/ lunes 27 de julio de 2020

El Cumpleaños del Perro | La manera humana de la eternidad

El cine es magia, es tiempo congelado. Es fuego literario, vino embriagador, oscuridad luminosa. El cine es la manera humana de la eternidad.

El cine es tela y rayo láser, penumbra de Eros y vientre de geografías impronunciables. Por el cine sabemos que la vida no alcanza en esta vida. El cine nos lleva de la lágrima a la risa, del inmoral pensamiento a lo puro absorto.

El cine es fantasía, realidad, espejo, voz de buitre y canto de cisne. El cine es traslado a mundos de imposible acceso, a vidas de héroes que nos mintieron y están a revisión.

Con el cine hacemos una rutina, un catálogo de quehaceres donde el invento de los Lumière nos acompaña y, muchas de las veces, es nuestra agenda principal. El cine es complemento, alimento, divertimento.

Al cine uno llega desarmado, indefenso a ser invadido por imágenes que penetran en la sangre, en la médula, y estalla en la retina para reinstalarnos su reino inamovible: la ficción.

El cine es amo del ojo. El cine es pasión, visión, cosmovisión. Con el cine comprobamos que el mundo es breve, con barrios universales donde hay rostros conocidos, historias que nos atañen.

El cine es refugio de solitarios, idioma de apartados, dialecto de eruditos cuyas miradas son grises, vacías. No hay espacio de odio para el cine: el cine es ale-gría.

El cine cabe en tu casa, en una laptop o una pantalla de 50 metros, aunque el espacio propicio del cine es la memoria. El cine es conocimiento, valor moral y ético.

Nada se parece al cine, porque el cine es único y para cada quien. El cine es aprendizaje y denuncia, es belleza y batahola de sórdidas preguntas.

El cine es arte porque es vida reelaborada. Es constancia de otras vidas mientras nos ocupamos de nuestras vidas.

El cine es la perpetuación del reino de los Lumière. El cine es el súbdito perpetuo de los Lumière.

El cine es la balsa de la Medusa que nos lleva no a mejor puerto sino a la sobrevivencia de los naufragios de la rutina.

El cine es caníbal: come de las demás artes para ofrecernos un platillo suculento de magia, de música, de cielos, de montañas, de senderos, de ríos, de noches, de olores a hierba y países remotos…

El cine es magia, es tiempo congelado. Es fuego literario, vino embriagador, oscuridad luminosa. El cine es la manera humana de la eternidad.

El cine es tela y rayo láser, penumbra de Eros y vientre de geografías impronunciables. Por el cine sabemos que la vida no alcanza en esta vida. El cine nos lleva de la lágrima a la risa, del inmoral pensamiento a lo puro absorto.

El cine es fantasía, realidad, espejo, voz de buitre y canto de cisne. El cine es traslado a mundos de imposible acceso, a vidas de héroes que nos mintieron y están a revisión.

Con el cine hacemos una rutina, un catálogo de quehaceres donde el invento de los Lumière nos acompaña y, muchas de las veces, es nuestra agenda principal. El cine es complemento, alimento, divertimento.

Al cine uno llega desarmado, indefenso a ser invadido por imágenes que penetran en la sangre, en la médula, y estalla en la retina para reinstalarnos su reino inamovible: la ficción.

El cine es amo del ojo. El cine es pasión, visión, cosmovisión. Con el cine comprobamos que el mundo es breve, con barrios universales donde hay rostros conocidos, historias que nos atañen.

El cine es refugio de solitarios, idioma de apartados, dialecto de eruditos cuyas miradas son grises, vacías. No hay espacio de odio para el cine: el cine es ale-gría.

El cine cabe en tu casa, en una laptop o una pantalla de 50 metros, aunque el espacio propicio del cine es la memoria. El cine es conocimiento, valor moral y ético.

Nada se parece al cine, porque el cine es único y para cada quien. El cine es aprendizaje y denuncia, es belleza y batahola de sórdidas preguntas.

El cine es arte porque es vida reelaborada. Es constancia de otras vidas mientras nos ocupamos de nuestras vidas.

El cine es la perpetuación del reino de los Lumière. El cine es el súbdito perpetuo de los Lumière.

El cine es la balsa de la Medusa que nos lleva no a mejor puerto sino a la sobrevivencia de los naufragios de la rutina.

El cine es caníbal: come de las demás artes para ofrecernos un platillo suculento de magia, de música, de cielos, de montañas, de senderos, de ríos, de noches, de olores a hierba y países remotos…