/ lunes 23 de julio de 2018

Eddie Reynolds y los ángeles de acero


La ideano era mala: qué pasaría si el grupo U2 grabara una rola de un extinto cuartero rockero ochentero mexicano y lo que derivaría en ello en regalías jugosas. De esta línea argumental parte Eddie Reynolds y los ángeles de acero/ 2015, dirigida por Gustavo Moheno.

Sin embargo la torpeza de Moheno impide que el filme estalle en el caldo de su novedad: inmiscuir al célebre cantante Bono (interpretado por su doble oficial Pavel Sfera) en el interés por adquirir los derechos de la canción del grupo Eddie Reynolds y los ángeles de acero. La premisa se va por la borda al hacer discurrir la película por un carril de gags facilones y frases anémicas sobre figuras del rock nacional, sazonada con la burda cereza en el pastel: mostrar a Carlos Santana como un gurú que aconseja a Santos/ Arturo Ríos, el más rejego del grupo “ruckero”.

Hay tal respeto que el director tiene por la figura de Alcázar que no le pule a fondo el personaje. Fuera de la cola de caballo y barbilla (dándole un aire a Rubén Albarrán, vocalista de Café Tacvba), Alcázar sigue embebido de él mismo sin apartar su porte individual en sus filmes recientes.

Moheno se pierde en el guión. No sabe qué hacer con él. La inclusión de Lucía/ Vico Escorzia, hija del baterista Ulises/ Álvaro Guerrero, hubiera resultado efectiva bajo otro enfoque y no con el tono de caricatura que asume la chica como diseñadora de imagen diseminadora del bobalicón mantra “me ven y se mojan”.

En el guión subyacen lecturas más interesantes que el director no potenció: la pérdida de la oportunidad de éxito, las turbiedades en el manejo de los grupos musicales. Claro, podría aducirse que eso es material de otro filme, pero la cosa es que se tocan –aunque tangencialmente– en el drama de Eduardo/ Damián Alcázar al reunir, junto a Fernando/Jorge Zárate a los integrantes del legendario grupo Los ángeles de acero.

Hay, además, un desdibujado tratamiento de los personajes secundarios. Las esposas de Santos y Ulises son apenas espectros. Y el misterio del hijo de Eduardo queda resuelto de un plumazo telenovelero.

Eddie Reynolds es una película que se queda a medio camino de todo: ¿Comedia- parodia sobre un póker de rockeros maduros? ¿Melodrama que dirime los vericuetos de las traiciones? ¿Alegato en contra de la idea de envejecer a destiempo? ¿Echarse, antes de colgar los tenis, una última cascarita músico- existencial?



La ideano era mala: qué pasaría si el grupo U2 grabara una rola de un extinto cuartero rockero ochentero mexicano y lo que derivaría en ello en regalías jugosas. De esta línea argumental parte Eddie Reynolds y los ángeles de acero/ 2015, dirigida por Gustavo Moheno.

Sin embargo la torpeza de Moheno impide que el filme estalle en el caldo de su novedad: inmiscuir al célebre cantante Bono (interpretado por su doble oficial Pavel Sfera) en el interés por adquirir los derechos de la canción del grupo Eddie Reynolds y los ángeles de acero. La premisa se va por la borda al hacer discurrir la película por un carril de gags facilones y frases anémicas sobre figuras del rock nacional, sazonada con la burda cereza en el pastel: mostrar a Carlos Santana como un gurú que aconseja a Santos/ Arturo Ríos, el más rejego del grupo “ruckero”.

Hay tal respeto que el director tiene por la figura de Alcázar que no le pule a fondo el personaje. Fuera de la cola de caballo y barbilla (dándole un aire a Rubén Albarrán, vocalista de Café Tacvba), Alcázar sigue embebido de él mismo sin apartar su porte individual en sus filmes recientes.

Moheno se pierde en el guión. No sabe qué hacer con él. La inclusión de Lucía/ Vico Escorzia, hija del baterista Ulises/ Álvaro Guerrero, hubiera resultado efectiva bajo otro enfoque y no con el tono de caricatura que asume la chica como diseñadora de imagen diseminadora del bobalicón mantra “me ven y se mojan”.

En el guión subyacen lecturas más interesantes que el director no potenció: la pérdida de la oportunidad de éxito, las turbiedades en el manejo de los grupos musicales. Claro, podría aducirse que eso es material de otro filme, pero la cosa es que se tocan –aunque tangencialmente– en el drama de Eduardo/ Damián Alcázar al reunir, junto a Fernando/Jorge Zárate a los integrantes del legendario grupo Los ángeles de acero.

Hay, además, un desdibujado tratamiento de los personajes secundarios. Las esposas de Santos y Ulises son apenas espectros. Y el misterio del hijo de Eduardo queda resuelto de un plumazo telenovelero.

Eddie Reynolds es una película que se queda a medio camino de todo: ¿Comedia- parodia sobre un póker de rockeros maduros? ¿Melodrama que dirime los vericuetos de las traiciones? ¿Alegato en contra de la idea de envejecer a destiempo? ¿Echarse, antes de colgar los tenis, una última cascarita músico- existencial?