/ domingo 24 de marzo de 2024

Añoranzas / Visita a Don Porfirio

Confieso que no sé si lo soñé o lo pensé, pero a decir verdad creo que lo deseé, porque casi nunca recuerdo los sueños, pero los deseos siempre los tengo presentes.

Era un 15 de Septiembre y me encuentro sentada en la terraza de un café en Paris. No tengo nada qué hacer, solamente esperar a que anochezca para ir al Moulin Rouge a las ocho de la noche. De pronto recuerdo que es el natalicio de Don Porfirio Díaz, y sin pensarlo dos veces, pedí la cuenta y salí corriendo a la estación La Fourche para tomar el metro. Unas cuantas paradas y ya estoy en el barrio de Montparnasse. Entro al cementerio que está casi enfrente de la salida de la estación del metro. Me dirijo al portero y le pregunto en mi pésimo francés qué camino tomar para llegar a la tumba de Don Porfirio Díaz. Soy mexicana y lo vengo a visitar. El portero amablemente se presta a guiarme, cosa poco frecuente ya que los parisinos suelen ser un poco oscos y cortantes.

Me invade un sentimiento de tristeza y nostalgia difícil de explicar al estar frente a su tumba. Hermosos fresnos y cipreses forman un extenso jardín que es un auténtico remanso de paz. En el pórtico de la tumba del General mexicano destaca un escudo de México y en letras doradas PORFIRIO DÍAZ. Protegida la entrada con una reja se ve claramente su fotografía en blanco y negro. La bandera nacional y un cuadro de la Virgen de Guadalupe. Algunos ramos de flores de papel, velas, un par de jarritos, un “guaje” de Oaxaca e infinidad de cartitas y recados. En voz baja, para que no me tilden de loca le digo: Oiga Don Porfirio, ya lleva usted demasiados años esperando que lo lleven a su México querido y me “late” que va a ser pronto. Su esposa Carmelita siempre se lo quiso llevar a su tierra y luchó mucho porque así fuera, y recurrió a todos “dizque” sus amigos que tanto benefició y enriqueció, para que la ayudaran a traerlo de vuelta, pero ya sabe usted como somos los mexicanos, de poca memoria y desagradecidos….

Su llamada dictadura de treinta años ya está perdonada, si no oficialmente sí en la opinión popular. Usted fue el Héroe del 2 de Abril contra el invasor francés y eso mi General fue una “fregonería”.Orden, paz y progreso fue su lema. Logró durante treinta años de gobierno la anhelada paz en el país, concilió rencillas y dio fin a la inestabilidad política. México se modernizó, comenzó el crecimiento económico, se favoreció la inversión extranjera, se reactivó la minería y la industria, se abrieron los bancos y las regiones aisladas del país comenzaron a comunicarse con miles de kilómetros de vías de ferrocarril. Construyó puertos, astilleros y aduanas que hasta el día de hoy están operando y muchísimas más cosas BUENAS.

Lo MALO, Don Porfirio es también largo de enumerar, pero lo dejamos pendiente para mi próxima visita o para cuando lo lleven de vuelta a México, ahorita me tengo que ir corriendo al Molin Rouge.

No sé por qué salí del cementerio menos triste. En el andén del metro había un conjunto de estudiantes mexicanos con sus guitarras y un sombrero de petate para recoger monedas cantando a voz en cuello: "México lindo y querido si muero lejos de ti que digan que estoy dormido y que me traigan aquí…"

Confieso que no sé si lo soñé o lo pensé, pero a decir verdad creo que lo deseé, porque casi nunca recuerdo los sueños, pero los deseos siempre los tengo presentes.

Era un 15 de Septiembre y me encuentro sentada en la terraza de un café en Paris. No tengo nada qué hacer, solamente esperar a que anochezca para ir al Moulin Rouge a las ocho de la noche. De pronto recuerdo que es el natalicio de Don Porfirio Díaz, y sin pensarlo dos veces, pedí la cuenta y salí corriendo a la estación La Fourche para tomar el metro. Unas cuantas paradas y ya estoy en el barrio de Montparnasse. Entro al cementerio que está casi enfrente de la salida de la estación del metro. Me dirijo al portero y le pregunto en mi pésimo francés qué camino tomar para llegar a la tumba de Don Porfirio Díaz. Soy mexicana y lo vengo a visitar. El portero amablemente se presta a guiarme, cosa poco frecuente ya que los parisinos suelen ser un poco oscos y cortantes.

Me invade un sentimiento de tristeza y nostalgia difícil de explicar al estar frente a su tumba. Hermosos fresnos y cipreses forman un extenso jardín que es un auténtico remanso de paz. En el pórtico de la tumba del General mexicano destaca un escudo de México y en letras doradas PORFIRIO DÍAZ. Protegida la entrada con una reja se ve claramente su fotografía en blanco y negro. La bandera nacional y un cuadro de la Virgen de Guadalupe. Algunos ramos de flores de papel, velas, un par de jarritos, un “guaje” de Oaxaca e infinidad de cartitas y recados. En voz baja, para que no me tilden de loca le digo: Oiga Don Porfirio, ya lleva usted demasiados años esperando que lo lleven a su México querido y me “late” que va a ser pronto. Su esposa Carmelita siempre se lo quiso llevar a su tierra y luchó mucho porque así fuera, y recurrió a todos “dizque” sus amigos que tanto benefició y enriqueció, para que la ayudaran a traerlo de vuelta, pero ya sabe usted como somos los mexicanos, de poca memoria y desagradecidos….

Su llamada dictadura de treinta años ya está perdonada, si no oficialmente sí en la opinión popular. Usted fue el Héroe del 2 de Abril contra el invasor francés y eso mi General fue una “fregonería”.Orden, paz y progreso fue su lema. Logró durante treinta años de gobierno la anhelada paz en el país, concilió rencillas y dio fin a la inestabilidad política. México se modernizó, comenzó el crecimiento económico, se favoreció la inversión extranjera, se reactivó la minería y la industria, se abrieron los bancos y las regiones aisladas del país comenzaron a comunicarse con miles de kilómetros de vías de ferrocarril. Construyó puertos, astilleros y aduanas que hasta el día de hoy están operando y muchísimas más cosas BUENAS.

Lo MALO, Don Porfirio es también largo de enumerar, pero lo dejamos pendiente para mi próxima visita o para cuando lo lleven de vuelta a México, ahorita me tengo que ir corriendo al Molin Rouge.

No sé por qué salí del cementerio menos triste. En el andén del metro había un conjunto de estudiantes mexicanos con sus guitarras y un sombrero de petate para recoger monedas cantando a voz en cuello: "México lindo y querido si muero lejos de ti que digan que estoy dormido y que me traigan aquí…"