/ miércoles 10 de febrero de 2021

El cumpleaños del perro | El director mexicano Fernando Méndez

Fernando Méndez, nacido el 20 de julio de 1908 y fallecido el 17 de octubre de 1966, cuyo nombre ha sido más apreciado en Europa gracias a filmes que en su momento quizá pasaron desapercibidos en México: “El vampiro” y “El ataúd del vampiro”, ambas de 1957, fue uno de los directores mexicanos sobresalientes que, al paso inexorable del tiempo, ha ido cayendo en las profundas aguas del olvido por las nuevas generaciones.

En 1997, a propósito de los cuarenta años de la realización de “El vampiro”, productores franceses le propusieron al ibérico naturalizado mexicano Germán Robles que protagonizara una secuela, a lo que el buen Germán dijo que no.

Pero, ¿quién fue Fernando Méndez? Es quizá el director mexicano mejor dotado para el ejercicio de los géneros cinematográficos. Cultivó todos los géneros existentes: la comedia, la ranchera, el melodrama, el arrabal, el terror, el western serie B, el de luchadores.

Fernando Antonio Méndez García corrió con la misma suerte de algunos directores de cine mexicano (Emilio Fernández, Alejandro Galindo, Gilberto Martínez Solares): irse a Hollywood durante los años 30 del siglo pasado para aprender la técnica del cine. De ese modo es que Fernando Méndez fue auxiliar de sonido y de maquillista en la Meca del Cine, por lo que al regresar a México puso en práctica sus conocimientos en filmes como “¡Ora, Ponciano!”/1936, dirigido por Gabriel Soria, en la cual fue coguionista.

Puede quedar registrada “Allá en el Bajío”/ 1941 como la primera película realizada propiamente como director de Fernando Méndez, sin embargo es hasta con “Los tres García”/ 1946, la célebre comedia ranchera de Ismael Rodríguez con su fetiche Pedro Infante, que Fernando Méndez empieza a tener importancia en nuestro cine. En dicha película Méndez fue coguionista.

Si bien la comedia “Matrimonio y mortaja”/ 1949, con los entonces cónyuges Rafael Baledón-Lilia Michel, le significó a Fernando Méndez la incursión en la comedia citadina, es hasta con el melodrama arrabalero “El suavecito”/1950 que se sitúa como un director de aguda mirada ontológica. El manejo del drama de un gánster, interpretado por el injustamente olvidado Víctor Parra y la atmósfera de vecindad que imprime Méndez en este filme, hacen de “El suavecito” una de las cintas más celebradas en la historia del cine mexicano (remasterizada el año pasado en 4 K por la UNAM a instancias de Guillermo del Toro).

Pero tendría que llegar 1956 para que Fernando Méndez realizara una de sus obras más famosas y reconocidas, “Ladrón de cadáveres”, donde Carlos Riquelme es un médico loco que quiere resucitar muertos y para ello emplea cadáveres de luchadores fornidos, cosa que logra con Wolf Rubinski. Es célebre la secuencia cuando Rubinski, convertido en un horripilante monstruo, se quita la máscara en el ring ante los gritos de miedo de la arena repleta de aficionados.

Con “Venganza apache”, “El renegado blanco”, “Los hermanos diablo”, todas de 1959, Fernando Méndez empieza su etapa como director de westerns, que a la postre le daría enorme fama y prestigio. El trío formado por Antonio Badú, Rafael Baledón y el galán tampiqueño Mauricio Garcés es manejado por Méndez en estos filmes con extraordinaria mirada cinematográfica. Garcés es el grácil, irresponsable, enamoradizo (recordándonos al Pedro Infante de “Los tres García”), mientras sus hermanos son los héroes y los que dan la cara por él.

Con estas películas Fernando Méndez demostró como ningún otro director mexicano (a excepción quizá de Alberto Mariscal) una destreza para el manejo de los espacios abiertos, la colocación de la cámara en lugares óptimos que dieran la mejor toma.

Sin embargo, es 1957 el año crucial para Fernando Méndez al realizar “El vampiro”, versión bastante extraña del conde Drácula. Lo que ha llamado la atención de este filme es la afectiva atmósfera lúgubre que Méndez consigue al situar a su vampiro en una hacienda de la provincia mexicana.

