/ sábado 28 de octubre de 2023

Hablemos de tecnología | Entre Internet y la eternidad

Negociamos, hace tiempo negociamos, y aunque la noche era oscura y la habitación sumamente fría, cuando la muerte preguntó ¿Para qué seguir viviendo? Para seguir cada semana escribiendo, ¿Del amor?, ¡No! Hablemos de cosas menos dolorosas, mejor hablemos, de tecnología.

Estimado lector, hoy le invito a reflexionar sobre un tema que, aunque pueda parecer sombrío a primera vista, es una realidad ineludible de nuestra era digital: la intersección entre Internet y la muerte.

En esta era de hiperconexión y vida virtual, nos embarcamos en la creación frenética de contenidos, compartiendo pedazos de nuestra existencia en el vasto ciberespacio. Pero ¿se ha detenido usted a pensar qué sucede con todo ese raudal de información personal una vez que dejamos este plano existencial?

Son más de 100 fotos digitales, entre selfies, actividades, y espontáneas las fotos que un joven se hace -o le hacen- en promedio al mes en México, de éstas más de la mitad terminarán en alguna red social.

La prisa por estar en las redes, por dejar nuestra huella digital, nos hace olvidar que, eventualmente, todos partiremos. Los expertos en Ciencias de la Comunicación, nos recuerdan que las plataformas de redes sociales no están preparadas para lidiar con la muerte de sus usuarios. Al abrir una cuenta, damos nuestros datos casi automáticamente, sin meditar en las consecuencias a largo plazo, fascinados por la idea de conectar y compartir.

Las redes sociales se han convertido en un peculiar santuario digital, donde las cuentas de personas fallecidas siguen activas – aún y con la posibilidad de hacer cuentas legado o de borrarlas-, permitiendo a familiares y amigos continuar interactuando con el legado del difunto. Desde grandes artistas hasta personas comunes, las redes se llenan de mensajes de condolencia, recuerdos y homenajes. Pero, ¿es esto realmente lo que queremos para nuestras vidas digitales después de la muerte?

Las plataformas digitales enfrentan el dilema del almacenamiento de estos perfiles eternos y la lucrativa recolección de datos que, aunque pertenezcan a personas ya fallecidas, siguen siendo un recurso valioso para la publicidad y la mercadotecnia. Hoy existe la necesidad de que las plataformas ofrezcan opciones claras y accesibles para decidir el destino de nuestra presencia digital post mortem.

La opción de “memorializar” una cuenta es un paso en la dirección correcta, pero aún falta mucho camino por recorrer. La muerte, ese último tabú, se cuela en nuestras vidas digitales y nos obliga a enfrentar preguntas incómodas sobre la permanencia y la efímera naturaleza de nuestra existencia en línea.

Pero es claro también que la “posesión” de la información de una vida de una persona a la postre es un valor comercial, sobre todo para los que le suceden, el ver las fotos o los videos, escuchar la voz, o simplemente recrear un entorno de la vida de un familiar fallecido adquiere, precisamente con su partida un valor real, tácito, y groseramente … comercial.

Durante la pandemia, fuimos testigos de cómo las plataformas digitales se convirtieron en escenarios de duelo y memoria, con transmisiones en vivo de sepelios y ceremonias fúnebres. Este uso inesperado de la tecnología revela una faceta íntima y profunda de nuestra relación con la muerte y el duelo en la era digital.

Apreciado lector, le invito a reflexionar sobre su legado digital, sobre lo que desea dejar atrás en este ciberespacio infinito. ¿Optaría usted por convertir su perfil en un memorial eterno, o preferiría que su presencia digital se desvaneciera junto con usted? Las plataformas digitales tienen la responsabilidad de facilitar estas decisiones, pero nosotros, como usuarios, debemos también ser conscientes y proactivos acerca de nuestro rastro digital.

La muerte, inevitable y universal, nos iguala a todos. En la red, como en la vida, dejamos huellas, creamos recuerdos y establecemos conexiones. Al final, la decisión sobre qué hacer con ese legado digital recae en nosotros. Asumamos la responsabilidad de nuestra presencia en línea y enfrentemos, con valentía y claridad, la ineludible intersección entre Internet y la muerte. Y usted, estimado lector, ¿ha pensado ya en su legado digital?. Hasta la próxima.

