/ domingo 4 de julio de 2021

El cumpleaños del perro | A 20 años “La resistencia” de Ernesto Sabato

Hay escritores que nos marcaron y que nos descubrieron las posibilidades de la literatura como medio de expresión y de escudriñamiento moral del hombre.

Uno de esos escritores es Ernesto Sabato (24 de junio de 1911- 30 de abril de 2011), el inmenso autor argentino que alguna vez dijo que “milagro es que los hombres no renuncien a sus valores cuando el sueldo no les alcanza para dar de comer a su familia”, fue una voz tal vez opacada por la luz rutilante de Borges y Cortázar pero, a mi parecer como lector, con más humanidad en sus textos literarios.

Al igual que los que vivimos o hemos vivido en Tampico, Sabato nos dejó, en su libro La resistencia/ Seix-Barral- 2001, el palpitar moral y psicológico de pertenecer a una ciudad: “Quiero hablarles de Buenos Aires. Aunque yo no vivo en ella y me resultaría insoportable, la reconozco como mi ciudad, por eso mismo es que la sufro. Ella representa, de alguna manera, lo que es la vida de estas urbes donde viven, o sobreviven, millones de habitantes. Pero antes le voy a repetir la situación del mundo, lo que todos sabemos, en la esperanza de que por la repetición, como la gota de agua, o el martillo contra la puerta cerrada, veamos un día que las cosas revirtieron. Acaso en verdad ya lo está haciendo: ya se filtra la luz entre las rendijas de la vieja civilización".

“La resistencia” confirmó la prosa reposada, a ratos sabia y apartada del encargo o el compromiso editorial del autor de la novela “El túnel”. Formado por cinco cartas extensas y un epílogo, a lo largo de escasas 148 páginas, “La resistencia” es un compendio de textos donde Sabato acumula reflexiones, críticas y observaciones sobre fenómenos del acontecer actual (finales del siglo XX). Así, desde sus opiniones sobre la televisión y su anémica concepción de la diversión, hasta los recónditos rincones donde aún habita la esperanza:

"Les pido que nos detengamos a pensar en la grandeza a la que todavía podemos aspirar si nos atrevemos a valorar la vida de otra manera. No pido ese coraje que nos sitúa en la verdadera dimensión del hombre."

Sin embargo, la referencia político-social no puede estar alejada del hombre que presidió en 1983 la Conadep, comisión oficial que investigó los crímenes de la dictadura militar argentina. En unas cuantas líneas Sabato es contundente: "Quienes se quedan con los sueldos de los maestros, quienes roban a los mutuales o se ponen en el bolsillo el dinero de las licitaciones o se jubilan indebidamente, prematuramente, no pueden ser saludados. No debemos ser asesores de la corrupción".

No puede estar huérfano un libro (que también es hermano gemelo de las Memorias) de la recordación, del recuento del pasado que ya no es y que sigue existiendo: "Ya los mercados no son aquellos a los que iban las mujeres con sus puestos de frutas, de verduras, de carnes, de verdadera fiesta de colores y olores... Pensar que con mamá íbamos a la pollería a comprar huevos que en ese mismo momento retiraban de las gallinas ponedoras. Ahora ya todo viene envasado y se han comenzado a hacer las compras por computadora, a través de esa pantalla que será la ventana por la que los hombres sentirán la vida".

Si bien la mirada del escritor no cruza su ventana natural, la de la ficción, en el testimonio, en la reflexión, tiene una claraboya por donde hacer pasar su luz, su transparencia irritable: "¿Cómo puede ser una falsedad las grandes verdades que revelan el corazón del hombre a través de un mito o una obra de Arte?... No hay otra manera de alcanzar la eternidad que ahondando en el instante, ni otra forma de llegar a la universalidad que a través de la propia circunstancia: el hoy y aquí... El mundo no está afuera sino en el corazón... Creo en los cafés, en el diálogo, creo en la dignidad de la persona, en la libertad. Siento nostalgia, casi ansiedad de un Infinito, pero humano, a nuestra medida... El ser humano sabe hacer de los obstáculos nuevos caminos porque a la vida le basta el espacio de una grieta para renacer".

Como escritor comprometido con la palabra, la libertad creadora, Sabato da muestra de una solidaridad personal: "Tampoco podemos vivir comunitariamente cuando todos los vínculos se basan en la competencia. Es indudable que genera, en algunas personas, un mayor rendimiento basado en el deseo de triunfar sobre los demás. Si tuviéramos un sentido más comunitario muy otro sería nuestra historia, y también el sentimiento de la vida de la que gozaríamos".

