/ miércoles 20 de marzo de 2019

De cómo Lars von Trier dio una lección de cine musical

De cómo Lars von Trier dio una lección de cine musical

Sigo pensando que el cine musical es lo más completo a lo que se puede enfrentar un buen director de cine por dos asuntos...

La condición extra real de la historia y por el esfuerzo de veras notable de los actores máxime si no son cantantes.

En este sentido, el danés Lars von Trier plantea en su ahora ya clásico filme Bailando en la Oscuridad / EUA-Suecia, Dinamarca-Francia-2000 (ganadora del festival de Cannes), un mundo perfectamente enclavado en el prurito del cine musical: la evasión como instauración de la otredad para poder soportar la brutalidad del ser en la búsqueda de su destino fatídico.

Bailando en la Oscuridad (que intenta restaurar en su dimensión de cine de arte a un género que tuvo en Gene Kelly y Fred Astaire a dos iconos) cuenta la historia de una inmigrante checa, Selma/ Björk, quien en un pequeño pueblo de Washington trabaja de obrera. Von Trier con este trazo argumental hila un drama donde el 35 mm, 70mm (tipo panavisión de los musicales hollywoodenses de los años cuarenta), el video digital (estilo pater del famoso grupo Dogma) y la remasterización de las secuencias coreografeadas (se dice que se filmaron/grabaron con cien cámaras en planos digitalizados), hacen de Bailando en la Oscuridad un filme atípico, intencionado.

Selma, quien padece de nacimiento un problema de ceguera paulatina, tiene que reunir dinero para que su pequeño hijo sea operado y no padezca ceguera. Sin embargo, es robada por su casero y ante tal hecho se ve obligada a matarlo. Es encarcelada y condenada a morir en la horca.

Con soundtrack de la cantante islandesa Björk (Palma de Oro en Cannes por Mejor Actriz), Bailando en la Oscuridad a ratos contiene verdadera poesía visual (el musical en los trenes, donde bailarines danzan, conducidos por la letra sentimental de Selma, o en la secuencia emotiva de la corte, donde los asistentes bailan y ensalzan a Selma), manejo inteligente del género (canciones sí, pero insertadas en un contexto/pretexto del guión) y edición que fractura el instante visual en un instante auténticamente cinematográfico.

El director Von Trier consigue emocionarnos con la música (tan ajena a Luis Buñuel en el cine) y con actuaciones conmovedoras (a pesar de ser su primera intervención fílmica, la cantante Björk parece en momentos una actriz consumada). Pero sobre todo, Von Trier nos hace volver a creer en el invento de los Lumiere como un vehículo de genuina y válida expresión artística…

De cómo Lars von Trier dio una lección de cine musical

Sigo pensando que el cine musical es lo más completo a lo que se puede enfrentar un buen director de cine por dos asuntos...

La condición extra real de la historia y por el esfuerzo de veras notable de los actores máxime si no son cantantes.

En este sentido, el danés Lars von Trier plantea en su ahora ya clásico filme Bailando en la Oscuridad / EUA-Suecia, Dinamarca-Francia-2000 (ganadora del festival de Cannes), un mundo perfectamente enclavado en el prurito del cine musical: la evasión como instauración de la otredad para poder soportar la brutalidad del ser en la búsqueda de su destino fatídico.

Bailando en la Oscuridad (que intenta restaurar en su dimensión de cine de arte a un género que tuvo en Gene Kelly y Fred Astaire a dos iconos) cuenta la historia de una inmigrante checa, Selma/ Björk, quien en un pequeño pueblo de Washington trabaja de obrera. Von Trier con este trazo argumental hila un drama donde el 35 mm, 70mm (tipo panavisión de los musicales hollywoodenses de los años cuarenta), el video digital (estilo pater del famoso grupo Dogma) y la remasterización de las secuencias coreografeadas (se dice que se filmaron/grabaron con cien cámaras en planos digitalizados), hacen de Bailando en la Oscuridad un filme atípico, intencionado.

Selma, quien padece de nacimiento un problema de ceguera paulatina, tiene que reunir dinero para que su pequeño hijo sea operado y no padezca ceguera. Sin embargo, es robada por su casero y ante tal hecho se ve obligada a matarlo. Es encarcelada y condenada a morir en la horca.

Con soundtrack de la cantante islandesa Björk (Palma de Oro en Cannes por Mejor Actriz), Bailando en la Oscuridad a ratos contiene verdadera poesía visual (el musical en los trenes, donde bailarines danzan, conducidos por la letra sentimental de Selma, o en la secuencia emotiva de la corte, donde los asistentes bailan y ensalzan a Selma), manejo inteligente del género (canciones sí, pero insertadas en un contexto/pretexto del guión) y edición que fractura el instante visual en un instante auténticamente cinematográfico.

El director Von Trier consigue emocionarnos con la música (tan ajena a Luis Buñuel en el cine) y con actuaciones conmovedoras (a pesar de ser su primera intervención fílmica, la cantante Björk parece en momentos una actriz consumada). Pero sobre todo, Von Trier nos hace volver a creer en el invento de los Lumiere como un vehículo de genuina y válida expresión artística…