/ miércoles 29 de enero de 2020

El Cumpleaños del Perro | Un momento con Ángel Castro


Ángel Castro Pacheco nació en 1917, en Empalme, Sonora (cuna de otros astros del béisbol: Ronnie Camacho y Pilo Gaspar)...

Y desde siempre se ha discutido quién fue el mejor, Héctor Espino o él, curiosamente ambos primeras bases y excepcionales bateadores; sólo que Espino derecho, Castro zurdo, y quienes lo vieron jugar apuntan que su elegancia al bateo no tenía par.

Ángel Castro participó en el bicampeonato que los Alijadores de Tampico lograron en 1945 y 1946., mientras el mundo volteaba hacia los estertores de la Segunda Guerra Mundial.

El timonel de los Alijadores recayó en un cubano, Armando Marsans quien había jugado en Grandes Ligas incluso con los Yanquis de Nueva York y que debutaba como manager con el cuadro jaibo, alzándose con una hazaña hasta la fecha irrepetible en el béisbol mexicano: dos campeonatos consecutivos.

La aparición del inmenso Héctor Espino y sus espectaculares números como jugador han hecho que se cometa la injusticia deportiva de que el nombre de Ángel Castro esté prácticamente olvidado.

El ex número 21 de Alijadores terminó como empleado del IMSS en Tampico. En mayo de 1980, en la calle Monterrey de la colonia Campbell (cuando buscaba una dirección), mi mamá, quien de niña había fan de él, le gritó: “¡Hey, quiere llegar a primera base! Castro volteó y, sorprendido, dijo: "No, me acabó de volar la barda!” Se acercó a donde estaba mi mamá quien platicaba con su vecina, doña Esperanza Martínez. "A usted sí le creo que me haya visto jugar (a doña Esperanza), pero usted..?” “Yo tenía diez años cuando lo iba a ver al parque Alijadores que aún era de madera”, le dijo mi mamá.

Hablaron cerca de media hora y cuando llegué de la escuela primaria (Felipe de la Garza), mi mamá me contó que había platicado con Ángel Castro y que estaba tan emocionada que hasta se le quemaron los frijoles que había dejado en la estufa. El rostro de mi madre se me hizo el más hermoso que haya visto en mi vida por la luz que irradiaba de emoción por su ídolo. Por mi mamá sus cuatro hijos supimos de béisbol, las historias de los Alijadores y del Tampico antiguo, ese que ya no es más y que sólo vive en la memoria de los viejos que fueron testigos no de un mundo mejor ni peor, sino simplemente el que les tocó vivir.

Antes de irse, Ángel Castro regresó a su vochito azul y sacó una pelota de béisbol, la autografió y se la dio a mi madre. Dicha pelota aún la conservo.

Ángel Castro murió en Tampico en 1983…


Ángel Castro Pacheco nació en 1917, en Empalme, Sonora (cuna de otros astros del béisbol: Ronnie Camacho y Pilo Gaspar)...

Y desde siempre se ha discutido quién fue el mejor, Héctor Espino o él, curiosamente ambos primeras bases y excepcionales bateadores; sólo que Espino derecho, Castro zurdo, y quienes lo vieron jugar apuntan que su elegancia al bateo no tenía par.

Ángel Castro participó en el bicampeonato que los Alijadores de Tampico lograron en 1945 y 1946., mientras el mundo volteaba hacia los estertores de la Segunda Guerra Mundial.

El timonel de los Alijadores recayó en un cubano, Armando Marsans quien había jugado en Grandes Ligas incluso con los Yanquis de Nueva York y que debutaba como manager con el cuadro jaibo, alzándose con una hazaña hasta la fecha irrepetible en el béisbol mexicano: dos campeonatos consecutivos.

La aparición del inmenso Héctor Espino y sus espectaculares números como jugador han hecho que se cometa la injusticia deportiva de que el nombre de Ángel Castro esté prácticamente olvidado.

El ex número 21 de Alijadores terminó como empleado del IMSS en Tampico. En mayo de 1980, en la calle Monterrey de la colonia Campbell (cuando buscaba una dirección), mi mamá, quien de niña había fan de él, le gritó: “¡Hey, quiere llegar a primera base! Castro volteó y, sorprendido, dijo: "No, me acabó de volar la barda!” Se acercó a donde estaba mi mamá quien platicaba con su vecina, doña Esperanza Martínez. "A usted sí le creo que me haya visto jugar (a doña Esperanza), pero usted..?” “Yo tenía diez años cuando lo iba a ver al parque Alijadores que aún era de madera”, le dijo mi mamá.

Hablaron cerca de media hora y cuando llegué de la escuela primaria (Felipe de la Garza), mi mamá me contó que había platicado con Ángel Castro y que estaba tan emocionada que hasta se le quemaron los frijoles que había dejado en la estufa. El rostro de mi madre se me hizo el más hermoso que haya visto en mi vida por la luz que irradiaba de emoción por su ídolo. Por mi mamá sus cuatro hijos supimos de béisbol, las historias de los Alijadores y del Tampico antiguo, ese que ya no es más y que sólo vive en la memoria de los viejos que fueron testigos no de un mundo mejor ni peor, sino simplemente el que les tocó vivir.

Antes de irse, Ángel Castro regresó a su vochito azul y sacó una pelota de béisbol, la autografió y se la dio a mi madre. Dicha pelota aún la conservo.

Ángel Castro murió en Tampico en 1983…