/ miércoles 1 de agosto de 2018

Correspondencia entre Alfonso Reyes y Octavio Paz

Se cumplen veinte años de la primera edición de Correspondencia entre Alfonso Reyes y Octavio Paz (1939-1959).

Publicada en 1998 por el Fondo de Cultura Económica, gracias a la recopilación del historiador Anthony Stanton sobre misivas que, a lo largo de veinte años, intercambiaron las dos presencias literarias más importantes del siglo veinte mexicano. Para ello, Stanton reunió de diversas fuentes (los archivos del Fondo, la Capilla Alfonsina, la Fundación Octavio Paz, los archivos personales de la viuda de Paz, Marie-José Paz) las 84 cartas que aparecen en el libro con comentarios suyos a pie de página.

Una de las condiciones de la misiva es su carácter confesional, intimista, desatando un monólogo/diálogo que se cumple sólo ante los ojos del destinatario. Es decir, la conversación literaria del alma se da en la carta.

En su introducción, Stanton lo explica así: “Hay varias maneras de medir una correspondencia entre dos escritores. Como en este caso se trata de un epistolario netamente literario e intelectual que habla de proyectos, libros e ideas, me parece que su valor reside en la luz que arroja sobre la génesis, el desarrollo y la maduración de las obras literarias de los dos escritores. El epistolario permite reconstruir con más fidelidad la evolución intelectual y artística de cada uno, sobre todo del más joven”.

En efecto, el más joven, Octavio Paz, es extenso, ansioso y pletórico de proyectos en las líneas dirigidas al autor de Visión de Anáhuac; en cambio, Alfonso Reyes es pausado, reservado, asume desde la primera carta el papel de maestro, receptor de las inquietudes del joven alumno. Reyes es el mecenas, el impulsor de los deseos literarios del futuro Premio Nobel de Literatura.

Con la mesura y la sobriedad que ello significa en un escritor consagrado, Reyes celebra el manuscrito de El laberinto de la soledad que le envía Paz desde París en 1949: “¡Qué libro tan claro y noble, querido Octavio Paz, su Laberinto de la soledad! ¡Qué probidad, qué justicia y qué elegancia! (¿No serán lo mismo en el fondo?) Me resisto a empañar la expresión de mi enhorabuena con agradecimientos de orden personal. Pero, ¿cómo evitarlo, si lo quiero de veras y ninguna palabra suya me deja indiferente? Ya va Ud. por su camino derecho. Desde mi cansancio y mi alegre vejez, le abro los brazos.”

Para Octavio Paz, en ese entonces funcionario del Servicio Exterior mexicano (al igual que Reyes en el pasado), las palabras del maestro fueron estimulantes, inyectándole aire para poner a su consideración otros libros que el autor de Piedra de Sol tenía planeado.

Sin embargo, la ayuda de Reyes también se dio en el terreno editorial. Le ayudó a Paz a gestionar con el Fondo de Cultura, El Colegio de México, así como editoriales independientes, que el lejano funcionario escritor pudiese publicar, con grandes esfuerzos económicos, sus primeros libros. Textos capitales para la literatura mexicana como el citado El Laberinto de la soledad, Libertad Bajo palabra, ¿Águila o sol? y El arco y la lira, recibieron el impulso y el aliento del maestro Reyes.

En la correspondencia de Paz desde Nueva Delhi, París, Tokio y Suiza, se descubren las dificultades económicas angustiosas, el choque cultural y las preocupaciones del escritor por darse a conocer como tal. Por ello, las cartas dicen más de Octavio Paz que de Alfonso Reyes. No hay por parte de Reyes confesión personal alguna. Todo él es reserva y posición de maestro. Es el guía del joven al cual, indudablemente, le ve talento y talante creativos.

El libro de Anthony Stanton es una oportunidad no sólo de conocer a priori datos o cursos que tomaron proyectos literarios importantes para nuestras letras, sino para ser testigos de la coincidencia (feliz, afortunada) entre dos autores imprescindibles y también para entender que, a pesar de la Internet y otros medios de alcance veloz de comunicación, la carta escrita a mano sigue siendo una delicia, una isla donde los que se escriben ven el mar, sienten la brisa del diálogo franco, sincero.

