístico. En el contimnente europeo, excepto en España, imperaba un profesionalismo encubierto, en Gran Bretaña, en cambio no. Allí el profesionalismo era un hecho prácticamente legalizado, por lo que en las competiciones internacionales, la FIFA impedía una y otra vez la presencia de equipos británicos con sus dotaciones claramente profesionalizadas, que eran suistituidas por equipos amateurs; estos eran derrotados una y otra vez por los amateurs camuflados del continente.

PROFESIONALISMO ENCUBIERTO

El profesionalismo encubierto era absolutamente descarado, en países como Austria, Checoslovaquia y Hungría. El encubrimiento tomaba a veces la apariencia de dietas por desplazamientos, otras veces era un industrial fanático el que incluía a sus jugadores favoritos en las nóminas de su empresa, casi siempre como vendedores, pues de ese modo era más fácil justificar aquellos desplazamientos tan bien remunerados. De hecho, la picaresca había alcanzado cutas desmedidas justificando las casi permanentes protestas británicas... Los éxitos de la selección española durante la década de los 20 tuvieron mucho que ver con las actuaciones de Ricardo Zamora, considerado como el mejor portero del mundo. Zamora fue uno de los artífices de la sorprendente selección española sobre Dinamarca en la Olimpiada de Amberes, en la que los españoles ganaron la medalla de bronce. La medalla de oro se la adjudicó Bélgica al imponerse en la final a Checoslovaquia.