/ domingo 3 de mayo de 2020

Café Cultura | Una lectura en alto

“¡Oh éter divino, oh aliento de las brisas suaves,

oh vosotras, fuentes de los ríos, oh sonrisa

infinita de las olas del mar, y tú, tierra madre de todo!”

(Prometeo encadenado invocando a los cuatro elementos).

Los días del presente están aquí, en lo profundo nuestro. Aquí con su agenda diaria e irreversible. Y hay que decir que por sus vaticinios, el tiempo del ahora apela a un ejercicio de conciencia, de mirar no sólo a nuestro interior sino a todo lo que nos rodea: el secreto está en la mirada. Este tiempo de supervivencias reales donde el contagio y la enfermedad se cimientan, y la inequidad que es amiga de la explotación diezma a los que sí saben de carencias, exige que nuestra visión de las cosas sea absolutamente otra.

Este tiempo de guardarnos en casa invita a la reflexión. Hace unos días celebró nuestro calendario el Día de la Tierra. El verde empieza de nuevo a expandirse, y ante el himno de los mares y los árboles y las especies animales, no podemos sino recordar la durabilidad de los espacios. Hemos querido interrumpir el libre trasegar de la Naturaleza donde todo tiene vida propia: cerros, barrancas, manantiales… Y han honrado nuestros pueblos a los astros en el infinito y a otras deidades como los espíritus de las semillas, espíritus de los renuevos que se traducen en renacimiento. Nuestros pueblos implicados simbióticamente en la inmanente sacralidad de la Creación. Nuestros pueblos del mundo con sus creencias y sus enseñanzas. Con sus prácticas primigenias, danzas cantadas y rituales invocando el libre caminar de lo que fue escrito en el libro de los sueños...

El lenguaje de los años con sus caminos interiores y sus puntos de fuga nos sigue sacudiendo, es como una lectura en alto, un dar a ver. De antiguo este lenguaje dicta que la Naturaleza nos ayuda a estar bien. No en vano nuestros orígenes se remontan a bosques y sabanas porque nació la raza humana para la vida mayormente al aire libre. Y fue creado nuestro oído para el silbo de las aves y el crujir de los árboles. Amamos los verdes insignes, los ocres del otoño, y en la piel la incitante caricia del viento. En el deseo de cada uno de nosotros de cuidar los espacios verdes prevalece una fuerza íntima, porque sólo estando inmersos en el paisaje seremos sensibles a los problemas en común.

El lenguaje de los años es una lectura en alto que exige sin tregua el cuidado del Medioambiente. Y sentencia que aun los avances tecnológicos y la capacidad del hombre de vencer los retos, el desarrollo de toda cultura irá siempre unido al elemento “agua”, como centro vital con todas sus significaciones. Unido al elemento Naturaleza. Unido al contacto elemental Agua Aire Tierra Fuego. Leamos a Hipócrates, el gran médico de la Grecia antigua:

Hay una corriente común,

una respiración común,

todas las cosas se encuentran en simpatía.

El conjunto del organismo

y cada una de sus partes,

funcionan en conjunción

con el mismo propósito.

El Día Mundial del Medio Ambiente ha subrayado una y otra vez la urgencia de una cultura sustentable: los logros obtenidos en esta materia no son de ninguna manera suficientes. Es triste que hoy todavía no hayamos establecido como una prioridad el cuidado ambiental. ¿Acaso nos hemos detenido a medir nuestra incapacidad reparadora? Es tan inquietante esta realidad, que en muchos países se han establecido por fortuna organismos encargados de señalar el rumbo y de vigilar el cuidado y el correcto aprovechamiento de los espacios verdes. Es muy preocupante que en estos bosques de varilla y concreto construidos por los humanos, hoy se siga hablando de recursos naturales “negociables”, y no de la Naturaleza como tal…

Para algunos podrá parecer casi romántico el poner yo aquí, que en esta orfandad originaria y convencional existirá siempre la posibilidad de volver a lo que incuestionablemente nos sostiene: el amor, la literatura, la música, el arte en todo, la convivencia, el paisaje del que mucho hemos hablado. Sin descender a detalles importunos, puedo afirmar que este despliegue imaginativo elevará nuestras conciencias. Y si en nosotros está, seguiremos dando al exento de voz la buena noticia de que todo esto puede salvarnos, de que el secreto está en la mirada pese a que, en contravención a la mirada, se han apostado con sus estandartes, innumerables grupos mercantiles que se oponen al noble oficio de cuidar la Naturaleza. Mas la mirada seguirá siendo el recinto divulgativo de la imaginación. Algunos juran que la ilusión vale cuando la realidad la toma de la mano. “Siento el calor del viento en las espumas” –dice Vinícius de Moraes-. Y yo juro que a mí no me abandona nunca el viento…

amparo.gberumen@gmail.com

“Siento el calor del viento en las espumas” –dice Vinícius de Moraes-. Y yo juro que a mí no me abandona nunca el viento…

“¡Oh éter divino, oh aliento de las brisas suaves,

oh vosotras, fuentes de los ríos, oh sonrisa

infinita de las olas del mar, y tú, tierra madre de todo!”