La presencia escuálida y sobria del entonces desconocido Germán Robles como el vampiro, la música envolvente de Raúl Lavista, amén del buen tino del actor y productor Abel Salazar de darle total libertad creativa a Fernando Méndez, coadyuvaron a que “El vampiro” alcanzara a ratos cotas de verdadero lirismo y esplendor escénico…

Fernando Méndez, nacido el 20 de julio de 1908 y fallecido el 17 de octubre de 1966, cuyo nombre ha sido más apreciado en Europa gracias a filmes que en su momento quizá pasaron desapercibidos en México: “El vampiro” y “El ataúd del vampiro”, ambas de 1957, fue uno de los directores mexicanos sobresalientes que, al paso inexorable del tiempo, ha ido cayendo en las profundas aguas del olvido por las nuevas generaciones.

En 1997, a propósito de los cuarenta años de la realización de “El vampiro”, productores franceses le propusieron al ibérico naturalizado mexicano Germán Robles que protagonizara una secuela, a lo que el buen Germán dijo que no.

Pero, ¿quién fue Fernando Méndez? Es quizá el director mexicano mejor dotado para el ejercicio de los géneros cinematográficos. Cultivó todos los géneros existentes: la comedia, la ranchera, el melodrama, el arrabal, el terror, el western serie B, el de luchadores.

Fernando Antonio Méndez García corrió con la misma suerte de algunos directores de cine mexicano (Emilio Fernández, Alejandro Galindo, Gilberto Martínez Solares): irse a Hollywood durante los años 30 del siglo pasado para aprender la técnica del cine. De ese modo es que Fernando Méndez fue auxiliar de sonido y de maquillista en la Meca del Cine, por lo que al regresar a México puso en práctica sus conocimientos en filmes como “¡Ora, Ponciano!”/1936, dirigido por Gabriel Soria, en la cual fue coguionista.

Puede quedar registrada “Allá en el Bajío”/ 1941 como la primera película realizada propiamente como director de Fernando Méndez, sin embargo es hasta con “Los tres García”/ 1946, la célebre comedia ranchera de Ismael Rodríguez con su fetiche Pedro Infante, que Fernando Méndez empieza a tener importancia en nuestro cine. En dicha película Méndez fue coguionista.

Si bien la comedia “Matrimonio y mortaja”/ 1949, con los entonces cónyuges Rafael Baledón-Lilia Michel, le significó a Fernando Méndez la incursión en la comedia citadina, es hasta con el melodrama arrabalero “El suavecito”/1950 que se sitúa como un director de aguda mirada ontológica. El manejo del drama de un gánster, interpretado por el injustamente olvidado Víctor Parra y la atmósfera de vecindad que imprime Méndez en este filme, hacen de “El suavecito” una de las cintas más celebradas en la historia del cine mexicano (remasterizada el año pasado en 4 K por la UNAM a instancias de Guillermo del Toro).

Pero tendría que llegar 1956 para que Fernando Méndez realizara una de sus obras más famosas y reconocidas, “Ladrón de cadáveres”, donde Carlos Riquelme es un médico loco que quiere resucitar muertos y para ello emplea cadáveres de luchadores fornidos, cosa que logra con Wolf Rubinski. Es célebre la secuencia cuando Rubinski, convertido en un horripilante monstruo, se quita la máscara en el ring ante los gritos de miedo de la arena repleta de aficionados.

Con “Venganza apache”, “El renegado blanco”, “Los hermanos diablo”, todas de 1959, Fernando Méndez empieza su etapa como director de westerns, que a la postre le daría enorme fama y prestigio. El trío formado por Antonio Badú, Rafael Baledón y el galán tampiqueño Mauricio Garcés es manejado por Méndez en estos filmes con extraordinaria mirada cinematográfica. Garcés es el grácil, irresponsable, enamoradizo (recordándonos al Pedro Infante de “Los tres García”), mientras sus hermanos son los héroes y los que dan la cara por él.

Con estas películas Fernando Méndez demostró como ningún otro director mexicano (a excepción quizá de Alberto Mariscal) una destreza para el manejo de los espacios abiertos, la colocación de la cámara en lugares óptimos que dieran la mejor toma.

Sin embargo, es 1957 el año crucial para Fernando Méndez al realizar “El vampiro”, versión bastante extraña del conde Drácula. Lo que ha llamado la atención de este filme es la afectiva atmósfera lúgubre que Méndez consigue al situar a su vampiro en una hacienda de la provincia mexicana.

La presencia escuálida y sobria del entonces desconocido Germán Robles como el vampiro, la música envolvente de Raúl Lavista, amén del buen tino del actor y productor Abel Salazar de darle total libertad creativa a Fernando Méndez, coadyuvaron a que “El vampiro” alcanzara a ratos cotas de verdadero lirismo y esplendor escénico…