/ domingo 28 de abril de 2024

Vivencias / Nosotros los Viejos

De jóvenes vemos muy lejos la vejez, yo de hecho, no recuerdo haber pensado nunca en ella y menos verme vieja.

Ahora que lo soy desde hace muchos años, pienso en ella seguido, la vivo, pues. Y les confieso que me siento igual que a los treinta o cuarenta. Sé que lo que me queda es mucho menos que lo que he vivido y felizmente, no me asusta.

Pero sí hay cosas que me preocupan y créanme, no es la muerte. A ella deberíamos de acostumbrarnos desde que podamos, porque siempre ronda. “lo único seguro” decía mi madre.

Me preocupa enfermarme por largo tiempo antes de irme, de ser una carga para mis hijos, de que gasten hasta lo que no tienen por mantenerme viva. Si me dieran a escoger, sin duda, preferiría irme en silencio y sin avisar.

Me preocupa perder la memoria, me preocupan las enfermedades mentales que he visto de cerca y a las que estamos expuestos los mayores. La depresión, el Alzheimer, la demencia senil.

Me preocupa perder la movilidad, pero no me preocupan muchas cosas más.

Hago ejercicio, procuro mantener mi mente trabajando, me interesa lo que pasa en el mundo, me congratulo de los avances médicos, de la gran energía de los jóvenes, y me siento feliz de conservar el optimismo en las nuevas generaciones, en su insistencia en realizarse, en viajar, en aprender, en ser felices. En ese constante grito de ser y no tener.

Soy una lectora insaciable, lo he sido desde siempre, adoro leer. Uso lentes desde hace mucho, pero fue por usar mis ojos, lo cual es reconfortante. Pierdo los lentes frecuentemente, pero por eso tengo varios y baratos, así que no importa y puedo seguir leyendo.

Pero también sé que soy muy afortunada. Lamentablemente, muchos de mis amigos ya no están, otros están sufriendo enfermedades largas, algunos ya no se mueven con facilidad, pero hemos tenido la fortuna de llegar a viejos y eso nos da una paz que sólo se aprende con los años.

Si tienen a un viejo cerca, escúchenlo, apréndanle y tengan paciencia. Repetimos las cosas. Perdemos todo y a veces o muchas, somos muy necios, pero ya somos sabios y saben qué? Dios nos concedió verlos a ustedes, a nuestros hijos crecer, a nuestros nietos nacer y millones de vivencias que ojalá todos lleguen a tener.

De jóvenes vemos muy lejos la vejez, yo de hecho, no recuerdo haber pensado nunca en ella y menos verme vieja.

Ahora que lo soy desde hace muchos años, pienso en ella seguido, la vivo, pues. Y les confieso que me siento igual que a los treinta o cuarenta. Sé que lo que me queda es mucho menos que lo que he vivido y felizmente, no me asusta.

Pero sí hay cosas que me preocupan y créanme, no es la muerte. A ella deberíamos de acostumbrarnos desde que podamos, porque siempre ronda. “lo único seguro” decía mi madre.

Me preocupa enfermarme por largo tiempo antes de irme, de ser una carga para mis hijos, de que gasten hasta lo que no tienen por mantenerme viva. Si me dieran a escoger, sin duda, preferiría irme en silencio y sin avisar.

Me preocupa perder la memoria, me preocupan las enfermedades mentales que he visto de cerca y a las que estamos expuestos los mayores. La depresión, el Alzheimer, la demencia senil.

Me preocupa perder la movilidad, pero no me preocupan muchas cosas más.

Hago ejercicio, procuro mantener mi mente trabajando, me interesa lo que pasa en el mundo, me congratulo de los avances médicos, de la gran energía de los jóvenes, y me siento feliz de conservar el optimismo en las nuevas generaciones, en su insistencia en realizarse, en viajar, en aprender, en ser felices. En ese constante grito de ser y no tener.

Soy una lectora insaciable, lo he sido desde siempre, adoro leer. Uso lentes desde hace mucho, pero fue por usar mis ojos, lo cual es reconfortante. Pierdo los lentes frecuentemente, pero por eso tengo varios y baratos, así que no importa y puedo seguir leyendo.

Pero también sé que soy muy afortunada. Lamentablemente, muchos de mis amigos ya no están, otros están sufriendo enfermedades largas, algunos ya no se mueven con facilidad, pero hemos tenido la fortuna de llegar a viejos y eso nos da una paz que sólo se aprende con los años.

Si tienen a un viejo cerca, escúchenlo, apréndanle y tengan paciencia. Repetimos las cosas. Perdemos todo y a veces o muchas, somos muy necios, pero ya somos sabios y saben qué? Dios nos concedió verlos a ustedes, a nuestros hijos crecer, a nuestros nietos nacer y millones de vivencias que ojalá todos lleguen a tener.