/ domingo 2 de septiembre de 2018

Tan lejos de Dios

Charles Lynch era un rico algodonero allá por los años de 1760 en el Estado de Virginia que luchó por la causa de la independencia de Estados Unidos y al final de la misma, incursionó en la política alcanzando la Senaduría por su Estado.

En pleno desempeño de su encargo político, un grupo de revolucionarios descubrieron a varios leales a la Corona que buscaban la reconquista del territorio norteamericano; fueron apresados y llevados ante un jurado.

Sin embargo, los anti-independentistas fueron absueltos de todos los cargos y los dejaron libres, motivo por el cual, el patriota Lynch, junto con varios de sus allegados políticos detuvieron nuevamente a los liberados, los sometieron a un juicio sumario y los ahorcaron a todos.

El ejemplo de Lynch cundió en el viejo oeste y como en aquellos tiempos no había suficientes jueces, casi todos los bandidos que eran atrapados por la ley, eran ejecutados sin que existiera un juicio de por medio; el pueblo era la mano que los alguaciles movían para toda ejecución.

Así nació el término de linchamiento, en alusión al acto de barbarie protagonizado por Lynch.

Desgraciadamente hoy por hoy en nuestro país se está aplicando “La ley de Lynch”, ante la indulgencia, pasividad, complacencia o complicidad de quienes representan a la justicia mexicana, que dejan libres a toda clase de delincuentes.

La pasada semana se registraron dos casos de linchamiento, uno en Puebla y otro en Hidalgo, hechos de barbarie donde la rabia del pueblo se descargó en la humanidad de dos jóvenes y una pareja que fueron golpeados salvajemente y luego quemados sin ninguna conmiseración.

Luego se supo que los dos jóvenes sacrificados en Puebla eran gente de bien, trabajadores que tuvieron la mala suerte de ser confundidos con secuestradores, todo por estar tomando cerveza al aire libre, cerca de una escuela.

La brutalidad del pueblo poblano fue exhibida sin ningún pudor por la televisión mexicana y vaya usted a saber si por todo el mundo, imágenes que horrorizarían hasta a un torturador de la inquisición. Mientras los pobres jóvenes se revolcaban de dolor antes de su muerte, la gente del pueblo se burlaba y festejaba su propia barbarie.

La falta de ética y moral de muchos malos representantes de la ley –jueces, agentes del ministerio público, Etc.- ha llevado al pueblo a tomar justicia por propia mano, con la desgracia de que cuando la furia del pueblo se desborda, la gente se convierte en animal desbocado, sin sentimientos ni piedad para nadie.

La semana pasada, Lope de Vega y su obra “Fuente Ovejuna” tomaron vida en Puebla y en Hidalgo; se hizo realidad la unión del pueblo contra la opresión, el atropello y la injusticia de la autoridad establecida, dejando una especie de mensaje de horror que amenaza con convertirse en práctica común, en carnicería irracional sin freno, sin control.

Pobre país, tan lejos de Dios y tan cerca del mal gobierno.

P.D.-¿Quién mató al comendador?

armando_juarezbecerra@hotmail.com

Charles Lynch era un rico algodonero allá por los años de 1760 en el Estado de Virginia que luchó por la causa de la independencia de Estados Unidos y al final de la misma, incursionó en la política alcanzando la Senaduría por su Estado.

En pleno desempeño de su encargo político, un grupo de revolucionarios descubrieron a varios leales a la Corona que buscaban la reconquista del territorio norteamericano; fueron apresados y llevados ante un jurado.

Sin embargo, los anti-independentistas fueron absueltos de todos los cargos y los dejaron libres, motivo por el cual, el patriota Lynch, junto con varios de sus allegados políticos detuvieron nuevamente a los liberados, los sometieron a un juicio sumario y los ahorcaron a todos.

El ejemplo de Lynch cundió en el viejo oeste y como en aquellos tiempos no había suficientes jueces, casi todos los bandidos que eran atrapados por la ley, eran ejecutados sin que existiera un juicio de por medio; el pueblo era la mano que los alguaciles movían para toda ejecución.

Así nació el término de linchamiento, en alusión al acto de barbarie protagonizado por Lynch.

Desgraciadamente hoy por hoy en nuestro país se está aplicando “La ley de Lynch”, ante la indulgencia, pasividad, complacencia o complicidad de quienes representan a la justicia mexicana, que dejan libres a toda clase de delincuentes.

La pasada semana se registraron dos casos de linchamiento, uno en Puebla y otro en Hidalgo, hechos de barbarie donde la rabia del pueblo se descargó en la humanidad de dos jóvenes y una pareja que fueron golpeados salvajemente y luego quemados sin ninguna conmiseración.

Luego se supo que los dos jóvenes sacrificados en Puebla eran gente de bien, trabajadores que tuvieron la mala suerte de ser confundidos con secuestradores, todo por estar tomando cerveza al aire libre, cerca de una escuela.

La brutalidad del pueblo poblano fue exhibida sin ningún pudor por la televisión mexicana y vaya usted a saber si por todo el mundo, imágenes que horrorizarían hasta a un torturador de la inquisición. Mientras los pobres jóvenes se revolcaban de dolor antes de su muerte, la gente del pueblo se burlaba y festejaba su propia barbarie.

La falta de ética y moral de muchos malos representantes de la ley –jueces, agentes del ministerio público, Etc.- ha llevado al pueblo a tomar justicia por propia mano, con la desgracia de que cuando la furia del pueblo se desborda, la gente se convierte en animal desbocado, sin sentimientos ni piedad para nadie.

La semana pasada, Lope de Vega y su obra “Fuente Ovejuna” tomaron vida en Puebla y en Hidalgo; se hizo realidad la unión del pueblo contra la opresión, el atropello y la injusticia de la autoridad establecida, dejando una especie de mensaje de horror que amenaza con convertirse en práctica común, en carnicería irracional sin freno, sin control.

Pobre país, tan lejos de Dios y tan cerca del mal gobierno.

P.D.-¿Quién mató al comendador?

armando_juarezbecerra@hotmail.com