No es, pues, un `sortes Vergilianae' ni un libro de guía o de aprendizaje. Es un texto sin cuerpo, sin dirección de vuelo, cuyas dimensiones se miden por la experiencia literaria del autor. Y si se quiere, “La resistencia” es un libro de opiniones, que intenta compartir con el lector su preocupación humana –sin dicterios ni bataholas estériles- sobre los momentos presentes que, como el pretérito, parecen los últimos y que contienen, según Cernuda, "los aires oscuros".

Ante la situación de miedo y escabroso panorama político y social que vivimos en México, es oportuno leer las siguientes líneas de Sabato, de “La resistencia”: “El sentimiento de orfandad tan presente en este tiempo se debe a la caída de los valores compartidos y sagrados. Si los valores son relativos, y uno adhiere a ellos como a las reglamentaciones de un club deportivo, ¿cómo podrán salvarnos ante la desgracia o el infortunio? Así es como resultan tantas personas desesperadas y al borde del suicidio. Por eso la soledad se vuelve tan terrible y agobiante. En ciudades monstruosas como Buenos Aires hay millones de seres angustiados. Las plazas están llenas de hombres solitarios y, lo que es más triste aún, de jóvenes abatidos que, a menudo, se juntan a tomar alcohol o drogarse, pensando que la vida carece de sentido, hasta que, finalmente, se dicen con horror que no hay absoluto”. De alguna manera estamos hechos de pasado, razón por la que surgen preguntas faltantes, ocultas, amnésicas. En “La resistencia” Ernesto Sabato reconoce, en sí, que su libro es una pregunta. ¿Cuál? La que cada lector vea, deduzca y por qué no, responda. Camilo José Cela decía que el que resiste gana. No sé si esto sea cierto, pero Sabato plantea en su libro una resistencia no contra el tiempo (que lo sabemos, es guerra perdida) sino contra el olvido, la desmemoria, acaso las muertes verdaderas...

Las plazas están llenas de hombres solitarios y, lo que es más triste aún, de jóvenes abatidos que, a menudo, se juntan a tomar alcohol o drogarse, pensando que la vida carece de sentido, hasta que, finalmente, se dicen con horror que no hay absoluto.

Pensar que con mamá íbamos a la pollería a comprar huevos que en ese mismo momento retiraban de las gallinas ponedoras

Hay escritores que nos marcaron y que nos descubrieron las posibilidades de la literatura como medio de expresión y de escudriñamiento moral del hombre.

Uno de esos escritores es Ernesto Sabato (24 de junio de 1911- 30 de abril de 2011), el inmenso autor argentino que alguna vez dijo que “milagro es que los hombres no renuncien a sus valores cuando el sueldo no les alcanza para dar de comer a su familia”, fue una voz tal vez opacada por la luz rutilante de Borges y Cortázar pero, a mi parecer como lector, con más humanidad en sus textos literarios.

Al igual que los que vivimos o hemos vivido en Tampico, Sabato nos dejó, en su libro La resistencia/ Seix-Barral- 2001, el palpitar moral y psicológico de pertenecer a una ciudad: “Quiero hablarles de Buenos Aires. Aunque yo no vivo en ella y me resultaría insoportable, la reconozco como mi ciudad, por eso mismo es que la sufro. Ella representa, de alguna manera, lo que es la vida de estas urbes donde viven, o sobreviven, millones de habitantes. Pero antes le voy a repetir la situación del mundo, lo que todos sabemos, en la esperanza de que por la repetición, como la gota de agua, o el martillo contra la puerta cerrada, veamos un día que las cosas revirtieron. Acaso en verdad ya lo está haciendo: ya se filtra la luz entre las rendijas de la vieja civilización".

“La resistencia” confirmó la prosa reposada, a ratos sabia y apartada del encargo o el compromiso editorial del autor de la novela “El túnel”. Formado por cinco cartas extensas y un epílogo, a lo largo de escasas 148 páginas, “La resistencia” es un compendio de textos donde Sabato acumula reflexiones, críticas y observaciones sobre fenómenos del acontecer actual (finales del siglo XX). Así, desde sus opiniones sobre la televisión y su anémica concepción de la diversión, hasta los recónditos rincones donde aún habita la esperanza:

"Les pido que nos detengamos a pensar en la grandeza a la que todavía podemos aspirar si nos atrevemos a valorar la vida de otra manera. No pido ese coraje que nos sitúa en la verdadera dimensión del hombre."

