/ domingo 22 de diciembre de 2019

Recordar es vivir

Esta época, la víspera de la Navidad, nos inspira en la evocación de tiempos pasados, sobre todo de aquellos sucesos felices que han dejado huella en nuestra vida y en una mirada retrospectiva vamos regresando el tiempo y llega a nuestra memoria visual todo lo bello de nuestra aventura en el mundo terrenal.

Sobre todo, nos invade la nostalgia a quienes hemos llegado a una edad en que la paz espiritual es el principal ingrediente de nuestra felicidad, a un tiempo en que preferimos una buena charla o una buena compañía, a cualquier jolgorio moderno donde abundan los platillos gourmet y las bebidas espirituosas.

Nuestro remanso de paz son la familia, los amigos, los compañeros de trabajo, con quienes compartimos el recuerdo de los bellos momentos pasados y la construcción de nuestros sueños de tranquilidad hacia el futuro y el deseo de vivir lo más cerca de Dios lo que nos reste de vida.

En esas maravillosas charlas que se convierten en catarsis de nuestra propia nostalgia, surgen en sentido regresivo los sucesos de ayer y van apareciendo en subyugante lentitud, como perlas de vida que adornaron en su momento nuestra existencia.

Los nietos y sus inocentes preguntas, los hijos y sus sueños de grandes triunfos, el matrimonio con la pareja que conquistó nuestro corazón y con quien formamos nuestra familia, el trabajo, los estudios, el primer amor, aquel que quedó en solo un intento y...los vanos y tontos impulsos oníricos de conquistar a nuestra maestra de quien vivimos eternamente enamorados, quién no recuerda todo eso con profundo sentimiento y alimenta de esa manera su espíritu y su corazón.

Y es que la proximidad de una celebración como el advenimiento del Hijo de Dios nos transporta irremediablemente al mundo de lo sublime, a la idea de que el Padre consideró que era el momento de revelarle al mundo la Verdad de su existencia y su mandato de que todos fuimos enviados por Él para que fuéramos felices.

El Niño Jesús nos sensibiliza, nos hace más humanos y nos acerca un tanto a la perfección que solo Dios tiene y es por eso que su solo recuerdo doblega nuestra reticencia a revelarnos como seres de amor y de bondad, descubre nuestro verdadero interior y nos convierte en hermanos de raza y de espíritu.

Si en estos días recibe usted la visita de familiares o de amigos, sonría con ellos y cuénteles de todo lo bueno que le haya sucedido, comparta su alegría y su paz espiritual y verá que entonces aumentará su propia paz y será transportado a los dinteles de una gloria terrenal.

Y no se olvide de elevar sus mejores plegarias por sus seres queridos que ya están en el cielo, porque eso de la oración, creo yo, es un alimento mutuo que traspasa los límites entre lo divino y lo terreno. Van y vienen en ambos sentidos, cargados de buena voluntad para quien los emite y para quien van dirigidos.

Sea pues, para usted, este domingo previo a la Navidad una explosión de buenos sentimientos, capaces de hacer vibrar las benditas fibras del amor.

P.D.- Recordar es vivir.

E-mail:

armando_juarezbecerra@hotmail.com

Esta época, la víspera de la Navidad, nos inspira en la evocación de tiempos pasados, sobre todo de aquellos sucesos felices que han dejado huella en nuestra vida y en una mirada retrospectiva vamos regresando el tiempo y llega a nuestra memoria visual todo lo bello de nuestra aventura en el mundo terrenal.

Sobre todo, nos invade la nostalgia a quienes hemos llegado a una edad en que la paz espiritual es el principal ingrediente de nuestra felicidad, a un tiempo en que preferimos una buena charla o una buena compañía, a cualquier jolgorio moderno donde abundan los platillos gourmet y las bebidas espirituosas.

Nuestro remanso de paz son la familia, los amigos, los compañeros de trabajo, con quienes compartimos el recuerdo de los bellos momentos pasados y la construcción de nuestros sueños de tranquilidad hacia el futuro y el deseo de vivir lo más cerca de Dios lo que nos reste de vida.

En esas maravillosas charlas que se convierten en catarsis de nuestra propia nostalgia, surgen en sentido regresivo los sucesos de ayer y van apareciendo en subyugante lentitud, como perlas de vida que adornaron en su momento nuestra existencia.

Los nietos y sus inocentes preguntas, los hijos y sus sueños de grandes triunfos, el matrimonio con la pareja que conquistó nuestro corazón y con quien formamos nuestra familia, el trabajo, los estudios, el primer amor, aquel que quedó en solo un intento y...los vanos y tontos impulsos oníricos de conquistar a nuestra maestra de quien vivimos eternamente enamorados, quién no recuerda todo eso con profundo sentimiento y alimenta de esa manera su espíritu y su corazón.

Y es que la proximidad de una celebración como el advenimiento del Hijo de Dios nos transporta irremediablemente al mundo de lo sublime, a la idea de que el Padre consideró que era el momento de revelarle al mundo la Verdad de su existencia y su mandato de que todos fuimos enviados por Él para que fuéramos felices.

El Niño Jesús nos sensibiliza, nos hace más humanos y nos acerca un tanto a la perfección que solo Dios tiene y es por eso que su solo recuerdo doblega nuestra reticencia a revelarnos como seres de amor y de bondad, descubre nuestro verdadero interior y nos convierte en hermanos de raza y de espíritu.

Si en estos días recibe usted la visita de familiares o de amigos, sonría con ellos y cuénteles de todo lo bueno que le haya sucedido, comparta su alegría y su paz espiritual y verá que entonces aumentará su propia paz y será transportado a los dinteles de una gloria terrenal.

Y no se olvide de elevar sus mejores plegarias por sus seres queridos que ya están en el cielo, porque eso de la oración, creo yo, es un alimento mutuo que traspasa los límites entre lo divino y lo terreno. Van y vienen en ambos sentidos, cargados de buena voluntad para quien los emite y para quien van dirigidos.

Sea pues, para usted, este domingo previo a la Navidad una explosión de buenos sentimientos, capaces de hacer vibrar las benditas fibras del amor.

P.D.- Recordar es vivir.

E-mail:

armando_juarezbecerra@hotmail.com