/ lunes 17 de septiembre de 2018

Hombre atrapado en cuerpo de mujer

Apoyado en la biografía de la pintora danesa Lili Elbe, Tom Hooper sutura un filme esteticista que le apuesta a la corrección y a la modulada narración visual sin más hálito transgresor.

Hay tal limpidez en La chica danesa/ EU-2015 que pareciera que estamos ante una cinta de tv hecha para Hallmark y no para la pantalla grande.

Siempre es dudoso creer en una película cuyo valor central radica en el ímpetu de las actuaciones, ya que los demás andamiajes (guión, música, fotografía, vestuario) palidecen y queda la impresión que la historia a contar existe en razón directa por el prestigio del actor o actriz en turno.

Tom Hooper/ Londres- 1972 es un director afanado en alterar – de acuerdo, en aras de la licencia creativa – los marcos de referencia de las fuentes de las historias de sus filmes. El discurso del rey/ 2010 es un ejemplo contundente.

Y La chica danesa no es la excepción. Basado en la novela de The danish girl, de David Ebers-hoff, Hooper toma lo pertinente para urdir su discurso: la vida de la pintora Lili Elbe, nacida como Einar Wegener, la primera persona que se sometió a una operación de reasignación de sexo. O al menos, es de la que primera que se tuvo noticia.

Casado con la pintora Gerda Weneger, Einar pronto se dará cuenta de su inclinación sexual y se verá sometido al escrutinio de la época, los años veinte y treinta del siglo pasado en Copenhague, Dinamarca.

Con el apoyo y comprensión de su esposa Gerda/Alicia Vikander, Einar/Eddie Redmayne, le dará el paso a Lili tanto en su interior como en su exterior.

Si bien la dirección de arte y el vestuario son impecables es el poderoso juego actoral de Vikander y Redmayne, quien deglute al filme. Ni la pedante, a ratos, fotografía de Danny Cohen (sin la inspiración que derrochó en Los miserables/2012) logran impugnar el tema que tenía Hooper en sus manos para un alegato más arriesgado. Simplemente se quedó en el estallido actual de Einar/Lili como “hombre atrapado en el cuerpo de una mujer” sin bucear a fondo en los casuales. Pudiese ser que Hans/Matthias Schoenaerts, el amigo de la infancia de Einar, aporte la datos genésicos de Lili, pero la decisión de Hooper de rasurar datos verídicos de sus personajes centrales (Lili fue operado a los 50 años y murió al implantársele una matriz), devienen en una dualidad curiosa: hacen del filme no un biopic de manera estricta, sino un melodrama esquemático, y permite que las nuevas generaciones sepan de la existencia de estos pintores daneses…


Apoyado en la biografía de la pintora danesa Lili Elbe, Tom Hooper sutura un filme esteticista que le apuesta a la corrección y a la modulada narración visual sin más hálito transgresor.

Hay tal limpidez en La chica danesa/ EU-2015 que pareciera que estamos ante una cinta de tv hecha para Hallmark y no para la pantalla grande.

Siempre es dudoso creer en una película cuyo valor central radica en el ímpetu de las actuaciones, ya que los demás andamiajes (guión, música, fotografía, vestuario) palidecen y queda la impresión que la historia a contar existe en razón directa por el prestigio del actor o actriz en turno.

Tom Hooper/ Londres- 1972 es un director afanado en alterar – de acuerdo, en aras de la licencia creativa – los marcos de referencia de las fuentes de las historias de sus filmes. El discurso del rey/ 2010 es un ejemplo contundente.

Y La chica danesa no es la excepción. Basado en la novela de The danish girl, de David Ebers-hoff, Hooper toma lo pertinente para urdir su discurso: la vida de la pintora Lili Elbe, nacida como Einar Wegener, la primera persona que se sometió a una operación de reasignación de sexo. O al menos, es de la que primera que se tuvo noticia.

Casado con la pintora Gerda Weneger, Einar pronto se dará cuenta de su inclinación sexual y se verá sometido al escrutinio de la época, los años veinte y treinta del siglo pasado en Copenhague, Dinamarca.

Con el apoyo y comprensión de su esposa Gerda/Alicia Vikander, Einar/Eddie Redmayne, le dará el paso a Lili tanto en su interior como en su exterior.

Si bien la dirección de arte y el vestuario son impecables es el poderoso juego actoral de Vikander y Redmayne, quien deglute al filme. Ni la pedante, a ratos, fotografía de Danny Cohen (sin la inspiración que derrochó en Los miserables/2012) logran impugnar el tema que tenía Hooper en sus manos para un alegato más arriesgado. Simplemente se quedó en el estallido actual de Einar/Lili como “hombre atrapado en el cuerpo de una mujer” sin bucear a fondo en los casuales. Pudiese ser que Hans/Matthias Schoenaerts, el amigo de la infancia de Einar, aporte la datos genésicos de Lili, pero la decisión de Hooper de rasurar datos verídicos de sus personajes centrales (Lili fue operado a los 50 años y murió al implantársele una matriz), devienen en una dualidad curiosa: hacen del filme no un biopic de manera estricta, sino un melodrama esquemático, y permite que las nuevas generaciones sepan de la existencia de estos pintores daneses…