Sin embargo, la referencia político-social no puede estar alejada del hombre que presidió en 1983 la Conadep, comisión oficial que investigó los crímenes de la dictadura militar argentina. En unas cuantas líneas Sabato es contundente: "Quienes se quedan con los sueldos de los maestros, quienes roban a los mutuales o se ponen en el bolsillo el dinero de las licitaciones o se jubilan indebidamente, prematuramente, no pueden ser saludados. No debemos ser asesores de la corrupción".

No puede estar huérfano un libro (que también es hermano gemelo de las Memorias) de la recordación, del recuento del pasado que ya no es y que sigue existiendo: "Ya los mercados no son aquellos a los que iban las mujeres con sus puestos de frutas, de verduras, de carnes, de verdadera fiesta de colores y olores... Pensar que con mamá íbamos a la pollería a comprar huevos que en ese mismo momento retiraban de las gallinas ponedoras. Ahora ya todo viene envasado y se han comenzado a hacer las compras por computadora, a través de esa pantalla que será la ventana por la que los hombres sentirán la vida".

Si bien la mirada del escritor no cruza su ventana natural, la de la ficción, en el testimonio, en la reflexión, tiene una claraboya por donde hacer pasar su luz, su transparencia irritable: "¿Cómo puede ser una falsedad las grandes verdades que revelan el corazón del hombre a través de un mito o una obra de Arte?... No hay otra manera de alcanzar la eternidad que ahondando en el instante, ni otra forma de llegar a la universalidad que a través de la propia circunstancia: el hoy y aquí... El mundo no está afuera sino en el corazón... Creo en los cafés, en el diálogo, creo en la dignidad de la persona, en la libertad. Siento nostalgia, casi ansiedad de un Infinito, pero humano, a nuestra medida... El ser humano sabe hacer de los obstáculos nuevos caminos porque a la vida le basta el espacio de una grieta para renacer".

Como escritor comprometido con la palabra, la libertad creadora, Sabato da muestra de una solidaridad personal: "Tampoco podemos vivir comunitariamente cuando todos los vínculos se basan en la competencia. Es indudable que genera, en algunas personas, un mayor rendimiento basado en el deseo de triunfar sobre los demás. Si tuviéramos un sentido más comunitario muy otro sería nuestra historia, y también el sentimiento de la vida de la que gozaríamos".

No es, pues, un `sortes Vergilianae' ni un libro de guía o de aprendizaje. Es un texto sin cuerpo, sin dirección de vuelo, cuyas dimensiones se miden por la experiencia literaria del autor. Y si se quiere, “La resistencia” es un libro de opiniones, que intenta compartir con el lector su preocupación humana –sin dicterios ni bataholas estériles- sobre los momentos presentes que, como el pretérito, parecen los últimos y que contienen, según Cernuda, "los aires oscuros".

Ante la situación de miedo y escabroso panorama político y social que vivimos en México, es oportuno leer las siguientes líneas de Sabato, de “La resistencia”: “El sentimiento de orfandad tan presente en este tiempo se debe a la caída de los valores compartidos y sagrados. Si los valores son relativos, y uno adhiere a ellos como a las reglamentaciones de un club deportivo, ¿cómo podrán salvarnos ante la desgracia o el infortunio? Así es como resultan tantas personas desesperadas y al borde del suicidio. Por eso la soledad se vuelve tan terrible y agobiante. En ciudades monstruosas como Buenos Aires hay millones de seres angustiados. Las plazas están llenas de hombres solitarios y, lo que es más triste aún, de jóvenes abatidos que, a menudo, se juntan a tomar alcohol o drogarse, pensando que la vida carece de sentido, hasta que, finalmente, se dicen con horror que no hay absoluto”. De alguna manera estamos hechos de pasado, razón por la que surgen preguntas faltantes, ocultas, amnésicas. En “La resistencia” Ernesto Sabato reconoce, en sí, que su libro es una pregunta. ¿Cuál? La que cada lector vea, deduzca y por qué no, responda. Camilo José Cela decía que el que resiste gana. No sé si esto sea cierto, pero Sabato plantea en su libro una resistencia no contra el tiempo (que lo sabemos, es guerra perdida) sino contra el olvido, la desmemoria, acaso las muertes verdaderas...

Las plazas están llenas de hombres solitarios y, lo que es más triste aún, de jóvenes abatidos que, a menudo, se juntan a tomar alcohol o drogarse, pensando que la vida carece de sentido, hasta que, finalmente, se dicen con horror que no hay absoluto.

Pensar que con mamá íbamos a la pollería a comprar huevos que en ese mismo momento retiraban de las gallinas ponedoras