/ viernes 19 de octubre de 2018

Las redes sociales, prolongadoras de la experiencia cultural

(Segunda y última parte)

El asistir a un espectáculo se ha ido convirtiendo en los últimos años, con la aparición de las tecnologías digitales, en un acto guiado. Cada vez más parece cosa del pasado que el público abra una página de un diario o escuche un spot de radio o tv para enterarse de un espectáculo cultural. Ahora, ha venido cobrando protagonismo una nueva forma de información y/o difusión: las redes sociales.

Las compañías o los artistas que producen una obra tienen en mente el reditúo económico, a la vez que el artístico. Para ello, forman o construyen páginas en facebook, twitter o sitios en blogs o plataformas como youtube o vimeo.

De este modo se busca conformar un público fiel o afín que se informe y conozca los detalles de una obra o puesta en escena antes, durante y después de que se lleve a cabo. Ya no a la manera clásica de solamente anunciar la fecha del estreno, sino que ahondar en todos los detalles posibles: previos, entrevistas con los artistas o cantantes, impresiones del público asistente y, de ser posible, de los patrocinadores. De allí la existencia ya muy usual del crowdfunding, donde los propios usuarios financian proyectos, y el crowdsourcing, donde los usuarios opinan frente a algún tema en particular de la puesta en escena).

En sí, el aspecto toral de este apartado es señalar los diferentes caminos que ofrecen las nuevas tecnologías para crear públicos o comunidades que permitan la difusión de la puesta en escena desde la preproducción misma, pasando por su ejecución y su posterior conclusión.

No solamente en lo que respecta en el desarrollo del espectáculo, también desde la venta de boletos vía internet, pasando por el recurso de echar mano de los podcast, inbox, tuits, etc., las nuevas tecnologías se han convertido en la cabeza de la hidra comunicacional de los creadores de artes escénicas.

Ya no existe espectáculo aislado. Su presencia se ha globalizado. En un auditorio de México podemos presenciar, en vivo vía HD, la ópera más fastuosa de la Royal Opera House de Londres. Si en la antigüedad griega sólo los asistentes gozaron de las obras de Aristófanes, o en el Siglo de Oro del teatro francés unos miles se deleitaron con el genio de Moliere, en la actualidad prácticamente cualquier obra del arte escénico puede estar disponible gracias a las maravillas de las nuevas tecnologías.

Nada puede hacerse hoy en día sin el uso de los adelantos tecnológicos. Ahora hasta parecía una propuesta vanguardista si alguna compañía artística montara una puesta en escena sin el uso de ningún recurso tecnológico.

No debería perderse de vista que ninguna tecnología aplicada sustituye la esencia de la expresión artística. Así, por ejemplo, en el mundo de la danza el video mapping –usado con más frecuencia– jamás debería ocupar por entero el rol del bailarín en escena, en vivo.

Ya no sólo el aplauso es el termómetro del éxito o la aceptación de una obra en escena. Ahora parecería ser que la respuesta vía hashtag en twitter es la que marca la pauta para la aceptación de dicha obra o, incluso, su permanencia en cartelera.

No hay que perder de vista que en las artes escénicas nada puede sustituir a presenciar una obra en directo. Nunca será lo mismo ver una ópera o danza en vivo que fragmentada en videos a través de un smartphone.

Las redes sociales han permitido la existencia de una comunidad afín a los intereses artísticos que las convoca, por lo que la distribución o difusión de los contenidos de las obras han contribuido a la globalización de la cultura…

Ahora parecería ser que la respuesta vía hashtag en twitter es la que marca la pauta para la aceptación de una obra

(Segunda y última parte)

El asistir a un espectáculo se ha ido convirtiendo en los últimos años, con la aparición de las tecnologías digitales, en un acto guiado. Cada vez más parece cosa del pasado que el público abra una página de un diario o escuche un spot de radio o tv para enterarse de un espectáculo cultural. Ahora, ha venido cobrando protagonismo una nueva forma de información y/o difusión: las redes sociales.

Las compañías o los artistas que producen una obra tienen en mente el reditúo económico, a la vez que el artístico. Para ello, forman o construyen páginas en facebook, twitter o sitios en blogs o plataformas como youtube o vimeo.

De este modo se busca conformar un público fiel o afín que se informe y conozca los detalles de una obra o puesta en escena antes, durante y después de que se lleve a cabo. Ya no a la manera clásica de solamente anunciar la fecha del estreno, sino que ahondar en todos los detalles posibles: previos, entrevistas con los artistas o cantantes, impresiones del público asistente y, de ser posible, de los patrocinadores. De allí la existencia ya muy usual del crowdfunding, donde los propios usuarios financian proyectos, y el crowdsourcing, donde los usuarios opinan frente a algún tema en particular de la puesta en escena).

En sí, el aspecto toral de este apartado es señalar los diferentes caminos que ofrecen las nuevas tecnologías para crear públicos o comunidades que permitan la difusión de la puesta en escena desde la preproducción misma, pasando por su ejecución y su posterior conclusión.

No solamente en lo que respecta en el desarrollo del espectáculo, también desde la venta de boletos vía internet, pasando por el recurso de echar mano de los podcast, inbox, tuits, etc., las nuevas tecnologías se han convertido en la cabeza de la hidra comunicacional de los creadores de artes escénicas.

Ya no existe espectáculo aislado. Su presencia se ha globalizado. En un auditorio de México podemos presenciar, en vivo vía HD, la ópera más fastuosa de la Royal Opera House de Londres. Si en la antigüedad griega sólo los asistentes gozaron de las obras de Aristófanes, o en el Siglo de Oro del teatro francés unos miles se deleitaron con el genio de Moliere, en la actualidad prácticamente cualquier obra del arte escénico puede estar disponible gracias a las maravillas de las nuevas tecnologías.

Nada puede hacerse hoy en día sin el uso de los adelantos tecnológicos. Ahora hasta parecía una propuesta vanguardista si alguna compañía artística montara una puesta en escena sin el uso de ningún recurso tecnológico.

No debería perderse de vista que ninguna tecnología aplicada sustituye la esencia de la expresión artística. Así, por ejemplo, en el mundo de la danza el video mapping –usado con más frecuencia– jamás debería ocupar por entero el rol del bailarín en escena, en vivo.

Ya no sólo el aplauso es el termómetro del éxito o la aceptación de una obra en escena. Ahora parecería ser que la respuesta vía hashtag en twitter es la que marca la pauta para la aceptación de dicha obra o, incluso, su permanencia en cartelera.

No hay que perder de vista que en las artes escénicas nada puede sustituir a presenciar una obra en directo. Nunca será lo mismo ver una ópera o danza en vivo que fragmentada en videos a través de un smartphone.

Las redes sociales han permitido la existencia de una comunidad afín a los intereses artísticos que las convoca, por lo que la distribución o difusión de los contenidos de las obras han contribuido a la globalización de la cultura…

Ahora parecería ser que la respuesta vía hashtag en twitter es la que marca la pauta para la aceptación de una obra