(Prometeo encadenado invocando a los cuatro elementos).

Los días del presente están aquí, en lo profundo nuestro. Aquí con su agenda diaria e irreversible. Y hay que decir que por sus vaticinios, el tiempo del ahora apela a un ejercicio de conciencia, de mirar no sólo a nuestro interior sino a todo lo que nos rodea: el secreto está en la mirada. Este tiempo de supervivencias reales donde el contagio y la enfermedad se cimientan, y la inequidad que es amiga de la explotación diezma a los que sí saben de carencias, exige que nuestra visión de las cosas sea absolutamente otra.

Este tiempo de guardarnos en casa invita a la reflexión. Hace unos días celebró nuestro calendario el Día de la Tierra. El verde empieza de nuevo a expandirse, y ante el himno de los mares y los árboles y las especies animales, no podemos sino recordar la durabilidad de los espacios. Hemos querido interrumpir el libre trasegar de la Naturaleza donde todo tiene vida propia: cerros, barrancas, manantiales… Y han honrado nuestros pueblos a los astros en el infinito y a otras deidades como los espíritus de las semillas, espíritus de los renuevos que se traducen en renacimiento. Nuestros pueblos implicados simbióticamente en la inmanente sacralidad de la Creación. Nuestros pueblos del mundo con sus creencias y sus enseñanzas. Con sus prácticas primigenias, danzas cantadas y rituales invocando el libre caminar de lo que fue escrito en el libro de los sueños...

El lenguaje de los años con sus caminos interiores y sus puntos de fuga nos sigue sacudiendo, es como una lectura en alto, un dar a ver. De antiguo este lenguaje dicta que la Naturaleza nos ayuda a estar bien. No en vano nuestros orígenes se remontan a bosques y sabanas porque nació la raza humana para la vida mayormente al aire libre. Y fue creado nuestro oído para el silbo de las aves y el crujir de los árboles. Amamos los verdes insignes, los ocres del otoño, y en la piel la incitante caricia del viento. En el deseo de cada uno de nosotros de cuidar los espacios verdes prevalece una fuerza íntima, porque sólo estando inmersos en el paisaje seremos sensibles a los problemas en común.

El lenguaje de los años es una lectura en alto que exige sin tregua el cuidado del Medioambiente. Y sentencia que aun los avances tecnológicos y la capacidad del hombre de vencer los retos, el desarrollo de toda cultura irá siempre unido al elemento “agua”, como centro vital con todas sus significaciones. Unido al elemento Naturaleza. Unido al contacto elemental Agua Aire Tierra Fuego. Leamos a Hipócrates, el gran médico de la Grecia antigua:

Hay una corriente común,

una respiración común,

todas las cosas se encuentran en simpatía.

El conjunto del organismo

y cada una de sus partes,

funcionan en conjunción

con el mismo propósito.

El Día Mundial del Medio Ambiente ha subrayado una y otra vez la urgencia de una cultura sustentable: los logros obtenidos en esta materia no son de ninguna manera suficientes. Es triste que hoy todavía no hayamos establecido como una prioridad el cuidado ambiental. ¿Acaso nos hemos detenido a medir nuestra incapacidad reparadora? Es tan inquietante esta realidad, que en muchos países se han establecido por fortuna organismos encargados de señalar el rumbo y de vigilar el cuidado y el correcto aprovechamiento de los espacios verdes. Es muy preocupante que en estos bosques de varilla y concreto construidos por los humanos, hoy se siga hablando de recursos naturales “negociables”, y no de la Naturaleza como tal…

Para algunos podrá parecer casi romántico el poner yo aquí, que en esta orfandad originaria y convencional existirá siempre la posibilidad de volver a lo que incuestionablemente nos sostiene: el amor, la literatura, la música, el arte en todo, la convivencia, el paisaje del que mucho hemos hablado. Sin descender a detalles importunos, puedo afirmar que este despliegue imaginativo elevará nuestras conciencias. Y si en nosotros está, seguiremos dando al exento de voz la buena noticia de que todo esto puede salvarnos, de que el secreto está en la mirada pese a que, en contravención a la mirada, se han apostado con sus estandartes, innumerables grupos mercantiles que se oponen al noble oficio de cuidar la Naturaleza. Mas la mirada seguirá siendo el recinto divulgativo de la imaginación. Algunos juran que la ilusión vale cuando la realidad la toma de la mano. “Siento el calor del viento en las espumas” –dice Vinícius de Moraes-. Y yo juro que a mí no me abandona nunca el viento…

amparo.gberumen@gmail.com

“Siento el calor del viento en las espumas” –dice Vinícius de Moraes-. Y yo juro que a mí no me abandona nunca el viento…