/ sábado 13 de abril de 2024

Gryta.com, Fylosofía en expresión / Amar a Dios y al prójimo

Es difícil amar a alguien que no conoces.

También es difícil en sociedades como la nuestra que se encuentran tan impregnadas de la filosofía judeocristiana el no relacionarla de inmediato y directamente con uno de los más sonados textos bíblicos que habla precisamente de una de las más potentes instrucciones de dicha corriente de pensamiento.

Mateo 22:37-39 nos habla del amor incondicional que debe tenerse a Dios como el primero de los mandamientos e inmediatamente después sitúa el que se refiere a los demás, cito la versión Reina-Valera 1960 (RVR1960): "37 Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. 38 Este es el primero y grande mandamiento. 39 Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo".

Como le mencioné en algunas entregas anteriores, no es mi intención evangelizarle.

Más bien pretendo mostrarle algunas reflexiones y planteamientos que desde una perspectiva filosófica pudieran apoyarnos a extraer de dichos textos algún conocimiento relevante que, sumado a lo que ya sabemos o superponiéndose a lo que ignoramos, nos enriquezca en la práctica de aquellas virtudes que sirvan para ayudarnos a avanzar en el desarrollo que como humanidad tanta falta nos hace.

Etimológicamente la palabra significa “alguien cercano” o “el próximo”, aquí podemos detenernos un momento a considerar de qué tipo de cercanía pudiera estar hablando quien hace la indicación.

Primero que nada pudiéramos ponernos en contexto y notar que nos presenta este mandato en segundo lugar y que el primero hace referencia a la deidad, por lo que nos sería posible inferir, que primero debe lograrse amar al poder superior de forma integral.

Cuando habla del corazón, el alma y la mente en su totalidad, pudiese chocar con aquellas corrientes que afirman que la mente no existe y sin embargo estaría completamente de acuerdo con las milenarias que afirman que "todo es mente".

Estos tres conceptos unidos, corazón, alma y mente, pueden también englobarse si lo vemos a través de algunas filosofías orientales como el budismo, en aquella mente ecuánime que ha logrado equilibrar a los pensamientos, las emociones y el instinto, librándose de esta manera de las ataduras del mundo sensorial.

Siguiendo con el primer punto, el iniciar aprendiendo a amar a Dios, probablemente estaría planteándonos el deber aprender a vencer los deseos para ir hacia la mente superior o divina, que también sería posible ubicar como mente Crística, la cual libre de la obsesión de satisfacer su materialidad logra trascender por el camino de la reflexión hacia virtudes elevadas y de esta forma despojarse incluso de su ambición natural o animal, para favorecer a otro.

Pareciera que tratara de ofrecernos un camino a la liberación del mundo de los sentidos a través de la conexión con una dimensión superior señalando la ruta en el amor divino.

Algo así como lograr amar al semejante a través de aprender a amar al indescriptible.

Si lográramos, y solo es un planteamiento que me gustaría que usted analizara por su cuenta para que así podamos juntos extraer alguna gota por mínima que sea de sabiduría para la vida, regreso, si lográramos amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma y con toda la mente, lo más probable es que habríamos también sometido la voz del ego, que en su afán frenético de atacar o huir no es capaz de ofrecernos un punto central para actuar sin el sesgo emocional e instintivo de la depredación o ambición y ahí tal vez es que colocaríamos "al otro" en un lugar semejante al propio y así manifestar de forma real el amor.

El amor incondicional, el que es hijo de la reflexión y el conocimiento, no el carnal, no el romántico, no el codicioso, sino aquel capaz de ofrecer las mismas ventajas que nos daríamos a nosotros mismos.

Ahora, obligado por este abordaje me es imposible no tomar en cuenta la proximidad con ese ser que cada uno somos y considerar que si lo primero que soy es un animal, en el mejor sentido y después una mente racional o viceversa, el más cercano sería yo mismo y eso me daría el material suficiente para otra entrega sobre el amor propio.

Finalmente creo que aquí hay algo para cavilar, amar al prójimo puede ser vital para sobrevivir como especie y pudiera ser un buen camino apelar a nuestra mente superior para después lograr aceptar al individuo.

Una mente crística capaz de amar incondicionalmente.

