/ domingo 31 de marzo de 2024

Vivencias / El machismo

Se acaba ya marzo, Mes de la Mujer, y no puedo dejarlo pasar sin tocar el tema del machismo, siempre presente y por desgracia en la mayoría de los hogares del mundo.

Confieso ser muy afortunada, nací y crecí en un hogar de los pocos, donde la mujer era no solo respetada, sino cuidada, halagada y muchas cosas, todas ellas, hermosas. Con un padre educado en el respeto a la mujer, aun faltando su madre desde muy pequeño, vio a sus hermanas educarse en el extranjero, creció entre libros, en un ambiente donde la palabra era acariciada. Y mi madre, hija única, consentida, inteligente y sin saber jamás lo que era la humillación. Esas raíces nos hicieron a mis hermanos y a mí formarnos en una familia donde se exigía lo mismo a todos: estudiar, ser respetuosos de los demás, y ser democráticos.

No supe que todo era diferente afuera, hasta que salí, hasta que vi que mis amigas tenían que servir hasta agua a sus hermanos, hasta que vi que no les permitían externar opiniones y en algunos casos, pocos por fortuna, ver llegar a la escuela a alguna con las huellas de un golpe.

Así que sentirme yo inferior a un hombre nunca lo he sentido, y no saben lo que agradezco a Dios y a la vida haber tenido los padres y hermanos que tuve y tengo, que me dieron, sin quizá saberlo, la mejor herramienta que me permitió, aun ante los golpes de la vida, ser una sobreviviente, eso que llamamos fortaleza. Pero todo esto no me ciega. Sé que esos roles de mujer-hombre, de la tan absurda idea que los hombres son superiores, han robado la paz a millones de mujeres, y a veces hasta la vida. Ser machista es quizá uno de los insultos más grandes que puede recibir un hombre y desgraciadamente conozco mujeres que también lo son. Sentirse inferior a un hombre, creer que nos puede dominar con fuerza física o psicológica no debe ser, nunca, nuestra razón. Desde niños nos enseñan roles, roles que después se van mostrando en nuestras vidas. Las mujeres a cocinar, a limpiar, a educar hijos y ahora hasta a trabajar. Hombres educados a mandar, a ser proveedores, a ocultar sentimientos, y hasta por eso mismo, a sentirse frustrados.

El machismo lleva al acoso, a la violencia, a las violaciones y hasta a matar a una mujer.

En una de las últimas encuestas 6 de cada 10 mujeres en nuestro país han confesado haber sido víctimas de algún tipo de agresión. Y asómbrese aún más, 3 de cada 10 personas consideran que son las mujeres las que causan la violencia contra ellas.

En estos tiempos en que todo apunta a que seremos gobernados por una mujer, que nos hemos vuelto más seguras de nuestra capacidad, que nos reconocemos más competitivas, hago y hagamos votos porque ese hecho sirva para que las mujeres en nuestro país tengan lo que esperamos: una vida mejor para todas y, por supuesto, que todas y todos pongamos nuestro granito de arena para que así sea.

Se acaba ya marzo, Mes de la Mujer, y no puedo dejarlo pasar sin tocar el tema del machismo, siempre presente y por desgracia en la mayoría de los hogares del mundo.

Confieso ser muy afortunada, nací y crecí en un hogar de los pocos, donde la mujer era no solo respetada, sino cuidada, halagada y muchas cosas, todas ellas, hermosas. Con un padre educado en el respeto a la mujer, aun faltando su madre desde muy pequeño, vio a sus hermanas educarse en el extranjero, creció entre libros, en un ambiente donde la palabra era acariciada. Y mi madre, hija única, consentida, inteligente y sin saber jamás lo que era la humillación. Esas raíces nos hicieron a mis hermanos y a mí formarnos en una familia donde se exigía lo mismo a todos: estudiar, ser respetuosos de los demás, y ser democráticos.

No supe que todo era diferente afuera, hasta que salí, hasta que vi que mis amigas tenían que servir hasta agua a sus hermanos, hasta que vi que no les permitían externar opiniones y en algunos casos, pocos por fortuna, ver llegar a la escuela a alguna con las huellas de un golpe.

Así que sentirme yo inferior a un hombre nunca lo he sentido, y no saben lo que agradezco a Dios y a la vida haber tenido los padres y hermanos que tuve y tengo, que me dieron, sin quizá saberlo, la mejor herramienta que me permitió, aun ante los golpes de la vida, ser una sobreviviente, eso que llamamos fortaleza. Pero todo esto no me ciega. Sé que esos roles de mujer-hombre, de la tan absurda idea que los hombres son superiores, han robado la paz a millones de mujeres, y a veces hasta la vida. Ser machista es quizá uno de los insultos más grandes que puede recibir un hombre y desgraciadamente conozco mujeres que también lo son. Sentirse inferior a un hombre, creer que nos puede dominar con fuerza física o psicológica no debe ser, nunca, nuestra razón. Desde niños nos enseñan roles, roles que después se van mostrando en nuestras vidas. Las mujeres a cocinar, a limpiar, a educar hijos y ahora hasta a trabajar. Hombres educados a mandar, a ser proveedores, a ocultar sentimientos, y hasta por eso mismo, a sentirse frustrados.

El machismo lleva al acoso, a la violencia, a las violaciones y hasta a matar a una mujer.

En una de las últimas encuestas 6 de cada 10 mujeres en nuestro país han confesado haber sido víctimas de algún tipo de agresión. Y asómbrese aún más, 3 de cada 10 personas consideran que son las mujeres las que causan la violencia contra ellas.

En estos tiempos en que todo apunta a que seremos gobernados por una mujer, que nos hemos vuelto más seguras de nuestra capacidad, que nos reconocemos más competitivas, hago y hagamos votos porque ese hecho sirva para que las mujeres en nuestro país tengan lo que esperamos: una vida mejor para todas y, por supuesto, que todas y todos pongamos nuestro granito de arena para que así sea.