Anthony Stanton nos permitió con este epistolario acercarnos a la intimidad de dos hombres brillantes...

Se cumplen veinte años de la primera edición de Correspondencia entre Alfonso Reyes y Octavio Paz (1939-1959).

Publicada en 1998 por el Fondo de Cultura Económica, gracias a la recopilación del historiador Anthony Stanton sobre misivas que, a lo largo de veinte años, intercambiaron las dos presencias literarias más importantes del siglo veinte mexicano. Para ello, Stanton reunió de diversas fuentes (los archivos del Fondo, la Capilla Alfonsina, la Fundación Octavio Paz, los archivos personales de la viuda de Paz, Marie-José Paz) las 84 cartas que aparecen en el libro con comentarios suyos a pie de página.

Una de las condiciones de la misiva es su carácter confesional, intimista, desatando un monólogo/diálogo que se cumple sólo ante los ojos del destinatario. Es decir, la conversación literaria del alma se da en la carta.

En su introducción, Stanton lo explica así: “Hay varias maneras de medir una correspondencia entre dos escritores. Como en este caso se trata de un epistolario netamente literario e intelectual que habla de proyectos, libros e ideas, me parece que su valor reside en la luz que arroja sobre la génesis, el desarrollo y la maduración de las obras literarias de los dos escritores. El epistolario permite reconstruir con más fidelidad la evolución intelectual y artística de cada uno, sobre todo del más joven”.

En efecto, el más joven, Octavio Paz, es extenso, ansioso y pletórico de proyectos en las líneas dirigidas al autor de Visión de Anáhuac; en cambio, Alfonso Reyes es pausado, reservado, asume desde la primera carta el papel de maestro, receptor de las inquietudes del joven alumno. Reyes es el mecenas, el impulsor de los deseos literarios del futuro Premio Nobel de Literatura.

Con la mesura y la sobriedad que ello significa en un escritor consagrado, Reyes celebra el manuscrito de El laberinto de la soledad que le envía Paz desde París en 1949: “¡Qué libro tan claro y noble, querido Octavio Paz, su Laberinto de la soledad! ¡Qué probidad, qué justicia y qué elegancia! (¿No serán lo mismo en el fondo?) Me resisto a empañar la expresión de mi enhorabuena con agradecimientos de orden personal. Pero, ¿cómo evitarlo, si lo quiero de veras y ninguna palabra suya me deja indiferente? Ya va Ud. por su camino derecho. Desde mi cansancio y mi alegre vejez, le abro los brazos.”

Para Octavio Paz, en ese entonces funcionario del Servicio Exterior mexicano (al igual que Reyes en el pasado), las palabras del maestro fueron estimulantes, inyectándole aire para poner a su consideración otros libros que el autor de Piedra de Sol tenía planeado.

Sin embargo, la ayuda de Reyes también se dio en el terreno editorial. Le ayudó a Paz a gestionar con el Fondo de Cultura, El Colegio de México, así como editoriales independientes, que el lejano funcionario escritor pudiese publicar, con grandes esfuerzos económicos, sus primeros libros. Textos capitales para la literatura mexicana como el citado El Laberinto de la soledad, Libertad Bajo palabra, ¿Águila o sol? y El arco y la lira, recibieron el impulso y el aliento del maestro Reyes.

En la correspondencia de Paz desde Nueva Delhi, París, Tokio y Suiza, se descubren las dificultades económicas angustiosas, el choque cultural y las preocupaciones del escritor por darse a conocer como tal. Por ello, las cartas dicen más de Octavio Paz que de Alfonso Reyes. No hay por parte de Reyes confesión personal alguna. Todo él es reserva y posición de maestro. Es el guía del joven al cual, indudablemente, le ve talento y talante creativos.

El libro de Anthony Stanton es una oportunidad no sólo de conocer a priori datos o cursos que tomaron proyectos literarios importantes para nuestras letras, sino para ser testigos de la coincidencia (feliz, afortunada) entre dos autores imprescindibles y también para entender que, a pesar de la Internet y otros medios de alcance veloz de comunicación, la carta escrita a mano sigue siendo una delicia, una isla donde los que se escriben ven el mar, sienten la brisa del diálogo franco, sincero.

Anthony Stanton nos permitió con este epistolario acercarnos a la intimidad de dos hombres brillantes...