Escríbeme.

gryitafuerte@gmail.com

fb: Gryita Fuerte

RE-GENERACIÓN 19

Es difícil amar a alguien que no conoces.

También es difícil en sociedades como la nuestra que se encuentran tan impregnadas de la filosofía judeocristiana el no relacionarla de inmediato y directamente con uno de los más sonados textos bíblicos que habla precisamente de una de las más potentes instrucciones de dicha corriente de pensamiento.

Mateo 22:37-39 nos habla del amor incondicional que debe tenerse a Dios como el primero de los mandamientos e inmediatamente después sitúa el que se refiere a los demás, cito la versión Reina-Valera 1960 (RVR1960): "37 Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. 38 Este es el primero y grande mandamiento. 39 Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo".

Como le mencioné en algunas entregas anteriores, no es mi intención evangelizarle.

Más bien pretendo mostrarle algunas reflexiones y planteamientos que desde una perspectiva filosófica pudieran apoyarnos a extraer de dichos textos algún conocimiento relevante que, sumado a lo que ya sabemos o superponiéndose a lo que ignoramos, nos enriquezca en la práctica de aquellas virtudes que sirvan para ayudarnos a avanzar en el desarrollo que como humanidad tanta falta nos hace.

Etimológicamente la palabra significa “alguien cercano” o “el próximo”, aquí podemos detenernos un momento a considerar de qué tipo de cercanía pudiera estar hablando quien hace la indicación.

Primero que nada pudiéramos ponernos en contexto y notar que nos presenta este mandato en segundo lugar y que el primero hace referencia a la deidad, por lo que nos sería posible inferir, que primero debe lograrse amar al poder superior de forma integral.

Cuando habla del corazón, el alma y la mente en su totalidad, pudiese chocar con aquellas corrientes que afirman que la mente no existe y sin embargo estaría completamente de acuerdo con las milenarias que afirman que "todo es mente".

Estos tres conceptos unidos, corazón, alma y mente, pueden también englobarse si lo vemos a través de algunas filosofías orientales como el budismo, en aquella mente ecuánime que ha logrado equilibrar a los pensamientos, las emociones y el instinto, librándose de esta manera de las ataduras del mundo sensorial.

Siguiendo con el primer punto, el iniciar aprendiendo a amar a Dios, probablemente estaría planteándonos el deber aprender a vencer los deseos para ir hacia la mente superior o divina, que también sería posible ubicar como mente Crística, la cual libre de la obsesión de satisfacer su materialidad logra trascender por el camino de la reflexión hacia virtudes elevadas y de esta forma despojarse incluso de su ambición natural o animal, para favorecer a otro.

Pareciera que tratara de ofrecernos un camino a la liberación del mundo de los sentidos a través de la conexión con una dimensión superior señalando la ruta en el amor divino.

Algo así como lograr amar al semejante a través de aprender a amar al indescriptible.

Si lográramos, y solo es un planteamiento que me gustaría que usted analizara por su cuenta para que así podamos juntos extraer alguna gota por mínima que sea de sabiduría para la vida, regreso, si lográramos amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma y con toda la mente, lo más probable es que habríamos también sometido la voz del ego, que en su afán frenético de atacar o huir no es capaz de ofrecernos un punto central para actuar sin el sesgo emocional e instintivo de la depredación o ambición y ahí tal vez es que colocaríamos "al otro" en un lugar semejante al propio y así manifestar de forma real el amor.

El amor incondicional, el que es hijo de la reflexión y el conocimiento, no el carnal, no el romántico, no el codicioso, sino aquel capaz de ofrecer las mismas ventajas que nos daríamos a nosotros mismos.

Ahora, obligado por este abordaje me es imposible no tomar en cuenta la proximidad con ese ser que cada uno somos y considerar que si lo primero que soy es un animal, en el mejor sentido y después una mente racional o viceversa, el más cercano sería yo mismo y eso me daría el material suficiente para otra entrega sobre el amor propio.

Finalmente creo que aquí hay algo para cavilar, amar al prójimo puede ser vital para sobrevivir como especie y pudiera ser un buen camino apelar a nuestra mente superior para después lograr aceptar al individuo.

Una mente crística capaz de amar incondicionalmente.

Escríbeme.

gryitafuerte@gmail.com

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RE-GENERACIÓN 19