/ domingo 4 de febrero de 2024

Añoranzas | Danza bailarina, danza

Micaela Pérez Carballo demostró desde muy niña su grande afición dancística, era su sueño llegar a ser una gran bailarina de ballet. Única y adorada hija de unos padres que al ver en ella las aptitudes y la férrea decisión de lograrlo la apoyaron con todos los medios a su alcance.

El Cap. Azael Pérez y su esposa Magdalena eran un matrimonio culto y generoso que aportaron mucho a la difusión y patrocinio de las artes. Trajeron a Tampico grandes artistas del bel canto, de la danza, de la música. Fue una época de oro para la cultura de nuestro puerto.

Sus primeras clases las tomó con la gran maestra Rosa Lee Clynes y a los doce años la enviaron a la Capital a tomar cursos intensivos con los grandes maestros y bailarines de la época. Micaela prácticamente dejó a un lado su niñez y su adolescencia porque la danza es carrera que requiere completa dedicación y hasta sacrificios si es necesario. Exige un entrenamiento cotidiano intenso y un régimen de vida severo.

Y empezó un largo camino hacia su sueño. Viaja a New York a tomar cursos en el Ballet Arts con los grandes maestros rusos. Después se marcha a Europa e ingresa al Estudio Wacker de la Sorbona cuya directora era considerada la maestra más insigne y autoridad en el medio.

La gran maestra se expresó así de Micaela: “Esta joven mexicana tiene una gran línea y una gran vocación y si se dedica a bailar profesionalmente llegará a ser una gran figura internacional”. Pero surgió en ella una idea, un sueño, crear una Escuela de Danza en donde se dieran las últimas técnicas relacionadas al Ballet para la formación de niñas y muchachitas para que tuvieran suficiente habilidad para llegar a ser figuras destacadas. En 1958 funda en Tampico la Escuela de Danza Clásica.

En sus constantes viajes de estudio a Europa recibe invitaciones para auditar y así bailar en diferentes Ballets de prestigio Internacional. El Ballet del Marqués de Cuevas, el Ballet Real de Bélgica y el Ballet de la Ópera de ParÍs. Durante su estancia en Francia hizo amistad con quien después sería su esposo, el bailarín ruso de gran renombre, Michael Reznikoff, quien le perfeccionó su estilo y juntos hicieron un sueño de amor que terminó en matrimonio y un hermoso niño. Unos años después deciden regresar a Tampico a reabrir la prestigiada academia de danza. El esfuerzo de esta gran pareja de maestros fue notorio. Varias generaciones de buenos alumnos se enriquecieron con sus enseñanzas. Los festivales de fin de cursos de los maestros Reznikoff siempre garantizaban la calidad de sus espectáculos.

Yo tuve una amistad muy cercana con Micaela y tengo muy presente su figura esbelta, sus manos aladas, su cuello de cisne; la elegancia de sus movimientos sus piruetas y saltos sobre las puntas, su arco perfecto. Su pasión por la danza, su cariño por sus alumnos, siempre en busca de la perfección.

La gran bailarina tampiqueña murió siendo muy joven. La encontraron con una gran placidez en el rostro porque seguramente la sorprendió la muerte cuando soñaba que bailaba extasiada de puntas vestida con su tutu más preciado un sentido Adagio.

Un año después de su muerte el H. Ayuntamiento de Tampico en coordinación con el Instituto Regional de Bellas Artes organizó un merecido homenaje a la Profesora de Ballet Micaela Pérez Carballo, en reconocimiento a su Obra Cultural y dedicación, impulsando a nuestra ciudad el Ballet Clásico, una de las más bellas manifestaciones del arte.

Micaela Pérez Carballo demostró desde muy niña su grande afición dancística, era su sueño llegar a ser una gran bailarina de ballet. Única y adorada hija de unos padres que al ver en ella las aptitudes y la férrea decisión de lograrlo la apoyaron con todos los medios a su alcance.

El Cap. Azael Pérez y su esposa Magdalena eran un matrimonio culto y generoso que aportaron mucho a la difusión y patrocinio de las artes. Trajeron a Tampico grandes artistas del bel canto, de la danza, de la música. Fue una época de oro para la cultura de nuestro puerto.

Sus primeras clases las tomó con la gran maestra Rosa Lee Clynes y a los doce años la enviaron a la Capital a tomar cursos intensivos con los grandes maestros y bailarines de la época. Micaela prácticamente dejó a un lado su niñez y su adolescencia porque la danza es carrera que requiere completa dedicación y hasta sacrificios si es necesario. Exige un entrenamiento cotidiano intenso y un régimen de vida severo.

Y empezó un largo camino hacia su sueño. Viaja a New York a tomar cursos en el Ballet Arts con los grandes maestros rusos. Después se marcha a Europa e ingresa al Estudio Wacker de la Sorbona cuya directora era considerada la maestra más insigne y autoridad en el medio.

La gran maestra se expresó así de Micaela: “Esta joven mexicana tiene una gran línea y una gran vocación y si se dedica a bailar profesionalmente llegará a ser una gran figura internacional”. Pero surgió en ella una idea, un sueño, crear una Escuela de Danza en donde se dieran las últimas técnicas relacionadas al Ballet para la formación de niñas y muchachitas para que tuvieran suficiente habilidad para llegar a ser figuras destacadas. En 1958 funda en Tampico la Escuela de Danza Clásica.

En sus constantes viajes de estudio a Europa recibe invitaciones para auditar y así bailar en diferentes Ballets de prestigio Internacional. El Ballet del Marqués de Cuevas, el Ballet Real de Bélgica y el Ballet de la Ópera de ParÍs. Durante su estancia en Francia hizo amistad con quien después sería su esposo, el bailarín ruso de gran renombre, Michael Reznikoff, quien le perfeccionó su estilo y juntos hicieron un sueño de amor que terminó en matrimonio y un hermoso niño. Unos años después deciden regresar a Tampico a reabrir la prestigiada academia de danza. El esfuerzo de esta gran pareja de maestros fue notorio. Varias generaciones de buenos alumnos se enriquecieron con sus enseñanzas. Los festivales de fin de cursos de los maestros Reznikoff siempre garantizaban la calidad de sus espectáculos.

Yo tuve una amistad muy cercana con Micaela y tengo muy presente su figura esbelta, sus manos aladas, su cuello de cisne; la elegancia de sus movimientos sus piruetas y saltos sobre las puntas, su arco perfecto. Su pasión por la danza, su cariño por sus alumnos, siempre en busca de la perfección.

La gran bailarina tampiqueña murió siendo muy joven. La encontraron con una gran placidez en el rostro porque seguramente la sorprendió la muerte cuando soñaba que bailaba extasiada de puntas vestida con su tutu más preciado un sentido Adagio.

Un año después de su muerte el H. Ayuntamiento de Tampico en coordinación con el Instituto Regional de Bellas Artes organizó un merecido homenaje a la Profesora de Ballet Micaela Pérez Carballo, en reconocimiento a su Obra Cultural y dedicación, impulsando a nuestra ciudad el Ballet Clásico, una de las más bellas manifestaciones del arte.