Facebook:

www.facebook.com/soylalodelatorre

Twitter:

@lalodelatorreg

Correo:

tecnologia@lalodelatorre.com

Negociamos, hace tiempo negociamos, y aunque la noche era oscura y la habitación sumamente fría, cuando la muerte preguntó ¿Para qué seguir viviendo? Para seguir cada semana escribiendo, ¿Del amor?, ¡No! Hablemos de cosas menos dolorosas, mejor hablemos, de tecnología.

Estimado lector, hoy le invito a reflexionar sobre un tema que, aunque pueda parecer sombrío a primera vista, es una realidad ineludible de nuestra era digital: la intersección entre Internet y la muerte.

En esta era de hiperconexión y vida virtual, nos embarcamos en la creación frenética de contenidos, compartiendo pedazos de nuestra existencia en el vasto ciberespacio. Pero ¿se ha detenido usted a pensar qué sucede con todo ese raudal de información personal una vez que dejamos este plano existencial?

Son más de 100 fotos digitales, entre selfies, actividades, y espontáneas las fotos que un joven se hace -o le hacen- en promedio al mes en México, de éstas más de la mitad terminarán en alguna red social.

La prisa por estar en las redes, por dejar nuestra huella digital, nos hace olvidar que, eventualmente, todos partiremos. Los expertos en Ciencias de la Comunicación, nos recuerdan que las plataformas de redes sociales no están preparadas para lidiar con la muerte de sus usuarios. Al abrir una cuenta, damos nuestros datos casi automáticamente, sin meditar en las consecuencias a largo plazo, fascinados por la idea de conectar y compartir.

Las redes sociales se han convertido en un peculiar santuario digital, donde las cuentas de personas fallecidas siguen activas – aún y con la posibilidad de hacer cuentas legado o de borrarlas-, permitiendo a familiares y amigos continuar interactuando con el legado del difunto. Desde grandes artistas hasta personas comunes, las redes se llenan de mensajes de condolencia, recuerdos y homenajes. Pero, ¿es esto realmente lo que queremos para nuestras vidas digitales después de la muerte?

Las plataformas digitales enfrentan el dilema del almacenamiento de estos perfiles eternos y la lucrativa recolección de datos que, aunque pertenezcan a personas ya fallecidas, siguen siendo un recurso valioso para la publicidad y la mercadotecnia. Hoy existe la necesidad de que las plataformas ofrezcan opciones claras y accesibles para decidir el destino de nuestra presencia digital post mortem.

La opción de “memorializar” una cuenta es un paso en la dirección correcta, pero aún falta mucho camino por recorrer. La muerte, ese último tabú, se cuela en nuestras vidas digitales y nos obliga a enfrentar preguntas incómodas sobre la permanencia y la efímera naturaleza de nuestra existencia en línea.

Pero es claro también que la “posesión” de la información de una vida de una persona a la postre es un valor comercial, sobre todo para los que le suceden, el ver las fotos o los videos, escuchar la voz, o simplemente recrear un entorno de la vida de un familiar fallecido adquiere, precisamente con su partida un valor real, tácito, y groseramente … comercial.

Durante la pandemia, fuimos testigos de cómo las plataformas digitales se convirtieron en escenarios de duelo y memoria, con transmisiones en vivo de sepelios y ceremonias fúnebres. Este uso inesperado de la tecnología revela una faceta íntima y profunda de nuestra relación con la muerte y el duelo en la era digital.

Apreciado lector, le invito a reflexionar sobre su legado digital, sobre lo que desea dejar atrás en este ciberespacio infinito. ¿Optaría usted por convertir su perfil en un memorial eterno, o preferiría que su presencia digital se desvaneciera junto con usted? Las plataformas digitales tienen la responsabilidad de facilitar estas decisiones, pero nosotros, como usuarios, debemos también ser conscientes y proactivos acerca de nuestro rastro digital.

La muerte, inevitable y universal, nos iguala a todos. En la red, como en la vida, dejamos huellas, creamos recuerdos y establecemos conexiones. Al final, la decisión sobre qué hacer con ese legado digital recae en nosotros. Asumamos la responsabilidad de nuestra presencia en línea y enfrentemos, con valentía y claridad, la ineludible intersección entre Internet y la muerte. Y usted, estimado lector, ¿ha pensado ya en su legado digital?. Hasta la próxima.

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